Cabita. Entre el deber y el amor

Prólogo

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Un grupo nutrido de jóvenes de ambos sexos corría divertidos en el parque participando de un juego.  

— ¡Cabita! — Gritó uno. — ¡Cuidado atrás de ti! 

Una joven, al escuchar el grito, miró hacia atrás justo a tiempo para hacer un quiebre y esquivar a otro jugador. Soltando una carcajada, la chica corrió con la pelota en las manos hasta la meta contraria y anotar un tanto, mismo que la mitad de los jóvenes celebraron mientras la otra mitad reclamaba molestos. 

— ¡Estoy fuera! — Dijo la joven aun riéndose mientras le aventaba la pelota a otra persona y se alejaba hacia la sombra de unos árboles. 

Una vez ahí, se sentó sobre el pasto y sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón, se quitó los anteojos y secó delicadamente el sudor de su rostro. Volvió a guardar el pañuelo y se colocó de nuevo los lentes para observar cómo los demás seguían jugando. 

— Hola Cabita. — Dijo un jovencito acercándose — ¿Me puedo sentar un momento contigo? 

— ¡Por supuesto! — La joven sonrió. — ¿Tú quién eres y cuántos años tienes? 

— Me llamo Marko. — Dijo el jovencito con una sonrisa. — Acabo de cumplir 12 años. 

— Hola Marko. — Cabita extendió su mano, misma que el chico tomó y la estrechó. — ¿Qué puedo hacer por ti? 

— No estoy seguro… — El jovencito dudó un momento. — Mi papá falleció el año pasado, fue un accidente de trabajo. 

— Lo lamento mucho. 

— Gracias. — Suspiró el niño. — Mamá está bien. Triste, pero bien, sé que recibe una pensión de donde trabajaba papá, y ella también trabaja en una cafetería atendiendo mesas. Vivimos algo apretados, pero no nos falta la comida. 

— ¿Y cuál es el problema? 

— Creo que está enferma. — Dijo el niño frunciendo el ceño. — No me lo dice, pero la noto muy cansada y a veces tose mucho, pero no como si fuera un resfriado. No sabría decirte… 

— ¿Sabes si la pensión que dejó tu papá incluye servicio médico, Marko? 

— Sí, pero creo que es sólo básico. 

— Entiendo… ¿Qué tal si le sugerimos que se haga un chequeo general para que dejes de preocuparte? 

— ¿Me ayudarías a convencerla? — Preguntó el niño mirándola esperanzado. — Porque yo le he dicho que vaya al médico, pero no me hace caso. 

Cabita sólo sonrió y estiró su brazo derecho por encima de su cabeza por unos segundos. 

Permanecieron en silencio por unos instantes, cuando un hombre vestido formalmente, apareció prácticamente de la nada. 

— Alteza. — Dijo inclinando ligeramente la cabeza hacia la joven. 

— Sergei. — Dijo la joven sin levantarse del suelo. — Te quiero presentar a mi buen amigo Marko a quien me gustaría mucho que ayudaras, en mi nombre, a ver por la salud de su mamá. 

— Será un placer alteza. — Dijo el hombre inclinando de nuevo la cabeza hacia ella para, luego, dirigirse al chico. — ¿Me acompaña joven Marko? 

— ¡Cabita muchas gracias! — Exclamó el niño con una enorme sonrisa, se puso de pie inmediatamente y empezó a caminar junto a Sergei, alejándose de la joven. 

Un momento después, se acercó otra joven 

— Hola Cabita. ¿Puedo? — Dijo señalando un lugar junto a la joven. 

— ¡Claro! — Sonrió Cabita. — Tu eres Aura ¿Verdad? 

— A tu servicio. — Sonrió la aludida. 

— Te escuché hablar con los chicos el otro día. — Dijo Cabita. — Estabas muy emocionada por el examen de admisión a la universidad. 

— De eso quería hablarte. — Dijo Aura soltando un suspiro. — Me inscribí en el programa de becas de la universidad, pero me rechazaron. Aparentemente no hay suficientes plazas. 

— Yo no tengo ninguna influencia en ellos. — Dijo Cabita mirándola seriamente. 

— Lo sé, pero… Realmente quisiera poder estudiar la carrera. — La joven la miró con angustia. — No te estoy pidiendo que me regales nada, en serio, ni siquiera una beca. ¿Me ayudarías a conseguir un empleo para poderme costear la escuela? Ya he estado buscando, pero nadie me contrata. Puedo limpiar casas… ¡Lo que sea! 

La princesa la miró sopesando un momento, luego sacó una tarjeta del bolsillo trasero de su pantalón y se la entregó a la joven. 

— No puedo prometerte nada. Pero vamos a intentarlo. Ve mañana temprano a mi oficina, pregunta por Sergei, dile que yo te mando y cuéntale tu caso. 

— ¡Gracias Cabita! — Exclamó la joven con alegría. — ¡Muchas gracias! 

Se levantó y salió corriendo dejando a la princesa con una suave sonrisa en los labios. 

 




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