Cacería de Cenizas

Decimonoveno Asecho: La Fortaleza de las Ánimas

Oscuridad. Un vasto manto de tinieblas rodea cada lugar hacia donde uno voltee. Un silencio hueco comprende el sitio y comprime el poco aire que flota alrededor, hace difícil mi respiración al momento de recorrer el espacio con mis pies descalzos.

El frío se hace cada vez más pesado en mi entorno. Mi piel se siente muy helada y mi corazón comienza a latir más y más rápido conforme pasan los minutos, los segundos, los instantes.

Un sonido, largo y tendido, choca una vez a la distancia; cae arrastrando pena, dolor y angustia. Un alarido, fuerte en el olvido, indistinto en este abismo.

Un horrible sentimiento que sube desde tus tobillos hasta tu cabeza recorriendo tus piernas, caderas, espalda y cuello, como si fuera un gigantesco ciempiés que arrastra cada una de sus patas hasta llegar a la cima.

De nuevo se escuchó, pero ahora un ruido, un golpe tremendo al suelo; metálicos ecos se esparcen por todo el vacío rebotando en invisibles paredes negras que se acercan cada vez más. La tensión aumenta, el frío se vuelve más intenso, la oscuridad palpita como el corazón de un monstruo que se acerca a su víctima, cazándola y poniendo ante sus ojos sus últimos momentos de vida.

Una luz se hace presente. Es fuego púrpura. Llena el lugar por todos lados incluyendo mis alrededores, mas no me hace algún tipo de daño; muy por el contrario, me trae alivio. Pero entonces, enfrente de mí, puedo ver su figura dándome la espalda. Siento una profunda tristeza dentro de mí. El fuego la rodea, no la toca, y cuando voltea a verme, observo su rostro afligido, sus ojos cerrados, dejando caer lágrimas rojas.

«Lo siento. Por favor, perdóname», pienso.

Ella abre los ojos, grita con mucho dolor y se prende en llamas, al mismo tiempo que me cubro el rostro con mis manos manchadas de ese cálido líquido, satisfecha por una sensación placentera y obscena.

Me levanto de la cama después de ese terrible sueño. Para unos tal vez una pesadilla, pero para otros sería descrito mejor como un terror nocturno, pues grité y me froto las manos una y otra vez, como si aún estuvieran manchadas. Las veo ya de frente y me doy cuenta de que todo fue sólo otro juego sucio de mi mente.

Miro alrededor mientras respiro profundo, sintiendo cómo el aire de la habitación y sus no tan agradables olores entran en mis pulmones, me llenan de una paz que extrañé por mucho tiempo. Aún estoy en la casa de mi amigo, en su habitación, pero siento que dormí más tiempo del que debía.

Cuando llegué a la habitación vi que su consola portátil aún seguía aquí, así que uso mis poderes psíquicos para traerla a mis manos; ya una vez en mi posesión, la abro y enciendo. En ella se encuentra la fecha del día de «hoy», supuestamente, marcada como el día 01 de julio del 2016.

Si el tercer juicio se efectuó el día 27 de junio del 2015 (pues según las historias que cuentan todos, cada juicio tardó un día hasta el tercero; el primero se inició el día 25 de junio del mismo año), entonces desde el 27 de junio esta casa se quedó congelada en el tiempo por cómo las cosas están conservadas, y significa que he estado dormida durante tres días enteros. Eso quiere decir que tengo sólo unos tres días más para prepararme hasta que pueda ir con Nono. Es más que suficiente para mí.

Mis heridas están sanando. Aunque el sello maldito de fuego azul no me cura como a los demás, me ayuda a sanar mucho más rápido que un ser humano normal. Aparte, las heridas no me dejan cicatrices al regenerarse.

Salgo de la cama, busco un par de pantuflas viejas que el dueño siempre dejaba bajo la cama y al sentirlas con la mente, las saco de ahí debajo con mis poderes psíquicos, mientras tomo con estos mismos una camiseta grande para usarla como camisón. Me coloco las zapatillas suaves, el atuendo de color verde botella con la imagen de un gorila con corbata roja pensando en un racimo de plátanos y me dirigí hacia las escaleras.

Si el lugar estuvo congelado en el tiempo todos estos años, el refrigerador debería seguir aún algo frío, y para mi sorpresa, de alguna manera, todavía hay algo de energía eléctrica en la casa, pues lo escucho trabajar desde que voy bajando a la sala. Recuerdo que esta familia había invertido en una fuente alternativa de energía por si la luz se iba, pero ¿quién la activó si se supone que antes de que este lugar fuera paralizado la energía eléctrica seguía funcionando? ¿O no fue así?

«No me había puesto a pensar qué le pudo haber pasado a su familia. Una tragedia, en verdad».

Abro el refrigerador y encuentro una gran cantidad de comida, muchas cosas ya preparadas. Además, hay muchos ingredientes con los cuales puedo cocinar usando mi propio fuego y los utensilios de cocina que hay aquí; decido por esta vez sólo calentar un poco de picadillo y sopa de fideos. No estoy con muchas ganas de preparar alimentos, no al menos esta primera vez.

La sazón de la señora era muy buena, por lo que intuyo que será una comida deliciosa. Así que abro el microondas que está en la barra que separa la cocina y el comedor para disponerme a calentar el alimento ahí; pero entonces recordé que, si uso esto, la comida podría saber algo mal, por lo que tomo dos sartenes, pongo fuego púrpura en los quemadores de la estufa y parte de la batería sobre ellos. Vierto la comida y la caliento a la antigua conservando en ella su sabor.

Mientras meneo el contenido de ambos sartenes con una palilla que encontré en un cajón cerca de la estufa usando mis poderes psíquicos sobre el instrumento, le doy la vuelta a la cocina con la mirada, hasta que veo la puerta que antes llevaba al patio del hogar, donde ahora está un cuarto con una cama, un espejo de cuerpo completo se halla recargado en la pared y un baño con regadera se encuentra en la parte de atrás, apenas terminado.

Me paseo por el lugar y noto algunas cosas aquí tiradas, como: rollos de papel higiénico, un par de toallas, cosméticos y algunas prendas femeninas. No entiendo porque se encuentra esto aquí, pero supongo que tiene que ver con los últimos problemas que hubo en este lugar, esos que ni él ni yo pudimos presenciar o tan siquiera saber de ellos, excepto que el problema mayor. Ese hombre, por fin se había ido de sus vidas.




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