Llegamos al palacio, donde estaba rodeado de hombres con espadas peleando por territorio ajeno. Tomé de la mano a mi linda Dorothy y me la llevé hacia un lugar lejos de donde comenzaría la guerra.
-Por nada del mundo te muevas de aquí, Dorothy. Debes estar aquí. No quiero que te hagan daño.
-Por favor, salva a mi padre. Lo quieren matar, dijo ella entre sollozos.
Le di un beso en la frente y luego me levanté.
-No le pasará nada al rey. Te lo prometo.
-Ezequiel..
Me giré un momento, analizando cada detalle de su rostro.
-Cuidate, ¿sí?
-Sí, lo haré.
Tomé mi caballo y luego me fui corriendo al palacio. Los caballeros estaban defendiendo el palacio. Uno de ellos estaba muerto, otros heridos y algunos aún luchando. Me uní, atacando a los primeros que encontré en el camino, pero estaba más enfocado en entrar y buscar al rey.
-¡Alteza! ¿Dónde está?
La reina y el rey estaban amenazados por dos hombres, que tenían sus espadas en la espalda de los reyes. Me detuve y frunci el ceño.
-¡No te atrevas a acercarte, caballero!
-¿Quién lo dice?
-¡Lo dice el hombre que va a acabar con la vida de la reina y el rey, y muy pronto la de la princesa!
-Esto no tiene que llegar hasta aquí. Podemos hacer un acuerdo y no le haces nada a los reyes.
-¡NO QUIERO NINGÚN ACUERDO! ¡YO QUIERO EL TRONO Y LO VOY A TENER!
Antes de que la espada traspasara la espalda del rey, yo recordé una pequeña habilidad que tenía. Lancé mi espada, desviando la suya, y luego lo tomé a él con mi espada y lo puse de la misma manera, con la espada a punto de traspasar. Levanté la mirada hacia el hombre que todavía tenía a la reina.
-Baja la espada o mato a tu amiguito.
-¡No vas a decirme qué hacer!
Al escuchar su comentario, hice más presión sobre la espalda del hombre, y el segundo hombre no le quedó más opción que bajar la espada. Yo guardé la mía y tomé las otras dos rápidamente.
-Quisiera ser bueno, pero no puedo dejar que asesinen a los reyes. Le di mi palabra a la princesa.
-Así que un grupo de rebeldes sin su líder no sirve de nada..