Allen escupió sangre mezclada con saliva y sonrió mientras sus manos temblaban.
—Bueno... creo que si llego a tener comida en proceso de digestión, lo habría vomitado.
Cerrando los ojos y rascándose la cabeza, Allen no vio a Seira aparecer frente a él y golpearlo con su pierna en la cara, enviándolo poco más de un metro hacia atrás.
Girando su cuerpo, Allen se apoyó con sus manos en el suelo y respiró profundamente.
—A este ritmo... me llamarán masoquista...
Levantándose poco a poco, Allen se apoyó sobre sus piernas con todo su cuerpo temblando.
—Supongo que esto no duele tanto. Seira, ¿sabes qué es lo que más duele?
Sin responder, Seira lanzó un puñetazo al rostro de Allen.
Aunque Allen pudo resistir el retroceso, su rostro estaba sangrando por su nariz, labios e incluso sus ojos, pero no perdió su sonrisa.
—El dolor más cruel es aquel que procede del corazón. Sentir que tu corazón pide y está preparado para amar y ser amado, y sin embargo, saber que nadie quiere un corazón así... ¿Por qué? ¿Quizá se deba al hecho de que a día de hoy las noches esporádicas son mejor valoradas? ¿O quizá porque una persona así es demasiado inocente?
Sonriendo, Allen se colocó la mano derecha sobre su corazón y notó como palpitaba.
—No... es por miedo. Creo que es por eso. Las personas se acostumbran a tener relaciones de una única noche, tanto, que cuando encuentran a una persona así, las repelen por sí mismos, o por sí mismas.
Apretando en un puño la mano sobre su corazón, Allen miró a Seira, a Laia, y entre los tejados de los edificios seriamente.
—Si es por miedo, tendrán que superarlo ellos mismos... pero vosotros amenazando su vida no lo lograrán. Incluso si tengo que ser el último hombre en pie que los defienda... no lo permitiré.
Su puño comenzó a brillar y Allen, abriendo su mano, vio el ónix volverse blanco antes de hacerse semitransparente.
Al romperlo en su mano, Allen se envolvió en luz blanca, y al salir de ella, Allen vestía un traje azul con cola, hombreras, grebas y guanteletes plateados.
—Estilo del Caballero Radiante.
Allen hizo una reverencia hacia Seira antes de aparecer justo a su lado.
—Espero que vuesa merced no tenga inconveniente en volver de donde proviene si no quiere atenerse a las consecuencias.
Al golpear a Allen, su puño fue detenido fácilmente por la palma de Allen. A partir de ese momento, fueron cada vez más rápidos, dejando tras de sí cientos de imágenes residuales de los puños de Seira chocando contra las palmas de Allen.
Archibald miraba a Allen sin ninguna emoción desde que vio el espejismo sobre él, pero a raíz de que el ónix se aclaró y los golpes de Seira eran detenidos por Allen, Archibald sonrió cínicamente.
—Eso es nuevo... las veces anteriores no mostró ese estilo...
En otro lugar, Aegis miraba estupefacto la pantalla que mostraba la pelea entre Seira y Allen.
—Pensar que es capaz de evolucionar más...
Aegis miró a Allen en la pantalla antes de romperla con su puño.
—¿Eso es todo?
Allen habló en un suspiro mientras detenía los puños que llegaban de cualquier parte con una velocidad in crescendo.
—Mi turno entonces.
Allen dio un paso adelante y golpeó los puños de Seira. Una vez que los repelió, golpeó a Seira con un puño y abrió una brecha entre ellos con un salto.
Agitando el brazo derecho materializó agua de la que se formó un tridente y en el izquierdo llamas que formaron un hacha.
—Primero...
Allen se impulsó y fue donde se encontraba Laia, la cuál al darse cuenta de esto creó varios cientos de Imitor Virgo. Sin embargo, Allen los usó para impulsarse.
Al ver a Allen justo encima suya, Laia comenzó a transformarse en su forma Gigax aunque demasiado tarde, ya que el tridente de Allen atravesó su garganta.
—Una menos, ahora...
Con un giro de su mano, donde antes estaba el tridente ahora había una ballesta, la cuál cargó con el hacha y apuntó hacia la horda de Imitors.
Al disparar, se formó una tormenta de viento y llamas que se arremolinó entre los Imitors. Luego, Allen hizo desaparecer la ballesta y miró a Seira.
—Está ella, y en algún lugar cerca, Archibald.
Allen suspiró y negó con una sonrisa.
—No pueden hacer cosas sencillas viniendo de uno en uno...
Seira apareció repentinamente detrás de Allen y golpeó su nuca con una patada, enviándolo cerca de donde se encontraban Titán, Helen y Leid.
—Vale... eso duele... no mucho, pero duele...
De las comisuras de sus labios, Allen sangraba sangre blanca un poco rojiza que se quitó con su mano derecha antes de escupir.
—Ummm...
—¡Zoquete viene aquí!
Allen salió de su ensimismamiento y divisó a Seira con un par de alas que habían atravesado su túnica, dirigiéndose hacia ellos.
—Quizá... pero es imposible... ¿pero y sí...?
Ejerciendo fuerza en sus piernas, Allen atrapó las manos de Seira y se quedó mirándola fijamente.
—Si lo fuera, explicaría lo que dijo Archibald... pero se me escapa algo y no sé qué es...
El suelo a los pies de Allen estaba empezando a agrietarse, hundiéndose cada vez más en el suelo. Fue entonces que se fijó detrás de las orejas de Seira, que estaba cubierta con unas diminutas escamas blancas y negras, haciendo que Allen diera un respingo.
—Esto es malo... es un maldito catástrofe...
Allen golpeó el vientre de Seira con su pierna derecha y la alejó un par de metros. Sonriendo pesadamente con unas gotas de sudor, se ajustó los guanteletes.
—Ahora con tres frentes abiertos... ¿de quién ha sido la brillante idea de cruzar un difunto humano con ese maldito dragón?
Exteriormente, Allen intentaba mantenerse en calma absoluta aunque en su interior estaba al borde de un ataque de pánico.
Editado: 11.05.2023