—¿No vienes a robarte las esmeraldas?
—No, claro que no. Yo solo quiero observarlas con ella, es la princesa
La expresión de aquel animal se suavizó ligeramente y luego me observó.
—Todos los que han venido aquí quieren robarlas, pero no puedo permitirlo. Sin las esmeraldas, no se vería ese verde reflejado en el cielo de Inglaterra.
Dorothy y yo nos miramos y luego sonreímos.
—Lo entendemos. Tampoco teníamos esas intenciones. ¿Podemos acercarnos un poco?
—Sí, acérquense, pero los estaré vigilando. No quiero matar a nadie.
—Tranquilo, tranquilo..
Dorothy se acercó lentamente hacia el lugar con una expresión de timidez y se agachó observando las esmeraldas. No eran esmeraldas cualquiera, más bien eran como joyas mágicas que brillaban en el suelo con una especie de luz sobrenatural.
—Son increíbles..
Estábamos allí, yo la observaba un poco distanciado pero sin quitarle la mirada de encima. Ella seguía admirando las esmeraldas, mientras yo veía hacia abajo, observando a todo Inglaterra. En algunas partes, había personas construyendo sus casas por las guerras, y en otras partes, había personas visitando a sus muertos. No pude evitar que mis ojos se cristalizaran.
—Es increíble cómo la gente puede acabar con todo solo por una ambición.
—Si es increíble... Ni yo mismo lo creo. Niños asesinados, viudas, personas lastimadas. Es como si Inglaterra hubiera sido creado para el dolor.
Miré a Dorothy, quien se veía muy tranquila y serena. Era una de las cosas que me gustaba de ella, era muy... valiente. Todo lo que había pasado no le había afectado su felicidad. Ella seguía siendo la misma.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando escuché las trompetas sonar, anunciando a todo el mundo que se refugiara y solicitando la presencia de los caballeros. Miré a Dorothy y luego me acerqué a ella.
—Dorothy, tenemos que irnos. Están solicitando a los caballeros. Creo que los extranjeros están aquí de nuevo.
Ella asintió triste y se levantó.
—Te voy a proteger, sabes que no te dejaré que te hagan daño. Si te salvo una vez, lo volveré a hacer. ¿Ok?
Ella tomó mis manos que presionaban su rostro y asintió.
—Haz lo que tengas que hacer.
—Gracias por dejarnos ver sus esmeraldas. Nos vamos.
—Tranquilos, pueden venir cuando quieran. Confío en ustedes.