C. D. I

Capítulo III

Al otro lado de la construcción, Santiago continuó su camino, ajeno al pánico que consumía a los dos chicos. La luz de su linterna era un solitario faro en la oscuridad opresiva, bailando sobre las paredes de cemento y las varillas de acero. El silencio era tan pesado que podía oír el zumbido de su propia sangre en los oídos, hasta que fue roto por un sonido extraño.

Sutiles ecos comenzaron a resonar, suaves y arrastrados, como si algo pesado se moviera muy despacio sobre el suelo polvoriento. Santiago se detuvo en seco, con el corazón cabalgando desesperadamente en su pecho. El miedo se apoderó de sus manos, haciendo que la linterna temblara, y el haz de luz se dirigiera hacia la fuente del ruido. Poco a poco, los ecos fueron disminuyendo, ahogados por el sonido de pasos que se acercaban con una velocidad aterradora, directamente hacia él.

-¡Santiago! -Escuchó su nombre desde la profundidad del pasillo- ¡Santiago!

-¡¿Qué demonios haces aquí, Alex?! -Preguntó, mientras la luz iluminaba el rostro sudoroso de su compañero.

-¡Escúchame! -le dijo en tono entrecortado- ¡Abraham y Carlos también están aquí!

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! -el rostro de Santiago se desencajó por completo.

-¡El reto fue solo una excusa! -Soltó Alex, mientras respiraba con dificultad.

-¡¿De qué mierda estás hablando?!

-¡Abraham solo quiere grabarte para enviar el video a tus padres y a la policía! -Alex lo miró con seriedad- ¡También piensa causarte un accidente donde te lesiones de gravedad para que no vuelvas a pisar el campo de futbol!

-¡Maldición! -Santiago tragó saliva, mientras le dedicaba una furiosa mirada- ¡¿Por qué coño no me lo dijiste antes?!

-¡Me enteré de esto hace poco! -Alex lo miró suplicante- ¡De verdad no lo sabía!

-¡Está bien! ¡Te creo!

-¡Es mejor que…! -Las palabras de Alex se perdieron en el interior de su boca.

De pronto, un desgarrador grito se dejó escuchar en todas direcciones, helando por completo la sangre de ambos chicos.

-¡¿Qué demonios fue eso?! -Preguntó Santiago en medio del pánico.

-¡Creo…creo que fue Carlos! -Respondió Alex con un poco de inseguridad en su voz.

¡Tenemos que ayudarlo! -Le dijo Santiago al dar un paso en dirección contraria.

-¡Santiago, no, podría ser una trampa! -Alex lo sostuvo del brazo para impedir que avanzara.

-¡Alex, ese grito no era fingido! ¡Algo está sucediendo! -Alex solo se limitó a asentir.

Alex corrió detrás de Santiago por el largo pasillo. Apenas habían avanzado unos metros cuando un nuevo grito, esta vez un alarido de puro terror, se unió al eco de la agonía de Carlos. Era la voz de Abraham. Ambos gritos se entrelazaron en una macabra sinfonía que rebotaba por los pasillos vacíos, distorsionándose y pareciendo provenir de todas partes a la vez. El aire se tornó aún más denso y gélido, y el peso de esa atmósfera opresiva golpeó sus pechos, haciendo que cada respiración fuera una lucha. El pánico era una corriente eléctrica que los impulsaba hacia adelante, mientras las sombras en las paredes parecían retorcerse al son de los gritos.

Justo cuando estaban a punto de llegar a la puerta de madera, esta comenzó a estremecerse con violencia, haciendo que las paredes crujieran como si una fuerza invisible estuviera a punto de derrumbarlo todo. El pánico hizo que los chicos aumentaran su velocidad, desesperados por cruzar. Santiago se lanzó, logrando pasar al otro lado, pero la puerta se cerró de golpe con un estruendo, dejando a Alex sumergido en la oscuridad del pasillo.

Inmediatamente, los gritos de Alex y el sonido de sus golpes contra la puerta se hicieron presentes. Santiago, desesperado, tiró de la manija, pero no se movió. Su mirada frenética recorrió los alrededores, y su linterna se detuvo en un tubo de metal oxidado en una de las esquinas. Corrió, lo agarró con fuerza y regresó a la puerta.

-¡Aléjate de la puerta, Alex! -Gritó Santiago - ¡Solo aléjate de la puerta! -Repitió con más fuerza. Apenas escuchó los pasos de Alex alejarse un poco, Santiago comenzó a golpear la madera con ferocidad. Los gritos de su amigo aumentaron de intensidad y se mezclaron con un jadeo de terror cuando algo al final del pasillo se movió- ¡Tranquilízate, Alex! ¡Ya casi está! -Exclamó Santiago, mientras continuaba golpeando con toda su fuerza.

Segundos después, la puerta cedió, partiéndose en varios fragmentos. Alex se lanzó a través del hueco, saliendo a toda velocidad con el rostro pálido y empapado en sudor.

-¡¿Alex, te encuentras bien?! -Le preguntó Santiago con la respiración entrecortada.

-¡Hay…hay algo ahí! -Alex se aferró al brazo de su amigo con la mirada desorbitada- ¡Algo viene por el pasillo!

Santiago miró por el agujero de la puerta, y luego a su amigo, mientras asentía suavemente en un intento de no gritar.

-¡Busquemos a los chicos y salgamos de este maldito lugar!

-¡Sí! -Respondió Alex en un débil susurro.

Sin dudarlo, los chicos corrieron a toda velocidad. El eco de los gritos, ahora más cercanos y desesperados, los guiaba a través de la densa oscuridad. Se lanzaron entre la alta maleza que cubría una entrada, y la débil luz de un farol exterior se filtró por una ventana, revelando una amplia y polvorienta habitación.




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