Caballero Cosmos

Capítulo 18 (V2)

    Allen fue absorbido por una nube de polvo antes de emerger de ella en su Estilo del Caballero de la Voluntad con el martillo en sus manos, corriendo y saltando hacia el Gigax Aries, golpeándolo con toda la fuerza que le permitían sus brazos.
   El suelo bajo las pezuñas del Gigax Aries se rompieron, levantando grandes cantidades de piedras al aire. Justo en el centro de su cuerpo, el martillo rebotaba en la lana, impulsando a Allen hacia atrás como si fuera un muelle.
   Aprovechando ésa circunstancia, el monstruo golpeó a Allen con una de sus patas delanteras ennegrecidas con un tinte metálico, enviando a Allen lejos en la distancia mientras de su nariz y boca salían dos hileras de sangre.
   Al impactar contra el asfalto, Allen se levantó lentamente, valiéndose del martillo para sostener el peso de su cuerpo.
   —Demasiado...
   Allen escupió sangre mientras con esfuerzo miraba a la gigantesca cabra, que parecía que sonreía con su hocico en dirección a Allen.
   —Si no fuera porque repele todos los golpes ya lo habrías convertido en papilla con tu último golpe.
   Allen se limitó a sonreír con ironía, ya que no necesitaba mirar para saber a quién le pertenecía la voz.
   —Justo... es como si... golpeara un muelle... ¿Vas a ayudarme Sombra?
   Sombra Carmesí sostuvo el hombro izquierdo de Allen, pero no le respondió la pregunta, ya que solo se limitó a suspirar y negar con la cabeza.
   —Bien sabes que es imposible. Estamos hablando de un categoría 6, yo ni siquiera califico para entrar en los rangos S, un categoría 5 es lo máximo que aspiro a derrotar.
   —¿Entonces... qué quieres... decirme?
   Sombra se quedó en silencio unos momentos, pensando en cómo decir sus palabras, pero aún así, Allen lo esperó pacientemente.
   —Lo mejor es irnos de Ciudad F y crear un gremio de villanos para oponernos a la Federación Heroica. Titán y mi hermano Shinobi están de acuerdo, y tu estas incluido en el gremio.
   Allen sonrió mientras negaba, mirando al Gigax Aries con una mirada recíproca, esperando a seguir con su lucha.
   —Creo que olvidas algo... un caballero siempre ayuda a los necesitados. ¿Qué clase de caballero sería si me voy en éste momento? Iría en contra de lo que creo.
   Allen recuperó la compostura y miró solemnemente a Sombra, sus ojos mostraban su resolución aunque estuviera sonriendo.
   —Iros a un lugar seguro... puede que me arrepienta, pero estoy seguro que no puede soportar el peso de un asteroide.
   Guiñándole el ojo, Allen caminó hacia el monstruo a varios kilómetros de distancia entre ellos. Una vez que entendió sus palabras, Sombra tuvo un presentimiento que le heló la sangre, apretando el comunicador de su reloj.
   —¡Código rojo! ¡Repito, código rojo! ¡Allen va a impactar un meteorito contra el categoría 6! ¡Reforzad las defensas en los búnkeres y llevaros a los civiles que queden fuera de la ciudad!
   Sombra Carmesí comenzó a correr al mismo lugar que Allen con la diferencia de que iba a su izquierda, el lugar donde Titán y Shinobi estaban gravemente heridos.

   El Gigax Aries soltó una especie de grito mientras miraba a Allen, con sus labios ligeramente encorvados hacia arriba mostrando sus dientes amarillos.
   —Creía que al menos los dientes los mantenías limpios Marc... que yo recuerde, a Lizzy no le gustan los cerdos.
   Saltando, el Gigax Aries se acercó a Allen con su hocico abierto, intentando tragárselo, aunque debido a la diferencia de tamaño Allen fue capaz de saltar al tejado de un edifico aún en pié.
   El monstruo miraba a Allen con los ojos inyectados en sangre, de los orificios de su nariz salían dos humaredas blancas irregularmente.
   —¡Cierto! No eres un cerdo, eres una cabra... pero aún así, ¿por qué te dio el título de "Soñador Zodiacal de Aries"? Pareces mas una oveja que una cabra, ¿cuál es la diferencia?
   Lo que intentaba Allen era hacer tiempo, tanto para que Sombra y los demás pudieran escapar como para mentalizarse a sí mismo, ya que la técnica que usaba en su Estilo del Caballero de la Voluntad era destructiva y peligrosa en partes iguales.
   Si usaba la técnica ahora, con los pocos edificios que quedaban, Allen temía llegar a golpear los búnkeres, sin contar el hecho de que no superaba el haber usado la técnica para matar a Seira cuando se convirtió en el Gigax Leo.
   Aries saltó de nuevo a una altura de varios metros y volvió a la tierra a una velocidad vertiginosa, justo donde se encontraba Allen. Usando su martillo, Allen golpeó al monstruo, haciéndole parecer una esfera negra gigante mientras se impulsaba de nuevo al cielo, aunque los brazos de Allen no acabaron bien ya que bajo la chaqueta amarilla se podían ver miles de gotas de sangre que caían al suelo y tintaban los guantes con un color rojo negruzco.
   —Un peso de una tonelada todavía puedo manejarlo.
   Con más velocidad, la esfera previamente blanca se acercó a Allen, dándose cuenta de que todo el cuerpo del monstruo era completamente negro metalizado.
   —¡Ahora usa su endurecimiento en todo el cuerpo...!
   Apretando los dientes, Allen giró el martillo en sus manos, y como si fuera un bate de béisbol, golpeó con todas sus fuerzas. Pero para su sorpresa, el martillo atravesó al monstruo, haciéndolo desaparecer como un espejismo. Al mirar al cielo vio la sonrisa burlona y extraña del monstruo.
   —¡Mierda... ilusiones!
   Eso fue lo que Allen no tuvo en cuenta, la última habilidad del Gigax Aries que era control de ilusiones.
   Sin poder hacer nada, Allen junto al resto del edificio, fue sepultado por la gigantesca esfera negra. Aunque la esfera negra, una vez que el edificio se derribó, no pudo llegar a tocar el suelo ya que debajo de él, Allen había soltado el martillo y lo empujaba con ambas manos, sangrando por la nariz, la boca, los ojos, e incluso la chaqueta amarilla del traje se había vuelto de un tono rojo negruzco por varias partes.
   —¡No... te... dejaré... caer!
   Ya fuera por la adrenalina o por pura voluntad, Allen se mantenía firme con los escombros bajo sus pies rompiéndose y sangrando cada vez mas por su rostro debido al peso.
   Dando un paso, Allen sintió cómo sus huesos se rompían y atravesaban sus músculos, avanzó con otro paso con el que los vasos sanguíneos de su pierna estallaron, y agarrando la lana del monstruo lo lanzó con toda la fuerza que podía mostrar en su situación, enviándolo a varios kilómetros de distancia.
   —Eso eran... alrededor de... cinco toneladas...
   Obviamente, si Allen lo dejaba caer en ese estado y a esa velocidad, el monstruo perforaría la tierra y llegaría a uno de los búnkeres, y Allen no iba a dejar que esa tragedia ocurriera.




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