Cacería de Cenizas

Decimoquinto Asecho: Amistad

Todo sucedió tan rápido que no me dio tiempo ni de reaccionar. Vi al piromante encapuchado de frente, esta vez dispuesto a combatir contra mí. Comprobé que Annastasia sí está aquí y sigue con vida a diferencia de Joseph, pues dudo que tenga un pacto raro o algo parecido. Al igual que me pasó con Viorica, he llegado justo en el momento del ataque del piromante azul.

Estoy anonadada, con mi espada en manos y la sensación de la piel de mi amiga entre mis dedos. No sé si estar alegre por ver a Annastasia y su noble sacrificio o si llorar porque ésta será la última vez que vea a mi amiga, y es probable que no hay nada que pueda hacer ya para ayudarla.

Mi primera reacción fue gritar: «¡Annastasia, no!». Luego correr hacia la puerta de la siguiente sala, la cual golpeo con mis puños intentado abrirla, también uso mis demás habilidades; pero parece que el sello que tiene por encima protege dicha entrada de cualquiera de mis ataques. Annastasia se aseguró de que yo no la siguiera, ni que el piromante azul escapara. Si quiero ayudarla debo encontrar otra entrada por algún lado cercano a éste lo más pronto posible.

Puedo ver que cerca hay una especie de rendija que me da visión de un pasillo donde es visible otra puerta. Ésta debe llevarme a la habitación que mencionó Annastasia antes de encerrarse con nuestro enemigo. Se supone que debo usar un espejo que se encuentra ahí adentro para salir del observatorio y así ir a buscar a Kantry. No obstante, no quiero abandonar a Annastasia, es una persona muy importante para mí y lo correcto sería ir a por ella para poder escapar juntas, en lugar de sólo dejarla morir.

Pero eso significaría desobedecer lo que me dijo y puede que llegue tarde para salvarla, lo que haría su sacrificio en vano. No puedo elegir entre mis dos amigas, el piromante encapuchado está muy cerca, sé que es capaz de derrotar a Annastasia, aunque conozco las increíbles habilidades de mi amiga y estoy segura le dará batalla. Esto último es predecible con sólo ver lo que logró hace unos momentos sin problema alguno. Es posible que pueda resistir hasta que yo llegue a ayudarle.

Sé que se molestará, pero no me importa, debo intentar salvarla o si no jamás podré estar a gusto conmigo misma de nuevo. Todo esto lo pensé al momento que busco cómo abrir aquella rendija, aunque después de continuar por la habitación me vi en el espejo durante unos momentos y pensé: «¿Qué harías tú si le pidieras a Annastasia lo mismo que ella me acaba de pedir?». A mí me gustaría que me hiciera caso y continuara su camino para encontrar a Kantry.

Hay tantas cosas que debo considerar, como el tiempo que le tomará al piromante llegar hasta Kantry después de derrotar a Annastasia, cuanto me tardaré en arribar a la maldita habitación siguiente y de ahí hasta donde se supone que mi amiga se encuentra bajando por un lado del monte Fuchenest que desconozco. Me gustaría analizar cada detalle y poner todo sobre la mesa, pero con tan poco tiempo para hacerlo sólo me causa estrés pensar en ello.

Una vez que encuentro el interruptor y la rendija se abre, corro lo más rápido que pude para llegar hasta la puerta y pasar al otro lado. Lo que hallo es justo lo mismo que describió Annastasia: una habitación extensa. No posee nada más que un enorme marco cuadrado pegado a la pared, de unos cuatro metros por lado. Éste es de color plateado y tiene grandes estrellas blancas formadas en todo su ancho.

Dentro de este singular objeto se encuentra un espejo no muy peculiar, se ve igual a los que están en las paredes de las otras habitaciones, mas éste da la impresión de ser más viejo, sobre todo al tocarlo y sentir su textura, la cual no es por completo lisa.

Annastasia me dijo que deseara salir por la parte trasera del observatorio con todas mis fuerzas, al mismo tiempo que toco este extraño objeto, pues al hacerlo conseguiría encontrarme a fuera del edificio en dirección a la casa de Kantry. Por desgracia, mi mente está aún indecisa sobre qué debo hacer. Por más que pienso en querer ir a las afueras, una parte de mí desea ayudar a Annastasia. Yo amo a mis dos amigas igual. No puedo elegir entre ellas. No puedo usar el espejo, no así.

—Decisiones, decisiones. ¡Decisiones! —escucho una extraña voz detrás del espejo, y cuando volteo a ver qué es, noto cómo la auraforma del amo Pridhreghdi se precipita desde el reflejo hacia mí, quien termina chocando con el espejo del otro lado, como si fuera un cristal transparente que nos separa. Aquello crea un estruendo y me asusta a tal punto que caigo hacia atrás del espanto—. ¡Ja, ja, ja! ¿Quién creíste que era? —pregunta el dragón arcoíris mientras se burla de mi reacción. Poco después me pongo de pie lentamente y lo veo de frente.

—¿Qué es este espejo? —Hago la pregunta que al momento me pareció la más adecuada, pues no tiene caso confirmar si me estaba vigilando o no. A este punto eso es algo más qué obvio.

—¿Es en verdad lo qué te importa? ¿El génesis de este extraño artefacto? ¡Ja, ja, ja! No me hagas reír, mujer. No tiene relevancia lo qué es, sólo que fue creado por Anthur al igual que toda su larga línea de artefactos. Lo que sí es importante es que no puedes usarlo porque tu mente no te deja decidir qué hacer. ¿Qué decisión piensas tomar, piromante? —dice el dragón, alegre, y me mira desde el reflejo del espejo, cuya sonrisa se vuelve más macabra.

En este momento no estoy de humor para atender a los deseos del dragón. Aunque puedo dilucidar por qué se hizo presente. Estoy segura que él sabe que pasará. Sé que no puedo elegir entre dos personas a las que amo, me es una tarea imposible de realizar. La persona que soy no puede dejar morir a una de ellas por más que lo intente pensar. Quiero seguir las órdenes de Annastasia y hacer valido su sacrificio; pero si lo hago, entonces no podré perdonarme jamás por no haber intentado salvarla. No obstante, si voy a intentar ayudarla y el piromante ya acabó con ella, entonces todo habrá sido en vano.




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