Cacería de Cenizas

Vigésimo Asecho: Fantasía Luminosa

Al abrir el portón con ambas manos, una luz anaranjada sale de la habitación, cegándome, por lo que tengo que cerrar mis ojos y retirar el rostro, mientras me doy paso a través de aquel haz luminoso.

De pronto, cuando por fin logro separar las puertas por completo usando mis poderes psíquicos, siento algo extraño, algo que viene hacia mí a toda velocidad desde el largo pasillo. Por lo que salto hacia atrás y materializo las botas de Herald con los tacones de Pethe en mis piernas sacando las piezas esenciales de la capa invisible y colocándolas donde debo. Con ello, logro recrear este poderoso calzado para usarlo en el aire y poder retirarme con gran velocidad a la izquierda esquivando lo que sea que haya sido disparado en mi dirección.

Al voltear a ver de qué se trata, veo cómo varios pequeños dragones de luz salen del largo pasillo, esparciéndose por todos lados y recorriendo la Fortaleza de las ánimas sin problema alguno. Estas formas de luminosas convierten todo en un espectáculo de luces y colores. Aquellas son auraformas y me parece saber quién las debe estar invocando: aquel dragón arcoíris, el auraforma de Pridhreghdi que me ha estado ayudando en mis viajes. Tengo el presentimiento de que quiere ponerme una especie de prueba o algo así antes de llegar a mi destino.

Acepto el desafío y camino hacia la puerta para luego correr en el largo pasillo alfombrado. A este se le conoce como «las memorias de fuego abandonadas». Éste representa todo el pasado de la Elite de fuego por medio de los cuadros pintados por Marcia que se aprecian a su longitud, cosas que tal vez no queremos recordar con mucho gusto; pero están aquí para demostrar que, a pesar de todo, nos hemos levantado y convertido en lo que seriamos hoy: más fuertes, más inteligentes, más humanos.

Numerosos dragones luminosos recorren el pasillo intentando salir de él, mientras que yo voy «contra corriente», pues mi objetivo es llegar a la fuente de dónde ellos parecen estar brotando. No están escapando, pues se notan muy alegres de poder recorrer este sitio.

Todo me parece maravilloso, la cantidad de rayos de luz es impresionante y la combinación juguetona de las auraformas es casi indescriptible; pero algo organizada a lo largo del pasillo, pues las luces hacen de este recorrido una verdadera fiesta llena de largos y coloridos espectros brillantes que bañan el gótico lugar, mismo que convierte el ambiente pesado y tenebroso en uno repleto de vida y alegría, algo con lo que no he relacionado mucho a éste ser de increíble poder y presencia negativa llamado Pridhreghdi.

Cuando llego a la mitad del lugar, una radiante luz blanca aparece enfrente de mí, la cual manifiesta al gigantesco dragón arcoíris que me ha estado siguiendo en mis viajes. Me detengo al verlo y el continúa volando hacia la sala común, le da la espalda a ésta.

—¿Qué pasa? No me digas que ya te rendiste, mujer. Estás tan cerca de terminar con este recorrido ¡Vamos! ¡Corre, salta, esquiva! Éste es el último escenario que tendrás antes de la batalla final, éste es tu última gala. Así que aprovecha y has que tu cuerpo saque de sus venas la danza asesina que llevas dentro, ¡ja, ja, ja! —dice aquel ser con una voz llena de emoción y euforia. Se nota en verdad que este acontecimiento le divierte más que todo, algo que no me parece gracioso en lo absoluto, por lo cual no puedo evitar poner un rostro lleno de enojo.

Uso la propulsión de las botas para intentar alcanzarlo, pero el dragón usa su propia velocidad para mantenerse a distancia de mí cuando el efecto de los tacones se acaba, se carcajea al ver mi intento por alcanzarlo y ve mi rostro lleno de furia a la par que él tiene dibujado en el suyo una gigantesca sonrisa llena de un torcido sentimiento de felicidad.

—Veo que por fin has recuperado tus recuerdos, tu esencia, quién tú eres. Ya es tiempo que el fuego púrpura y azul choquen en una amalgama de poder. Es hoy el día en el cual el destino de «El reino del fuego» será definido de una vez por todas. Avanza hasta la puerta que antecede la sala común de la Elite de fuego. Ahí te estaré esperando, ¡ja, ja, ja! —Sigue diciendo el dragón de aura colorida y se vuelve un gran haz de luz que se dispara hacia enfrente de mí, donde la puerta debe de estar. Al irse deja detrás de él un montón de proyectiles de los siete colores del arcoíris. Dichos son disparados en todas direcciones, los esquivo usando la propulsión de los tacones sin mucho apuro.

La auraforma desea algo. Estoy segura que es algún tipo de petición que no me va a agradar, aunque también es posible que me ofrezca su ayuda como ya lo ha hecho en el pasado, cuando me he encontrado en apuros.

Llego hasta el frente de la titánica puerta, dónde un símbolo de la familia Pridh la cubre. De éste todas las auraformas que recorren y llenan la Fortaleza de las ánimas están saliendo. Al acercarme a él, emerge el guiverno de colores y vuela erguido por enfrente de mí, me ve con el ceño fruncido y una imponente sonrisa.

—Veo que te has esforzado un poco en llegar hasta aquí. Dudo que exista otro humano en estos momentos que pueda esquivar las balas de las auraformas de esa manera tan elegante. Sin duda hay otros más agiles que tú, pero no tan llenos de gracia. Eres sorprendente, mujer, una verdadera creación de poder y elegancia pura, algo que distingue bien a nuestra familia. —Comienza a decirme el dragón deteniendo la venida de las otras auraformas por medio del sello de los Pridh.

—¿Es acaso esa la razón por la cual me llaman «la elegida por el amo dragón»? —pregunto a aquella auraforma viéndola desde el suelo. Al escuchar esto, la auraforma pega una carcajada al aire, luego me ve entrecerrando sus iluminados ojos blancos.

—Conque ya los chismes corren. Pues podría decirse que sí, conlleva muchas cosas dicha elección, no creas que fue sólo eso. Ha sido un largo camino el que has tenido que recorrer para que mi familia por fin haya puesto los ojos en ti, mujer. Aunque me temo que todos han malinterpretado lo hecho, no deja de ser impresionante —contesta el dragón sin pena o alguna intención de ocultar la verdad.




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