El cielo estaba teñido del rojo del atardecer mientras que los edificios destruidos estaban diseminados por toda la ciudad. Mirando toda la destrucción a su alrededor, el niño vio que estaba descalzo, con las piedras y grava clavándose en las plantas de sus pies, haciéndole heridas y sangre.
Un rugido extraño reverberó haciendo eco a su alrededor, al mirar detrás de él, el niño vio una criatura gigantesca sin una forma específica, siendo solo un amasijo de líquido negro espeso que destruía todo lo que se encontraba a su alrededor.
—Fimus Chaos.
El niño miró a la persona que estaba en lo alto de un rascacielos semi destruido. La persona tenía una armadura dorada con el pectoral teniendo la forma de un rostro que miraba con odio.
No sólo la armadura pectoral, el niño se dio cuenta también de que los guanteletes y grebas tenían la misma cara con odio. Las hombreras, en cambio, poseían la forma de un enorme ojo gigante.
Lo que más le llamó la atención fueron el casco, que le hacía tener un porte regio, y la capa, que era roja y poseía varias líneas negras.
El hombre miró al niño con los brazos cruzados.
—Su nombre significa, "Limo del Caos". Es un monstruo de categoría especial, un Categoría EX, al igual que el legendario Umbralux Draco, ya que su poder no puede ser medido por medios normales.
El niño intentó hablar, aunque de su garganta no salió ninguna voz y solo sus labios se movieron.
—Todo el planeta será destruido por el, y nadie puede matarlo. Ni siquiera tú.
El hombre dio un salto, aterrizando frente al niño que lo miraba aturdido.
—Mira, ya han llegado.
El niño volvió a hablar sin decir nada y miró a los edificios circundantes.
En los restos de un rascacielos estaban mirando al Fimus tres personas. Uno vestía un atuendo militar amarillo que se estaba quitando la chaqueta, mostrando un enorme cuerpo lleno de músculos cuya camiseta de tirantes parecía que estaba a punto de estallar.
Los otros dos vestían casi igual entre sí. Ambos tenían brazales y botas de hierro, con un cinturón extraño lleno de herramientas. En sus espaldas tenían una katana, y una ninjato debajo de ella. La diferencia entre ambos era que uno de ellos vestía con un traje morado mientras que el traje del otro era rojo.
Al mirar más detenidamente, el niño se dio cuenta de que no parecían ser mucho más mayores que el, de hecho, el hombre con el traje militar amarillo solo parecía tener como mucho tres o cuatro años más.
—Son tus compañeros, ¿no vas a ayudarlos?
El niño habló de nuevo, aunque no podía escuchar lo que decía el mismo, pudo ver como el hombre de la armadura negaba y miraba al Fimus.
—Este futuro está determinado a ocurrir, no puede cambiarse.
El niño volvió a hablar.
—...... go......
El hombre miró al niño y lo agarró por el cuello, levantándolo en el aire y haciéndolo que empezara a patalear y agarrar sus manos.
—No importa... Las piezas están en su sitio, y el efecto mariposa está comenzando a actuar.
El niño miró al hombre con armadura, el cual apretó las manos en su cuello.
—No debes preocuparte... la muerte es indolora y rápida... tu sacrificio servirá para una causa mayor.
Al escuchar un crujido, el hombre tiró al niño al suelo. Pero como si lo esperara, el niño se levantó y miró al hombre devolviéndole la mirada.
—Ocurrió lo mismo en el bucle temporal que creó esa vieja ballena. ¿No sabes lo que significa rendirte ante lo inevitable?
El niño apretó los puños.
—Nunca, en los cientos de veces que duró el bucle, te rendiste una sola vez. ¿Cuándo te darás cuenta? ¡El caos producido por la guerra no se puede borrar! ¡El Destructor se tragará todo lo que existe!
—¡Me niego!
Con su grito, todo desapareció y el niño, abriendo los ojos de golpe, gritó a pleno pulmón.
El niño miró por todos lados, y se llevó las manos a la boca.
—Creo que he gritado mucho por solo un sueño.
El niño se levantó de la cama y abrió la ventana, mirando la calle.
El vecindario estaba en completo silencio, solo se escuchaba algún maullido o ladrido. También había algunos militares haciendo la ronda con fusiles a cuestas que lo miraron cuando abrió la ventana.
El niño los miró brevemente y volvió a cerrar la ventana. Luego abrió la puerta de su cuarto y se dirigió al baño, encendiendo la luz y mirándose en el espejo.
Seguía teniendo el pelo negro y los ojos marrones, su rostro seguía siendo blanco, su cuerpo seguía siendo normal.
