Al llegar la noche durmieron en un hotel de camino, más por cuidado a Apo, que por cansancio de los lobos. Era una suerte que el Alfa, al haber sido padre, sabía que no era lo mismo viajar con una pareja en espera, que, con otra persona, así que había calculado los tiempos tomando en cuenta que al chico le daban ganas de ir al baño, las paradas para comer y los descansos ante los mareos del joven padre gestante.
Apo protestaba por los constantes cuidados de su suegro y su compañero, eran todas unas mamás gallinas. En una o dos ocasiones Apo había visto las disimuladas risas de los cuatro centinelas que los acompañaban. Las risas pasaron a carcajadas al ver el lamentable cuadro que hacían dos lobos grandes tratando de hacer entrar en razón a un muy enojado gatito, cuando en su forma animal Apo se escondió bajo una cama. Todo sea por escapar de los asfixiantes cuidados que esospulgosos le daban.
—Ven, amor— le rogó por enésima vez Mile— No puedes quedarte toda la noche allí abajo.
Al tratar de meter la mano para sacarlo de allí, el felino había mordido a Mile, el chico no saldría de debajo de la cama hasta que le diera la gana.
—¿Si te prometo llevarte al restaurante y dejar que pidas lo que quieras, saldrás de allí? — Usó su última carta el lobo.
Apo se tomó su tiempo para pensarlo, la oferta no es escuchaba tan mala. Salir y estirar las piernas, además de lograr una buena comida, era suficiente para él, por ahora. Con la pancita contra el piso, se arrastro hasta salir del incomodo espacio bajo la cama. No hubo terminado de sacar la mitad del cuerpo cuando sintió los brazos de su amor envolverlo, levantándolo en brazos.
—¿Por qué demonios los dioses te hicieron tan malcriado? — Fue más una protesta que una pregunta. Tomando al gatito apretó con cuidado el pequeño cuerpito peludo contra su pecho— ¡Lo peor de todo es que te amo!
Todo enfado o molestia que en algún momento pudo sentir Apo, se borro mientras su corazón se derretía como mantequilla. Era desconcertante como ese gran lobo podía reducirlo a un charco de miel con solo susurrarle cosas tan lindas contra su oreja. Él se sentía indefenso contra Mile, amaba de todo corazón a ese chico terco que jamás se daba por vencido.
El restaurante de carretera no era gran cosa, pero las hamburguesas estaban buenas y las papas fritas estaban pasables, o al menos eso pensó Mile antes de ver como su pareja devoraba todo en su plato como si se tratara de una manjar digno de los dioses. El felino en su forma de hombre era apenas de uno metro setenta de altura, contextura delgada, pero las apariencias engañaban, era más grande por dentro que por fuera. Cuando no sufría las molestias del embarazo, comía como tres osos antes de invernar.
—¿Qué me ves? — preguntó Apo mientras se chupaba la salsa de los dedos.
Mile sentía que cada pasada de lengua se lo daba a su pene en lugar de a los dedos, estaba duro, transpiraba, estaba a punto de tomar a su pareja y llevárselo hasta la habitación del hotel para follárselo sobre la primer superficie plana que encontrara.
—¿Lo haces a propositico?— gimió el lobo apretando su pene bajo el mantel de la mesa.
La sonrisa en la cara del felino no tenía nada de inocente.
— No puedo creer que me creas capaz de algo como eso— le guiño un ojo mientras sorbía con la pajilla el contenido de su vaso— Sí por mi fuera me metería bajo la mesa para sorber eso que tienes allí escondido.
El lobo por poco y se ahoga con el bocado de pollo que estaba intentando tragar en ese momento.
—Vas a matarme— protestó mientras trataba de calmar la tos.
—No— se encogió de hombros Guif mientras observaba a los otros comensales que había en el pequeño establecimiento— Solo quiero que me folles... Nunca lo he hecho en un hotel de carretera.
Varios billetes fueron tirados sobre la mesa como pago por la comida, justo antes de que el pequeño gatito fuera arrastrado hasta las afueras del restaurante. Apenas llegan al estacionamiento, Mile aprovecho que la SUV los cubría de los curiosos que salían, empujando a Apo contra el vehículo, beso al pequeño hombre con todo lo que tenía para dar.
—Te deseo, ahora—. Anunció Mile mientras bajaba los pantalones de su amante— Hoy será el día en que sabremos qué es hacerlo en el estacionamiento.
—Nos descubrirán— trató de protestar Apo mientras dejaba que Mile le bajara el cierre del pantalón.
—Si te mantienes calladito nadie sabrá lo que hacemos aquí— bajó los pantalones hasta las rodillas del felino— Ahora dóblate y recuéstate en el asiento— ordeno mientras abría la puerta de atrás de la SUV.
En lo que dura un latido Apo se encontró con la espalda contra el asiento de atrás, el culo prácticamente en el aire, sostenido por los brazos fuertes de su pareja. El hombre más alto lo beso metiendo la lengua en la boca del felino sin ningúna delicadeza, era un animal listo para devorarse a su pequeña presa. En respuesta Apo abrió más las piernas tratando de sentir lo más cerca que podía el cuerpo grande que lo retenía.
El beso se interrumpía apenas el tiempo suficiente para respirar.
—Necesitamos lubricante— aconsejó el felino.
El lobo saco un pequeño paquete que traía en la bolsa de atrás del pantalón. Tomando un poco del líquido trasparente comenzó a preparar la entrada de Apo, cuando tuvo tres dedos dentro, se dispuso a meter el pene. Al diablo con los juegos previos, el lobo quería enterrarse hasta las bolas dentro de esa entrada apretada.
Un grito ahogado escapo de la descarada pareja recién emparejada, Apo recibió a su hombre enredando las piernas en la cintura estrecha, luchando por que este se metiera a un más dentro. El sexo no duraría mucho, la excitación de los chicos, el miedo al ser descubiertos, la incertidumbre de lo que vendría en la reunión con el Consejo, todo los llevaba en un camino desenfrenado de mucho entrar y salir.
Para callar su grito al sentir la llegada del orgasmo, mordió el hombro musculoso de Mile, el lobo hizo lo mismo, renovando nuevamente sus votos como pareja enlazada. Dos estocadas salvajes y el lobo se vació en la entrada estrecha de su amante, Apo ensució la camisa de Mile al venirse con tanta fuerza que pensó se desmayaría.