—Deja de burlarte de mí— el felino mostró su enfado poniéndose de pie. Y el frío le recorrió su piel desnuda al separarse del cuerpo tibio de Mile.
En ese momento el lobo recordó que estar en su forma humana sin ropa que los proteja, podía ser bastante incomodo si en la noche por el frío. Se levantó aproximándose a Apo, quien le daba la espalda abrazándose a sí mismo.
—Tenemos que encontrar un lugar donde pasar la noche, no podemos quedarnos expuestos y menos con el frió que hará en la noche— propuso mientras despeinaba los cabellos de Apo. —o construir uno— Apo dio la vuelta para mirar y le sonrió.
—Es una buena idea, tengo un poco de frio.
—¡Bien!— le digo agachándose —sígueme— fue lo último que le dijo, antes de transformarse en lobo. Apo hizo lo mismo invocando su forma de gato montés.
Apo no era un cachorro obediente, hacia su santa voluntad no le gustaba seguir órdenes. Cuando su padre le dijo que no podía salir a corretear por allí en esta luna llena ya que era su primer celo, hicieron vanos intentos de encerrarlo en una jaula para asegurar su escapatoria, pero un descuido de por parte de su familia, lo llevo a donde está ahora. En medio del bosque, lejos de su manada y a merced de cualquier peligro. Sin embargo a pesar de ser un minino rebelde ahora mismo estaba siguiendo gustosamente al lobo que lo guiaba buscando un lugar donde refugiarse, cuando hace solo unos segundos atrás quería arrancarle la cabeza.
Apo estaba tan concentrado en sus divagaciones que no notó cuando Mile se detuvo, lo que ocasiono que se estrellara con el trasero del lobo. Como consecuencia Apo le mordió la cola. El aullido de dolor del lobo no tuvo precio para el felino. Quién haya dicho que los gatos no podían reírse, tendría que haber visto al felino revolcarse en el suelo. Esto no le hizo mucha gracia al lobo, ya que al parecer era muy sensible en su cola.
Un gruñido profundo hizo que el felino dejara de rodar sobre su espalda, acostándose de lado levantando la cabeza para ver la mirada extrañamente seria que el lobo tenia. En ese momento Apo fue plenamente consciente de lo que había hecho, le había mostrado la pansa al lobo, uno del tipo dominante.
"¡Mierda!"
Fue el pensamiento del gatito al ponerse de pie de un salto.
El lobo le dedico una mirada severa y luego se dio la vuelta y siguió con su camino. Extrañamente nervioso ante la repentina muestra de madurez del pulgoso, el felino lo siguió calladito, con mucho cuidado de no hacer más alboroto.
Un árbol bastante grande con un hueco en la base les proporciono refugió durante lo que restaba de la noche. Mile había insistido en que no quería dormir bajo la luz de la luna. Las tierras en las que estaban no sabían si le pertenecían a alguna manada o no, ya en todo el trayecto de su recorrido no había percibido algún olor extraño.
Estirando el cuerpo felino, Apo despertó cuando un rayo de sol se filtró entre las hojas dándole justo en su pequeña cara peluda. Al tratar de tratar de levantarse no podía moverse y noto que una enorme pata canina lo tenía prisionero. Y si como eso no fuera suficiente para que se sintiera incomodo, la enorme lengua del pulgoso lo lamió desde la parte de atrás de la cabeza hasta la punta de sus orejas.
Y como él también quería mostrarse cariñoso, mordió la pata que lo tenía imposibilitado de moverse, la mordida causo que una gota de sangre se filtrara entre el pelo gris del lobo. El canino retiro la pata de inmediato, pero una nueva lamida recorrió su cuello y casi llego al hocico del minino, lo que provoco que este saliera corriendo del refugio. Y para marcar más distancia entre este y el lobo salto a una rama que diviso en un árbol cercano. Su corazón le latía de tal manera que sentía que se le iba a salir del pecho. El felino podría jurar que el pulgoso que hacía todo eso apropósito para molestarlo.
El lobo se estiro, bostezo mostrando así todos sus colmillos filosos. Luego salió tranquilamente del refugio. Apo observaba todos sus movimientos, desde su posición sobre la rama, tenía una vista grandiosa del animal. El lobo era una criatura totalmente fascinante, a pesar de ser joven era de gran tamaño, se notaba que tenía buena musculatura, las patas eran grandes y fuertes, las garras que rasgaron el suelo en un último acto de desperezamiento parecían capaces de partir a una piedra por la mitad.
El minino ronroneo ante la vista, creció en él el deseo de dejar el lugar que ocupa sobre las ramas y mostrarse dócil al lobo, mostrándole el vientre para que este lo impregnara con su olor, Apo estaba seguro que si tuviera el olor del lobo en cuerpo nadie se atrevería a meterse con él. La compañera de ese lobo sería muy afortunada.
—¡Hey!— La voz humana de Mile lo saco de su ensoñación —¿Dime por favor que puedes bajar solo de allí?
Sacudiendo la cabeza Apo quiso alejar todos esos extraños pensamiento. Debía de ser la luna lo que lo estaba llevando a ello. Él era un felino y Mile un lobo, que por cierto era un lobo grande y fornido, y no había manera alguna de que las cosas fueran más allá de una adecuada relación armoniosa hasta que cada uno llegara al territorio de su respectiva manada.
—¡Baja!— Le ordenó Mile —hay que cazar algo para desayunar.
Apo agradeció en silencio a los dioses de que en su forma animal no le pudiera notar el sonrojo en sus mejillas bajo todo el pelaje dorado con manchitas negras. Ya los 2 se encaminaron a buscar algo para comer en su forma animal, ya que era más fácil de esa manera conseguir una presa.
Al cabo de media hora estaban comiéndose cada uno un delicioso conejo. Por lo general los cambia formas prefieren la comida cocinada y bien sazonada, pero en caso de necesidad se las podían arreglar bien con el estilo salvaje mientras estuvieran en su forma animal.
El felino, como todo gato montés de buena familia y perfectamente muy bien educado, apenas termino de comer, comenzó a acicalarse las patitas para luego con ellas limpiarse la cara. Estaba concentrado en lo suyo cuando sintió que era observado. Antes de que pudiera, protestar, unas manos grandes lo levantaron del suelo. Como primera reacción intento morder y aruñar, nadie iba a sostenerlo como si él fuera un minino doméstico, pero al sentir el cuerpo tibio que lo apretaba contra si, pensó que tal vez no era tan malo darle ese gusto a Mile.