El niño se pesó y comprobó que seguía pensando 42 kilos y medio, que a su edad de quince años y midiendo un metro sesenta dejaba mucho que desear.
Volvió a su cuarto y sacó un cuaderno escondido entre el colchón y el soporte, escribiendo en el:
<He vuelto a soñar con ese monstruo limo negro gigante, esas tres personas y el hombre con armadura. Mi cuerpo sigue siendo normal, sin ningún cambio aparente, así que no he desarrollado una habilidad aún.>
El niño se quedó absorto en sus pensamientos antes de seguir escribiendo.
Habían pasado tres años desde la aparición del Umbralux Draco, y con él, lo que los científicos denominaron "miasma negativo", una sustancia que provenía de lo que llamaron "mundo negativo", una especie de dimensión alternativa del que provino el Umbralux.
El miasma tuvo un gran efecto en los humanos, haciéndolos desarrollar poderes o cualidades especiales, permitiendo a la humanidad crecer y desarrollar más tipos de fármacos mejores. Aunque no todo fue positivo para la humanidad, ya que desde la aparición del Umbralux aparecieron más monstruos.
Su aparición hizo que el gobierno estableciera un régimen especial de súper soldados, incluso había rumores de que algunas personas con habilidades se negaban a cooperar con el gobierno y preferían actuar por su cuenta, creando grupos de súper humanos que se enfrentaban a los monstruos que aparecían cerca de ellos, vendiendo las partes de su cuerpo en el mercado negro.
Esas personas se autodenominaban héroes, aunque el gobierno empezó a llamarlos fugitivos y empezó a dar una recompensa si algún grupo de súper soldados los capturaban.
También aparecieron diferentes facciones que entorpecían a los héroes y a los súper soldados por igual, algunos líderes de esas facciones tenían una recompensa incluso mayor que algunos grupos de héroes enteros. Los llamados villanos.
El niño cada vez que despertaba de ese sueño esperaba ser igual que siempre, ya que no tenía ningún interés en volverse un soldado o ser parte de alguna organización fuera de la ley. Solo imaginar el ser perseguido por los soldados hacía que su cuerpo tuviera escalofríos.
Volvió a guardar el cuaderno entre el colchón y el soporte e intentó volver a dormirse hasta que llegara el momento de que fuera al instituto. Aunque estuvo durante horas moviéndose intranquilo y llegó el momento de que le encendieron la luz del cuarto y una mujer de alrededor de los 45 años lo despertó.
La mujer tenía el pelo liso que le llegaba hasta la cintura de color negro, aunque por las raíces que tenía era obvio que estaba teñida, no poseía rasgos faciales muy definitorios pero si que sonreía mucho.
—¡Arriba Allen, hora de ir al instituto!
Allen fingió que se desesperezaba y tras ponerse un chándal marrón fue al comedor donde la mujer estaba leyendo el periódico del día anterior.
—Tu desayuno está en la cocina, y no olvides que hoy tienes el examen de latín.
—Si, Sylvia, me acuerdo. He estudiado toda la semana para eso.
—Eso es bueno Allen, no me gustaría que acabases como un vagabundo por descuidar tus estudios.
Allen fue a responder a las palabras de Sylvia, pero apretando sus puños y mordiéndose el labio se retuvo, por lo que desayunó rápido, cogió la mochila y se fue.
—¿Un vagabundo? Prefiero serlo antes de volverme como los demás adultos.
Ahora que estaba en la calle, Allen si que respondió. Al mirarse las manos vio que tenía unas cuantas heridas hechas por sus uñas y su boca tenía un leve sabor a metal.
En el camino al instituto, Allen no paraba de morderse el labio inferior, estaba nervioso. Y cuando llegó frente al instituto, un hombre con pelo negro, barba blanca y gafas que estaba en la entrada lo miró furtivamente. El hombre también vestía una camisa de manga corta blanca y unos pantalones azules oscuros junto a unos zapatos negros.
Cuando Allen atravesó las puertas, el hombre sonrió fríamente y abrió los ojos levemente, mostrando dos ojos dorados con pupilas sesgadas.
—Entonces el caballero estaba aquí. Esto... será inmensamente placentero.
El hombre sacó un reloj de bolsillo y lo abrió, mostrando que seguía parado en la misma hora. Tras tocar la manilla, puso la hora del reloj a las 11 y media del mediodía.
—¿Qué será, será?
Sonriendo, el hombre miró a una leve e imperceptible grieta negra que había aparecido justo encima del instituto en el momento que tocó la manilla del reloj.
—Whatever will be... will be...
Editado: 10.11.2024