Apo hizo de su mano izquierda un puño y se la metió en la boca con tal de no gritar como una gata en celo, por muy irónico que fuera el caso, él se consideraba a sí mismo como todo un hombre. La idea de suplicarle a Mile que dejara de lamerle el maldito pezón y por fin se decidiera a succionar y morder, era lastimar demasiado su ya bastante mancillado orgullo.
— ¿Te gusta? — Mile le pregunta en un tono de burla, que le dejo claro a Apo que el estúpido y desgraciado lobo lo hacía a propósito.
— ¡Vete a la mierda!— fue la mejor respuesta que se le ocurrió decile a ese perro — deja de jugar y compórtate como todo un hombre, uno que va a joderme.
La risa profunda de Mile hizo que la piel de Apo se pusiera como de gallina, dejando el puño de su mano de lado, comenzó a quejarse bajito cuando por fin el chico sobre él comenzó a mordisquear y succionar el pezón que ya dolía de necesidad. Sosteniéndose de los hombros anchos de Mile lucho por mantenerse cuerdo cuando su mundo entera comenzaba a girar, la mano grande del chico se había envuelto en su hombría y se lo estaba jalando con movimientos desesperadamente lentos.
— Ya no puedo más— casi suplico Apo, el quería venirse cuando ese hombre estuviera enterrado hasta las bolas dentro suyo, no a puras pajas, por muy buena que esta fuera.
— Tranquilo, amor— susurro contra la oreja de Apo, el lobo—, voy a hacerte venir tantas veces que te vas a quedar si voz de tanto gritar mi nombre.
— Lobo... ¡ay!...presumido.... — trato de burlarse de Mile. Una pena que ese fuera el preciso momento que el perro escoge para meter la lengua en su ombligo. Él muy cretino era tan virgen como él, en esas circunstancias no tenía derecho a verse tan seguro de sí mismo, mientras él temblaba como una hoja con cada nuevo toque.
— ¿Estás bien? — Pregunto Mile al sentir como el cuerpo de su amante se tensaba— ¿Estoy haciendo algo mal?
Apo levanto la cabeza del suelo solo para ver la mirada inocente de Mile, el chico era un lobo grande y malo, pero al fin de cuentas ambos eran nuevos en esto de los juegos de manos.
— Es solo...— miro a Mile hasta que sus caras quedaron a la misma altura— tengo miedo— le costó mucho admitirlo, pero era la verdad.
Los ojos dorados del lobo se abrieron y cerraron al entender.
—Creí que a un gatito tan decidido como no tendría miedo de nada.
— No te burles— hizo un pucherito que a Mile le pareció adorable.
— No me burlo— le dio un beso travieso que hizo reír al joven felino— lo que pasa es que tengo tantas ganas de estar dentro de ti... que me preocupa lastimarte de alguna manera.
Apo tomo una de las manos de Mile y la beso con reverencia.
— Algún día sería mi primera vez—confeso besando la palma de la mano de su amante— yo quiero que sea hoy... y que sea contigo.
Eso fue todo lo que se necesitó para que Mile se entregara a sus deberes como domador de gatos salvajes. Besando la boquita que lo esperaba abierta, chupo y lamio los labios apetitosos, entrando despacio con la lengua, causando gruñidos de parte de ambos.
Una brisa fresca levanto las hojas secas e hizo bailar las ramas de los árboles. La luz de luna se colaba entre la floresta bañando con sus rayos a la noche que se revolcaba hambrienta en su propia misteriosa sensualidad.
Las manos de Mile recorrían el dorso desnudo de Apo, con una mano lo levantaba por la espalda y con la otra le sostenía la cabeza, para que no separara ni un milímetro. El felino acabo acomodado en el regazo, sentado con las piernas abiertas, de manera que los sexos se friccionaban uno contra el otro.
Las aves nocturnas asomaban la cabeza de entre los árboles, observando interesadas como los cambia-formas trataban de devorarse uno al otro.
El castaño estaba muy bien sentado sobre los muslos fuertes del moreno. Mile apretaba tan fuerte los globos del trasero del felino que este estaba seguro tendría las marcas de los dedos durante días, nada más delicioso que sentirse dominado por un macho fuerte. Una vocecita le susurraba a su corazón, que después de sentir el sexo de Mile venirse dentro suyo, cualquier otro le sería indiferente.
La boca posesiva de Mile comenzó a recorrer el pecho plano del joven felino. Apo gritaba sin dejar de prensar su sexo contra el pene de Mile y sus vientres. Arriba y abajo saltaba uno y recibía el otro en una danza perfecta. La sensación comenzó a causar una gran exitacion que llevo a ambos a un orgasmo arrasador. Sudorosos y jadeantes, el felino sobre los muslos del hombre más alto mientras este lo sostenío entre sus brazos, como si los mismos dioses se lo fueran a arrebatar.
El gatito no tuvo tiempo ni de decir algo, cuando el lobo lo tiro con el pecho contra tierra. Subiéndose encima lo retuvo en el lugar recorriendo la espalda delgada con pequeños mordiscos que estaban volviendo loco a Apo. Ya presentía desde el comienzo que los juegos amorosos con ese lobo, el sexo duro tenía sus encantos también.
Mile estaba más allá de ser razonable, sin darle ninguna advertencia metió la mano entre los globos del trasero de Apo, buscando el tierno botón de rosa que escondía tan recelosamente. Ya para ese momento el felino estaba duro otra vez, el deseo estaba tan a flor de piel que dolía.
Después de unos cuantos intentos Mile encontró lo que buscaba. El botoncito de rosa estaba cerrado como correspondía a la virginidad de su compañero, por puro instinto supo que no debía dejar que el felino tuviera libertad de movimiento, ya que podría lastimarse él solo. Envolviendo con un brazo la cintura se aseguró de tenerlo fijo en el lugar, la otra mano la llevo a la boca del gato para que mojara los dedos.
Apo mamo los dígitos glorioso, como el gatito mimado que era. Una vez Mile estuvo complacido con la humedad, llevo los dedos al culo que se ofrecía hambriento. Primero fue un dedo, al ver como el felino aruñaba la hierba bajo suyo, decidió darle un beso en la boca, de esos que hacen que el mundo del más juicioso se volteé al revés.