Cacería de Cenizas

Octavo Asecho: Interior

El monte Fuchenest es una gigantesca montaña cubierta por niebla densa, tapizada de vastos pastizales y adornada con enormes árboles que se pierden a la distancia.

El viento de aquí es muy ligero, suave y gentil, pues tiene una cierta cantidad de humedad que enchina la piel al contacto. La luz es muy tenue, pero es suficiente para darle un ambiente muy acorde al lugar, todo parece tan sosegado que me dan ganas de recostarme en el pasto y disfrutar el momento.

La vereda que estoy recorriendo es larga y pacífica. Ahora comprendo porque es un sitio muy especial. La paz y armonía que crea este lugar es simplemente indescriptible.

Conforme voy avanzando me encuentro con unas estatuas de piedra que no me llegan más arriba de mi cadera. Todas ellas son representaciones del gran amo dragón, Pridhreghdi, y el padre de las bestias sagradas, Arctoicheio. Ambos están sentados, como si fueran buenos cachorritos esperando un hueso. Arctoicheio tiene las patas delanteras en el suelo y da la impresión de que mueve la cola, mientras que Pridhreghdi las tiene arriba esperando ansiosamente su Scooby-galleta.

Veo que hay un gran número de ambas, no es muy visible quien de los dos posee más estatuas; pero lo que sí puedo ver es que las estatuas de Arctoicheio tienen musgo y plantas creciéndole por encima. Por otro lado, las del Dios dragón están impecables la mayoría.

Al continuar por la vereda el camino se divide en dos. En uno de ellos observo a una persona al lado de una de las estatuas. Se trata de una niña de cabello rubio largo y piel blanca, con ojos pequeños, redondos y verdes. Aquella posee una diadema hecha con ornamentas que parecen enredaderas entrelazadas y viste ropas muy bellas de color crema muy pálido, con varios dibujos y formas verdes bordadas. Las orejas de esta niña son largas y puntiagudas. Es un elfo. Ella se encuentra al lado de una de las estatuas de Pridhreghdi y parece estar sólo observándola sin hacer algo más. Me acerco sin intentar pasar desapercibida, sólo camino hasta donde se encuentra y a una distancia agradable para conversar le dirijo la palabra.

Me comenta que se llama Ramiro de la Rosa y que se encuentra ahí por una vieja tradición que solía hacer con su madre. La pequeña me explica que las estatuas las traen personas que desean contactar con Pridhreghdi o Arctoicheio, pues hace mucho alguien se topo con ellos en este lugar, y desde entonces, todos desean ese mismo destino. Luego de esa explicación, agradezco y sigo mi camino.

Más delante de esa misma senda veo cómo ésta termina y ahí me encuentro con otra persona, la cual está hincada en el suelo al lado de una estatua de Arctoicheio que se halla debajo de un árbol situado al borde de un acantilado. Esta persona viste una túnica encapuchada de color café claro y rojizo, con extraños símbolos rojos dibujados sobre ella. Parece ser que es algún tipo de prenda mágica o ceremonial por los acabados que posee. Me acerco a ella y entonces le hablo con algo de pena, pues no quiero interrumpirla.

—Hola. Disculpa, busco a un miembro de la Elite de fuego. ¿Podrías darme alguna pista sobre alguno que se encuentre cerca? Si eres tan amable. —pregunto cautelosa, pero aquella persona no parece reaccionar ante lo que le he dicho. Debe de estar muy concentrada en su rezo. Doy paso a irme del lugar sin interrumpir a la misteriosa chica, y entonces me habla.

—Lo siento, ¿necesitas algo? —pregunta la voz de una mujer adulta de tono agudo y suave. Cuando volteo puedo notar su piel aperlada, su cabello rosado que cae a los lados de su rostro sin pasar más allá de su mentón y sus ojos rosas brillantes.

—No, nada. Es mejor que continúes dando plegarias al padre de las bestias sagradas. Sé que estás pidiendo por tu hermano. —Lo sé porque antes de que se levantara leí sus pensamientos para saber si me estaba ignorando. Lo único que escuché entre los ecos de su mente fueron las palabras: «cuida a mi hermano».

—Gracias, mujer —agradece para volver a dar sus plegarias.

Regreso por donde vine, pues la senda acaba en este punto. Tomo el otro camino que parece llevarme a una parte más alta de la montaña, recorridas mas bifurcaciones hasta encontrar la forma de continuar subiendo.

En el camino me hallo con una mujer de estatura media, piel morena, cabello negro largo hasta la mitad de su espalda que posee por enfrente un flequillo que le cubre hasta sus cejas y parte del ojo derecho, pues aquel está peinado hacia esa dirección. Viste de manera juvenil y casual, parada ella enfrente de una estatua de Arctoicheio, cruzada de brazos y con los ojos cerrados.

La mujer se llama Monica Lindqvist, se trata de una bruja de Extravaganzza que viene a pedir consejo para eliminar los eventos de la luna carmesí de su reino, pues están afectando de una manera sin igual a dicho reino.

Al reanudar la ida por la senda me topo ahora con un mago de Techtra. Sé que pertenece a la ciudad mágica porque reconozco sus ropas de tonos azules, además me parece familiar su atuendo, es posible que sea un uniforme de guardia del castillo de Parada. Lo saludo como a los demás con las mismas palabras y haciendo las mismas preguntas, mas parece ser que nadie sabe sobre algún miembro de la elite. Él es un hombre alto de cabello castaño, piel clara y complexión algo delgada. Sus ojos son negros y su mirada es bastante fría.

Vemae Fon’Vah es el nombre del mago, quien reza a Pridhreghdi para que le comparta secretos de la tecnología que usan los dragones. Lejos de parecer algo bueno, se nota que el sujeto desea la información para adquirir fama o fortuna. Hay mucho ego involucrado en sus deseos.

Encuentro a otra persona, quien está al lado de una estatua de Arctoicheio.  Se trata de un hombre de piel oscura muy alto y de ojos verdes claros; sus ropas son de color esmeralda y algo ajustadas a su cuerpo; no posee pelo, en lugar de eso, de su cráneo, brotan ramas cafés con hojas que hacen la ilusión de una cabellera, además que, en otras partes de su cuerpo como sus brazos, también posee algunos tallos cortos. Esta persona parece ser un elemental.




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