Cabita. Entre el deber y el amor

Capítulo 3

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Cabita se encontraba con varios jóvenes decorando un escenario en uno de los parques más grandes de la ciudad. Organizaban un festival musical benéfico en el que varios de ellos participarían en la parte artística. 

— Creo que esta guirnalda está muy baja y puede golpear a alguien en la cabeza. — Dijo la joven subiéndose a una escalera para tratar de arreglarla.  

Cuando se estiraba para componer las flores, la escalera resbaló y estuvo a punto de caer, soltó un pequeño grito y, justo antes de desplomarse, un par de fuertes manos la detuvieron por la cintura. 

— ¿Estás bien? — Preguntó una voz que se le hizo familiar. 

Giró sorprendida y descubrió que era el mismo joven que la había protegido del reportero. 

— Sí, gracias. — Dijo ella enderezando la espalda. — Parece que se nos está haciendo costumbre que me rescates. 

El joven sonrió. 

— Ha sido por casualidad en ambas ocasiones. — Dijo soltándola luego de un instante, para dirigirse a la guirnalda. — Deja la arreglo yo, tú dirígeme. 

Erik se subió a la escalera y acomodó la hilera de flores. 

— ¿Así está bien? 

— Un poco más, por favor. — Dijo Cabita. — Unos 20 centímetros más alto. 

Erik hizo como le decían, y luego, levantando una ceja en forma interrogativa, se giró a mirar a la joven. 

— ¡Perfecto! — Exclamó Cabita con una sonrisa radiante. 

Él asintió y bajó de un salto de la escalera, para acercarse a ella. 

— ¿Necesitas ayuda con algo más? 

— ¡Cabita! — Los interrumpió una joven acercándose a ellos. — ¿Sabías que Zahtal está en Lunuavia haciendo una temporada en el Casino Real? 

— ¿Zahtal? — Preguntó la joven con curiosidad. — ¿Es ese mago que se viste muy elegante, pero se maquilla como payaso y que se puso tan de moda últimamente? 

— ¡Ese mismo! — Dijo la joven con mucho entusiasmo. — ¡Es buenísimo! ¿No crees que sería genial que lo invitaras a participar en el festival? 

— Sería muy bueno. — Cabita sonrió. — ¡Imagínate! Un mago de ese nivel, dicen que es el nuevo Criss Angel. Sólo que hay un pequeño problema. 

— ¿Cuál? — Preguntó su amiga. 

— Que no lo conozco, no tengo la menor idea de cómo lo podamos localizar, no sé dónde se hospeda, ni quién sea su representante ni nada por el estilo. 

— ¡Uff! — Bufó la joven. — ¿Y el servicio secreto no podría investigar? 

Cabita soltó una carcajada. 

— ¿Cómo crees que los vamos a molestar para algo así? 

— ¡Ay bueno! Yo solo decía... — Dijo la otra joven encogiéndose de hombros. 

— Jamás molesto al servicio secreto para nada. — Explicó Cabita con una sonrisa. — Sería genial que Zahtal actuara para el festival. ¡Soy su fan! Pero si no se puede, ni modo. Con todo lo que están haciendo ustedes, estoy absolutamente segura que todo quedará más que estupendo. 

— ¿Puedo preguntar de qué están hablando? — Inquirió Erik, quien las había estado escuchando en silencio. 

— ¿Tú eres nuevo por aquí? — Preguntó la otra joven. — Nunca te había visto antes. ¡Hola! Soy Darla. 

— Hola Darla, soy Erik. — Dijo el joven estrechando su mano. — Y sí, soy nuevo me acabo de mudar a la ciudad. 

— ¿Eres norteamericano? — Preguntó Cabita frunciendo el ceño. — Me acabo de dar cuenta de tu acento. 

Erik sonrió 

— Sí… y no. — Explicó. — Soy mitad Lunuavienense por mi padre, y mitad norteamericano por mi madre. Aunque nací y crecí aquí, me fui a los Estados Unidos hace muchos años. Acabo de regresar y apenas me estoy ambientando. 

— Bienvenido a Lunuavia. — Sonrió Cabita. 

— Gracias… ¿Cabita? ¿Alteza? — Erik frunció el ceño.  

— ¡Es Cabita! — Exclamó Darla guiñando un ojo. — La princesa Romina jamás viene al pueblo, ella sólo sale en la prensa. 

— Entiendo. — Dijo Erik mirando seriamente a Cabita. — Todos usamos máscaras. 

— ¡Cabita se nos acabaron los globos! — Interrumpió un joven acercándose a ellos. — ¿Conseguimos más? 

— ¿Qué tanto falta por cubrir? — Dijo Cabita luego de lanzar una mirada extrañada a Erik. 

— Sólo esa área. — Señaló el joven. 

— Mmmhh... ya veo. — Meditó Cabita un momento. — Creo que no es necesario buscar más. Ahí podemos poner las banderas de colores que están haciendo los chicos del hospicio. 

— ¡Cierto! — Exclamó el joven alejándose.  — Voy a ver si ya llegaron. 

Erik y Darla se acercaron de nuevo a ella. 

— Me estaba explicando Darla de qué se trata el festival, y me parece genial. ¿En qué puedo ayudar? 

— Necesitamos mucha mano de obra. — Cabita sonrió. — Aún tenemos muchas cosas qué instalar, sobre todo, los puestos donde se venderá la comida. 




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