Caballero Crono

Capítulo 39

La ruptura de la primera barrera llegó a oídos de Mago, Shinobi y todos los demás así como a los residentes, héroes y villanos de Ciudad F.
—¡¿Tan rápido?!
Leid miró a Mago.
—¿Esas preguntas no se pueden responder tan rápidamente?
—¡¿Acaso eres idiota?! ¡Son las preguntas que le hizo el Antiguo Dios a esa persona! Pero Allen... está avanzando sin parar, ignorando las preguntas y abriéndose paso a base de golpes.
Titán, así como Shinobi y Sombra, sonrieron mientras el primero le dirigía una mirada a Mago.
—Aegis está acercándose a Ciudad F, y ese Payaso sigue detrás de Allen.
En ese instante, una grieta se abrió frente a ellos, saliendo de su interior los Allens de diferentes futuros. Emperador Crono, Caballero Inmortal, Caballero Guardián, y Emma, la Bruja del Tiempo.
—Ese maníaco no se va a acercar a la ciudad esta vez. Inmortal, encárgate de él. Guardián, tú ve al instituto, no quiero a un Apóstol de Oscuridad tan cerca del cristal. Emma, protege el cristal con tu vida si hace falta.
Tras dar sus órdenes, Emperador miró a Shinobi y a los demás, saludándolos levemente antes de girarse y mirar al cielo, donde apareció con los brazos cruzados Caballero Destino, mirando la ciudad sin moverse ni un ápice.
—Tú no existes. Y nunca existirás, Destino.
En respuesta, aunque no pudo verlo, Destino sonreía a las palabras de Emperador.
—No debéis estar aquí ninguno de vosotros... Allen... Vuestro yo original...
Las palabras de Mago fueron ignoradas por Emperador, que simplemente lo miró mientras aminoraba el tiempo en toda la existencia por unos segundos a excepción de ellos dos.
—Sabes tan bien como yo que Destino es el principal problema de toda la realidad. Es por su apego a querer protegerlo todo que estamos en esta situación, nunca se ha complacido con saber que el Antiguo Dios huyó, ni saber que los otros están dormidos, ni que el trono del soberano de la realidad se mantiene vacío, y mucho menos le ha gustado que exista el Destructor... ¡Es la esencia misma de su existencia! ¡Sin el Destructor nunca hubiera existido él en primer lugar!
Mago se mantuvo en silencio, dejando que Emperador continuara hablando.
—Solo estamos acelerando las cosas. Nuestro yo original ha conseguido un poder desconocido, ni siquiera estoy seguro de cuál es su límite, pero no pienso probarlo y dejar que se enfrente al actual Aegis... Levinder es un megalómano maníaco, no parará hasta convertirse en dios, aplastará lo que este frente a él. Y desde que salió del bucle de Archibald, su mentalidad es incluso más retorcida.
Todas las palabras del Emperador tomaron apenas un segundo de tiempo, pero Mago ni siquiera le respondió algo en lo más mínimo, por lo que en ese momento, solo apuntó en una dirección con su índice mientras miraba al Emperador.
—Este Allen, el Allen real, sabes tan bien como yo que está caminando por el borde de un filo. Si os equivocáis en lo más mínimo, toda la realidad puede ser engullida por Oscuridad o Luminoso... ¡o incluso...!
Antes siquiera de poder continuar, ocurrió un disturbio en el aire, emergiendo del vacío Veldor, en su forma de Eclipsis, acompañado por un anciano que jugaba con un amatista en su mano y miró a todos con una sonrisa macabra.
—¿Me echasteis de menos?
Mago miró a Veldor y le gritó.
—¡¿Sabes lo que estás haciendo?! ¡Se supone que solo Allen y Aegis deben enfrentarse!
Veldor se rió, resonando en todo el mundo sus palabras.
—¡Eres idiota! ¡Mi profecía nunca dijo que solo ellos se enfrenten! ¡Todos los que han estado en contacto con los dones divinos están destinados a enfrentarse! ¡Te recuerdo que vengo del futuro, Mago! ¡Y en el...!
Antes de que pudiera continuar, la segunda pregunta resonó.
<¿Matarías a tu amado inocente a cambio de que perdure el equilibrio?>
Con esa pregunta, el rostro de Mago se distorsionó mientras miraba a Veldor y a Archibald. En cambio, ellos dos sonreían.
—¿De verdad creías que las preguntas no cambian? Para ser un apóstol, eres un idiota.
El viento se levantó de dos direcciones diferentes junto a un estallido de ambos lugares que en poco tiempo se volvieron dos enormes estruendos.
Archibald, elevando su amatista en el aire, sonrió mientras empezaba a caminar hacia donde se encontraba el pilar de luz roja.
—Veldor, gracias por salvarme en el último segundo, pero tengo hambre... y quiero a la Bruja del Tiempo.
Cuando la amatista cayó en la boca de Archibald, su cuerpo fue rodeado por miasma que al disiparse tomó una forma de monstruo humanoide asemejándose a una ballena orca.
Sombra y Shinobi estuvieron por detener a Archibald, pero una luz rodeó sus cuerpos y evitó que se movieran. Fue entonces que se dieron cuenta de que Destino los estaba observando y apuntaba su dedo índice hacia ellos. Al verlo actuar de esa forma, Mago no daba crédito a lo que ocurría, derrumbándose en el suelo mientras veía marchar tranquilamente a Veldor y Archibald hacia donde se encontraba la divinidad cristalizada.

