Caballero Cosmos

Capítulo 49 (corregido)

Una vez que Helen se llevó a Allen en la ambulancia, el equipo de Serval se hizo cargo de limpiar todo en un radio de diez kilómetros cuadrados. Titán, con un nuevo juego de ropa que le quedaba bastante holgado, se dirigió al edificio de la Unión.
Al llegar a la sala de reuniones, encontró a Tim explicando detalladamente la lucha que tuvo contra Edward y la ayuda que recibió de Allen, a los demás. Cuando lo vieron abrir la puerta, Sombra, en una silla de ruedas con su brazo izquierdo y sus piernas escayoladas, hizo el amago de decir algo pero Titán lo interrumpió antes de que lograra hablar.
 —Lo primero, ¿cuál es el estado de Allen?
Shinobi, que tenía sólo unos pocos vendajes, cogió un informe sobre la mesa.
 —Según lo que nos a enviado Helen, se confirma que Allen tiene una habilidad y su corazón está bombeando. Pero según las pruebas de los médicos, su corazón a perdido su color rojo volviéndose negro, y tiene unas especies de costras negras pegadas a el. No quieren operarlo de momento, en el momento que su corazón empiece a fallar...
 —En ese momento tendrán que hacer una apuesta.
Vicky dijo, abreviando, las últimas palabras del mensaje de Helen.
 —Ya dije que lo mejor era crear una bomba atómica y explotar la Ciudad A junto con Aegis y sus lacayos.
 —Pero ya escuchaste a Allen, hacerlo nos volvería como ellos.
Leid respondió a la queja de Vicky, aunque ella resopló sin darle importancia, en cambio, miró a Titán.
 —Según Tim, el Gigax Capricornus era una categoría 7, ¿cómo estás tan bien?
Titán suspiró mientras se sentaba.
 —Si Allen no lo hubiera cegado, me temo que ahora estaría muerto. Mi habilidad de gigantificación me permite crecer, convertirme en un gigante de diez metros, y al volver a mi altura original en el interior del gigante se forma un nuevo cuerpo. Sin embargo, el nuevo cuerpo parece débil y endeble, cuando en realidad es fuerte y rápido pero sin apenas defensa.
Vicky miró a Titán extrañamente, casi sin importarle lo que decía.
 —Solo diez metros... un cañón con munición hecha de los huesos de un categoría 4 es suficiente para hacerte caer, ¿o tienes algo mejor?
Titán simplemente negó, a la vez que Leid se dejaba caer sobre el respaldo de la silla, hablando en un suspiro.
 —¿Qué haría Allen en nuestra situación?
Junto a la pregunta, Titán y Vicky dejaron de discutir.

 

En el interior del hospital, en la camilla de una habitación separada por diversas capas de plástico y los médicos vestidos con trajes especiales para evitar el contagio, Allen estaba conectado a una máquina que mostraba los latidos de su corazón.
 —138 pulsaciones por minuto... es demasiado rápido...
Helen miraba la pantalla con su frente cubierta de sudor frío.
 —Señora Helen, ya hemos analizado su sangre.
 —¿Y bien?
El médico miró a Helen en silencio y negó, haciendo que Helen tuviera un espasmo a la vez que comenzaba a tener un leve ataque de pánico.
 —¿Estáis seguros? ¿No se podría usar un reemplazo, una cirugía de último momento o algo, lo que sea?
 —Su sangre no tiene ningún parentesco humano, suponemos que es debido a la exposición continua al gen evolutivo del Umbralux durante años. Podría decirse que es un monstruo en cierta manera.
Helen no pudo evitar llorar mientras miraba a Allen postrado en la cama.

 

En algún lugar, Allen se despertó mirando un cielo infinito. Cuando se levantó, vio ese cielo que se extendía hasta el horizonte, pero no había sol, ni llanuras, ni montañas... donde quiera que mirara solo encontraba una planicie que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
 —Tienes dos opciones, Allen.
Al girarse, Allen vio a un anciano vestido en una túnica que lo miraba seriamente.
 —Archibald, ninguna opción que me otorgues la seguiré. Yo soy yo, nadie mas puede elegir lo que yo haré, ese es el principio básico del libre albedrío.
 —La primera es desaparecer en el olvido, desaparecer, en este lugar. La otra opción es buscar la forma de vivir.
Allen miró a Archibald, simplemente haciendo una reverencia colocando su mano derecha sobre su pecho izquierdo.
 —Deberás perdonarme, ya que suelo elegir mi propia opción aunque no sepa de qué hablas.
Archibald acarició su barbilla con una sonrisa demente.
 —Estamos en el mar del subconsciente, exactamente en tu propio subconsciente. En el mundo real te queda poco tiempo, podrías morir de un momento a otro, ya que tu corazón está pudriéndose gracias a Edward.
Al escuchar lo que le ocurría a su corazón, Allen se mantuvo sereno y no apartó su mirada de Archibald.
 —Entiendo... entonces lo que intentas es esperar hasta mi muerte para usar mi propio cuerpo, la pregunta es ¿para qué?
Manteniendo su sonrisa, Archibald no respondió a Allen, en cambio, levantó su mano haciendo que Allen fuera cubierto de cadenas.
 —Es obvio, entonces serías un "arma" en todos los sentidos.
Allen suspiró y cerró los ojos.
 —Señor, deberías saber que estamos en mi subconsciente. Si fuera otra persona, sería relativamente fácil para ti hacerte con el control... pero has pasado por alto algo muy importante.
Junto a sus palabras, bajo los pies de Allen estalló un pilar de fuego del que emergió caminando tranquilamente con un traje rojo mientras se ajustaba los gemelos elegantemente.
 —Deberías saber que mi subconsciente recuerda las habilidades que poseía.
Archibald seguía sonriendo, sin estar sorprendido en lo más mínimo por la reacción de Allen, en cambio, movió sus manos y todo lo que veían se volvió un hermoso campo verde.
 —¿Quién dijo nada de que tenía que enfrentarme yo mismo contra ti?
Allen bajó la cabeza y respiró hondo, ya que una mujer había aparecido junto a Archibald, una que tenía el cabello castaño ondulado con unos ojos verdes profundos.
 —De verdad... Archibald... sabes cómo hacer que alguien se sienta mal...
Respirando varias veces, Allen miró a la mujer y habló con una sonrisa.
 —¿Cómo estás princesa?
La mujer no respondió, aunque Archibald se aguantó la risa.
 —¿Sabes que no te escucha? ¿Que ésta Seira es sólo un recuerdo?
Allen negó sonriendo.
 —Es debido a que es un recuerdo que la llamo así, ya que ella fue la primera chica... no... la primera mujer a la que amé.
Tras sus palabras, la sonrisa de Allen desapareció, mirando seriamente a Archibald.
 —Es por eso que no dejaré que mancilles su recuerdo.
Allen saltó hacia Archibald apretando su puño derecho, aunque antes de golpearlo Seira se colocó entre ambos haciendo que Allen no pudiera hacer nada más que recibir un golpe de Seira en su cara.




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