Después de descansar algunas horas en la habitación de Maynard llego a la conclusión de que ya no tiene caso seguir buscando a los miembros de la Elite de fuego, sino que debería centrar mi total atención en Annastasia y Kantry, pues son las únicas dos que de verdad me pueden echar una mano en este momento y a las que vi vivas justo después de caer desfallecida tras la batalla contra Iris. Otro que puede estar a salvo es Joseph, de quien no sé mucho en realidad, sólo que está en un lugar donde no cualquiera puede alcanzarlo.
Ahora, en teoría, sólo debe de haber cinco miembros de la Elite de fuego con vida contando a Xeneilky, pues es evidente que Kotaru ya también ha sido eliminado. Lo único en lo que puedo pensar ahora es en liberar a su clon de fuego azul.
Antes de irme coloco el pesado diario de Maynard dónde lo encontré y doy un último vistazo a la habitación dando un largo y profundo suspiro lleno de tristeza.
«Adiós Maynard», es en lo único que pienso al abandonar el lugar.
No puedo imaginar lo frustrante que ha de ser el haber estado buscando una respuesta durante más de mil años y no encontrar nada, tan siquiera algo que indique que estás cerca o progresando en lo que haces. Inclusive puede notarse su dedicación a esto en el diario del científico, ya que hubo décadas en las cuales dejó de escribir, porque se obsesionaba demasiado con todo lo que hacía, por lo cual ponía a un lado hasta las cosas más sencillas de su día, como dedicarle diez minutos a una anécdota personal. Por eso, aunque el diario es sin duda muy grande, grueso y pesado, no tiene la información de cada día en los mil veinticuatro años que Maynard lo tuvo en su posesión. Había ocasiones en las cuales dejaba pasar largos periodos de tiempo sin siquiera escribir unas simples palabras, mientras que en otras al menos colocaba un renglón que expresaba muy bien cómo se sentía.
Por fin salgo del laboratorio y veo el interior de la caverna Drak´Led. Hay una enorme cantidad de hielo en el suelo más que en otros lados y tiene una forma bastante peculiar, como si se tratara de un río congelado. Lo que antes debió ser una cueva con un hermoso río que fluía hasta donde me encuentro, ahora es toda una amalgama de hielo bellísimo. Algo debió congelar este lugar en el pasado, no parece algo que sucediera de forma natural.
Cuando me acerco al camino a la salida y volteo hacia arriba, percibo como toda la caverna es un larguísimo ducto terrestre diagonal, lleno de cascadas, ríos y lagunas congeladas. Este sitio es demasiado bello, no puedo dejar de pensar en eso; las formaciones de hielo del lugar son espectaculares y da un gusto el tan sólo contemplarlas. Es una obra de arte, tal vez de la naturaleza o de algún otro ser.
Al ir subiendo la caverna sigo pensando en todos los problemas que alguna vez tuve con Maynard, y todos lo que él tuvo con los otros miembros de la Elite de fuego, en especial con aquellos más espirituales como Iris y Kotaru.
…
«De todos los miembros de la elite, había tres que me daban un montón de problemas. Todo mundo creería que Viorica fue uno de ellos, pero eso es estar en un increíble error, ya que es muy inesperado creer que alguien como Maynard (un científico adepto a su trabajo, ordenado, calculador y muy metódico) sea en realidad alguien muy conflictivo que se la pasa chocando con los demás en cuanto a ideales se trata.
Muchas de las veces todo comenzaba por un pequeño comentario en nuestro tiempo libre, que se extendía durante horas en discusiones. Entiendo que todos tenemos derecho a expresarnos, pero era inconcebible ver cómo Maynard, gracias a su gran conocimiento y cultura, era capaz de atacar tu punto de vista por cada ángulo existente y dar fiel argumento a todo.
Los únicos miembros de la elite que jamás discutían con el científico eran Pethe, Herald y Annastasia. Esto se debía a que Herald era muy tranquilo a la hora de dialogar; mientras se respetara el momento en el que él hablaba, se le escuchara atento y hubiera respeto en las palabras, él fácil cedía ante los argumentos. Pethe casi siempre era de pocas palabras, así que sus respuestas siempre eran: “sí, no, porque, explícate, ahora veo, increíble, tienes razón”. Por lo que a Maynard le parecía una pérdida de tiempo. Por último, pero no menos importante, Annastasia. Bueno, era la única persona que lo podía hacer cambiar de opinión, Maynard le tenía miedo por eso y mejor casi no le discutía nada.
Hubo un día en especial en el cual estábamos en una de las salas del “cuartel general”. Me encontraba en un sillón leyendo las noticias del mundo en mi antigua laptop, mientras que Maynard y Kotaru estaban discutiendo de manera ferviente al lado.
No recuerdo con exactitud como comenzó todo el embrollo, pues no les estaba poniendo tanta atención, ya que en serio intentaba concentrarme en lo que leía. Yo los ignoré un buen rato, hasta que el tema principal de la discusión se volvió más interesante para mí en ese momento que cualquier otra cosa.
—Tienes que entender que algo como eso no existe, nada está ya predeterminado o escrito —gritaba el científico con una voz sarcástica.
—Eso no es verdad. No tienes evidencia para decir que no existe —respondía Kotaru algo molesto e intimidado por Maynard.
—“No tener evidencia no significa que sea verdad o que este comprobado”. Es estúpido e ilógico. En caso de que sientas que estoy equivocado, entonces explícame cómo funciona. Y no quiero una explicación basada en redundancias o coincidencias tontas sin razón o fundamentos REALES.
—Él nos puso esta maldición a mí y a todos. La prueba está en que están muertos, en que se sigue cumpliendo.
—¡Por eso! Está pasando no por una estúpida superstición, sino porque allá afuera hay un maldito psicópata dispuesto a matarlos. Uno que se ha tomado esos cuentos muy en serio.
—違うよ. Él sigue con vida. No es una persona, es un 悪魔.