Allen logró atravesar la segunda barrera aunque a un gran precio, su brazo derecho, así como su puño, estaban sangrando y con los huesos rotos o dislocados. Pero seguía caminando hacia adelante mientras escuchaba una voz en su mente.
<Sabes que el Destructor es el efecto adverso que tuvo tu primera encarnación cuando se volvió el apóstol del Antiguo Dios. También es a día de hoy un apóstol del Luminoso, tomando el nombre de Muerte. Pero no deberías pensar que es malo, nadie es malo, incluso en lo más profundo de una persona debe existir un mínimo de luz.>
Allen sonrió mientras seguía caminando, siendo observado por Payaso, que pensaba que estaba perdiendo la cordura al sonreír mientras aguantaba el desangramiento y el tormento de sus ojos y mente.
—Algunos si que son malos... No tienen ni una pizca de luz en ellos, quizá debido a sus vivencias, quizá debido a su edad, pero no me importa. Soy un héroe... no, no soy un héroe.
Allen sujetaba el lado izquierdo de su pecho con su mano izquierda, sintiendo sus latidos mientras continuaba sonriendo. Mirando esa luz roja que comenzó a perseguir recordó todo lo que le habían mostrado sus ojos, todo lo que había escuchado, y todas las emociones negativas que había sentido.
<¿Entonces qué eres? ¿Quién eres realmente?>
Sonriendo pesadamente, Allen avanzó mientras apretaba su puño izquierdo, arremolinándose en él un denso miasma azul que preparaba para la ultima de las barreras.
—Soy un aprendiz de caballero. Quizá sea solo un niño con un sueño demasiado grande, quizá solo siga unos ideales y valores nimios... Pero solo eso, no sé quién soy.
La Ciudad F se encontraba frente a Allen mientras su puño izquierdo, así como su brazo, estaba cubierto de una intensa bruma azul. Pero la última barrera los separaba a ambos.
Frente a la barrera y la ciudad mas allá, Allen solo podía pensar en una única persona, la cual huyó de él la ultima vez que se vieron. Tampoco es que haya podido hablar con ella en otras ocasiones, ya que se deleitaba únicamente al verla desde lejos.
Gritando, Allen golpeó la barrera con toda la fuerza que le podía entregar su brazo izquierdo, resquebrajando la barrera mientras que su brazo izquierdo caía inerte con los huesos rotos y sangrando por su puño. Al contrario de lo que se esperaba, Allen estaba sonriendo pese a soportar el dolor. Ya no le importaba el tormento mental que le ocasionaban las voces recriminatorias en su mente, ni las ilusiones de esas personas que le ignoraban o se reían de él, ni mucho menos, le daba importancia alguna a la sangre que caía de sus brazos, solo siguió adelante con una sonrisa y una mirada melancólica.




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