Cacería de Cenizas

Decimocuarto Asecho: Identidad

Los recuerdos que mi amigo dejó para mi me puso algo muy claro. El piromante azul encapuchado es un enemigo temible y tiene un plan bien elaborado. No está yendo por ahí buscando a los miembros de la Elite de fuego para matarlos. Sabe dónde se encuentran, sus debilidades y como atormentarlos.

Una vez que le di la vuelta a los recuerdos que Joseph, llego hasta el monte Fuchenest de nuevo. Me convierto en zorro y corro hasta la pared que está cerca de donde vi a Declan, lo que me hizo tomar mi primera desviación real hacia la cima.

Me coloco las garras en ambas manos, salto lo más alto que puedo gracias a mis botas y clavo mis manos en el muro de tierra con gran facilidad. Luego dejo caer mi cuerpo para ver si el instrumento puede aguatar mi peso y así es. Éste sin duda es el mejor regalo que me pudo dar mi amigo. Subo clavando una y otra vez las garras en la pared mientras avanzo hasta llegar cerca del templo de la protección y purificación. Es mucho el tiempo que me ahorro escalando la pared, sin dudas llegaré con Annastasia en unas pocas horas.

Sigo abriéndome camino decidida a llegar hasta la cima de Astral para poder estar con mi amiga sin importar qué, y conforme más avanzo por Conflicto, las nubes que cubren la cima de la montaña comienzan a volverse grises, mientras que el viento sopla cada vez más fuerte y la lluvia comienza a caer. Cuando llego al valle del límite la tormenta eléctrica ya había comenzado, el mismo escenario está montado, pero ahora no hay forma de que la naturaleza pueda detenerme.

Escalo Astral, y entre más subo, la tormenta se turna más feroz, como si la misma madre natura intentara tirarme de donde estoy, aunque sus esfuerzos son en vano. El viento me pega en la cara, el agua helada recorre ya mi húmedo cuerpo, la luz de los relámpagos me ciega una y otra vez; aun así, todo esto no es más fuerte que mi voluntad, mi determinación de llegar. No doy un sólo paso en falso al subir por la pared que representa Astral, al contrario, entre más avanzo por ella, más fuerzas me da para continuar. Sin importar que tan duro me éste atacando el monte, no dejo que éste me venza.

Siento cómo la presión del ambiente disminuye. Empieza a ser algo difícil respirar arriba del monte Fuchenest, y con el esfuerzo físico que estoy empleando todo comienza a volverse aún más complicado; además, el clima se está turnando muy frío y yo me encuentro empapada. Sé que Annastasia logró subir, y si ella pudo, estoy segura de que también podré, tengo fe en ello. Aunque vea hacia arriba y no pueda ver un fin, sé que existe, las dudas vienen a mí, pero no dejaré que me dominen, no ahora.

Por fin, después de una escalada muy sufrida, la lluvia se va calmando. Logro pasar por encima de las nubes de tormenta hasta llegar a un hermoso cielo negro repleto de estrellas, bellas formas y luces de colores por doquier. Estoy llegando a los límites de Astral.

El lugar es bastante extenso en la cima. Aquí arriba ya no hay un sólo árbol. Las únicas plantas que puedo ver son el pasto que se mece gracias a una delicada corriente que sacude mis ropas y cabello también. Hace mucho frío, pero la paz que se respira es increíble, ni siquiera las plumas de colores que se encuentran en el Tenebrarum mundi me han hecho sentir así.

El cielo está bañado de estrellas. Jamás había visto el espacio exterior con tanto detalle desde nuestro planeta en horario nocturno, por más alejada que estuviera de la civilización, siempre me di a la idea de que nunca podía apreciar bien todo el exterior; pero aquí la vista hacia la galaxia es utópica. Cada constelación, cada planeta, cada sol es visible desde donde me encuentro, no tanto como se vería desde un telescopio, pero sí es posible ver cómo el manto estelar cubre toda la superficie del cielo y lo llena de maravillosos colores que se destiñen a la distancia en un rio de piedras preciosas apiladas.

Esto es lo que nuestros ancestros percibían en el cielo, no ha cambiado para nada, aunque hayan pasado ya miles de años.

El observatorio de Astral es un edificio de un color azul metálico. Puede verse una cúpula por encima de él, mientras que la construcción es cuadrada en su totalidad y tiene otra sección más atrás que parece ser un poco más pequeña, misma que no está dentro de la cúpula, sino que es otra extensión del observatorio en sí.  Las paredes de la construcción tienen dibujadas por encima de ellas muchas constelaciones con los nombres de cada estrella al lado, escritos en un idioma que no alcanzo a distinguir desde aquí.

Camino por una vereda de azulejos del mismo color del edificio que lleva hasta la entrada de éste, en donde me topo con dos pilares griegos que poseen en la cima estatuas del gran amo Pridhreghdi idénticas a las que ya he visto antes en el monte, pero hechas del mismo material que el observatorio. Entre ellas hay un monolito con palabras escritas en otro idioma que no conozco, el mismo que vi en la Torre del comienzo y en mi supuesta tumba, por lo que ya es más que obvio decir que se trata del idioma de los dragones.

Al acercarme a ver las letras, éstas cambian y se transforman en mi idioma natal. El monolito reza:

«Bienvenida seas al Observatorio de Astral.

 La familia Pridh se enorgullece en presentar la construcción más preciada de Nasgyun Hion (Nas’Hi) Kha Pridhreghdi, quien con la ayuda de su nieto Tyndall Nas Pridhreghdi, fundaron este maravilloso lugar dedicado al estudio de los cuerpos celestes.

El Observatorio puede ser usado para múltiples tareas, además de la investigación de los astros, pues posee varias salas recreativas para diferentes objetivos.

Aquellos que han de llegar por primera vez hasta aquí deberán pasar un cierto número de pruebas para determinar si son dignos de aprovechar las capacidades del Observatorio para su beneficio propio y de la familia Pridh.

La curiosidad es la fuente principal del conocimiento y la sabiduría; que de ella crezca el árbol qué dará los frutos de los descubrimientos del mañana».




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