Las luces del panel marcaban que era las tres de la tarde.
«Todo con normalidad.»
La radiación solar estaba estable, al igual que la gravedad. Control se había comunicado con nosotros hacía poco, por lo cual no habíamos tenido ningún problema en 7 meses, hasta que un día Roger se levantó y se quedó viendo por más de 15 minutos la ventana.
— ¿Ya lo viste?
— ¿De qué hablas?
— Hay algo allá afuera.
— ¿En serio? No veo nada, solo hay piedras lunares.
— En serio, algo está ahí.
— Te lo digo, yo no veo nada. —Eso fue lo que le dije a Roger en el momento que empezaba a insistir, el seguía viendo por la ventana de la estación lunar — Roger, solo hay cráteres…— eso fue lo que le dije en ese momento, pero él no bajaba la mirada. Parecía que estaba en un trance. Yo me preocupe mucho por el hecho de que se pudiera estar volviendo loco.
— ¡Ahí está!
— No veo nada…
— En serio, ahí está…
— ¿Qué?
Mi aliento se congeló, mi corazón se aceleró, una sensación incomoda de ligereza entro en mí. Yo no podía entender lo que estaba pasando en ese momento. La lógica y la razón parecía que se habían vuelto inútiles. Algo en ese momento hizo que la realidad se volviera un chiste de mal gusto.
— ¿Es un caballo?
— Qué bueno que tú también lo vez— Roger sonrió un poco, y dijo con un aire de satisfacción —Entonces no estoy loco…
Era blanco, hermoso como esos caballos que salen en las películas de vaqueros, este caminaba sin ser afectado por la gravedad. Parecía que pastaba, aunque no hubiera nada que pastar. Uno tan perfecto y de pose tan noble, que su caminar ligero y sus músculos bien marcados lo harían sin duda la elección de cualquier emperador.
Después el caballo volteo a vernos, sus ojos oscuros, grandes y profundos se podían ver con detalle, un extraño vaho salía de su nariz a pesar de estar en un lugar sin oxígeno.
Ni luz y ni calor, el animal sobrevivía como si el vacío fuera su hábitat.
— Estamos alucinando, es eso.
— No lo creo, ¿cómo podría ser que ambos vemos lo mismo? —fue cuando sentí que su argumento caía sobre mi como una cubetada de agua fría caía.
—Entonces hablare a la base.
—No nos creerán —dijo Roger con algo de desánimo —pensaran que estamos locos —fue cuando la situación se empezó a volver complicada. — Creo que tal vez alguien debería salir a ver si esto es real… — lo dijo, tratando de darle solución a este problema.
— ¿Tú quieres hacerlo? —le pregunte dudando un poco de su idea.
—No lo sé… —Después el caballo se acercó a la ventana, y tocándola con su hocico la mancho con su aliento. Roger se acercó a él y puso su mano al frente. El caballo parecía seguirla y Roger sonrió un poco. —Sabes, cuando era niño me gustaba montar el caballo de mi abuelo, era algo que me emocionaba. Es curioso, este caballo se parece mucho a él —. Después de pensarlo un rato, dijo —Yo iré.
Roger fue a la bahía, se puso un traje espacial. Después pasó a la sala a presurizar el traje. Rezó dos padres nuestros con un poco de tartamudeo. Yo por mi parte seguía viendo a la criatura. —Es hermosa —le dije. Después empezó a relinchar un poco, como si estuviera alterándose.
Roger se acercó a la manija y abrió la compuerta, salió caminando a la mayor velocidad que la gravedad cero puede permitirle a un ser humano. El caballo se dio cuenta de su presencia. Yo estaba sudando, no sabía que pasaría, toda la situación desde el punto de la lógica se había salido de control.
El caballo se puso frente a Roger, y él, con inseguridad lo tocó demostrando que era real. —Es sólido, no es una alucinación — note algo extraño en el caballo. Su respiración se agitaba a una gran velocidad y su hocico empezó salivar sin control — ¡¿Qué pasa?! —le pregunte a Roger, pero el no pudo contestar ya que esa criatura abrió su hocico de una forma grotesca y mordió a Roger en el brazo, en las lecturas del traje marco una fuga, con su mano tapó la herida tratando de llegar a la puerta de entrada, mientras tanto el caballo fue contra Roger, pateándolo con fuerza con sus patas delanteras, haciendo que su rescate fuera imposible. Roger horrorizado grito que abriera la puerta. Yo fui rápidamente a ponerme un traje, pero el tiempo estaba en nuestra contra.