Cacería de Cenizas

Último Asecho: La Promesa

Annastasia, Kantry, Ken, Joseph, Maynard, Marcia y Herald ven cómo el fuego púrpura y azul chocan en por en medio de la sala común de la elite, de donde se extienden fuertes corrientes de vientos helados que se estrellan en las orillas de la habitación formando retorcidos torbellinos que agitan las ropas y cabellos de todos los presentes, incluido la de los cadáveres de aquellos quienes han caído en batalla.

Las llamas azules que salen de las paredes de la sede revolotean, las risotadas del piromante y las mías hacen ecos infinitos en cada rincón del lugar y nuestra energía provoca una luz infernal que ciega poco a poco a sus creadores dejando por detrás toda la maldad que nuestra humanidad puede acumular e iluminando tanto nuestros corazones como nuestros cuerpos.

Aquella luz se extiende y emana un poderoso haz de energía que hace estallar la unión de las llamas sagradas. El poder de esta explosión nos golpea tanto a mí como a mi enemigo con tal fuerza que quema no sólo nuestros atuendos, sino también parte de nuestros cuerpos.

Caigo al suelo y soy arrastrada en él, aun viendo la poderosa luz que habíamos creado deformándose y mutando múltiples veces en tonalidades de nuestros fuegos, todavía expulsando esa energía y aire antes mencionado. Una gran nube de escombro se levanta por debajo de ella azotándose sobre mí, hace que me cubra el rostro con mi mano derecha, donde sostengo mi espada allí tirada en el suelo, llena de tierra y heridas.

Me paro a duras penas, sé que mi oponente debe seguir de pie, por lo cual debo aún pelear, pues esto no terminará hasta que vea a mi enemigo derrotado, pero al alcanzar a estar algo recta, de la nube de polvo surge el piromante a gran velocidad dándome un golpe en el rostro con su puño derecho. El ataque es inesperado, no creí que algo así fuera a pasar, menos de este hombre.

Aquel puñetazo me logra arrojar al suelo. El piromante no posee fuerza sobrehumana, por lo que no me lanza lejos o algo parecido, tan sólo yazco en el suelo gracias al inesperado ataque. Una vez abajo, el hombre encapuchado patea mi brazo derecho para quitarme mi espada y así moverla lejos de mí usando su piromancia, la cual se ve algo débil.

—¿En verdad creíste que ya me habías vencido? —grita el piromante, al mismo tiempo que me patea el estómago y me mueve un poco hacia delante de él—. Jamás podrás derrotarme, entiéndelo. Eres débil, tus amigos son débiles, tu elite es un fiasco. Ninguno de ustedes está a la par del poder del fuego azul —sigue repitiendo y pateándome una y otra vez en el estómago, la espalda, las piernas, los brazos y el rostro. El piromante comienza a hacerme moretones en todo mi cuerpo, saca sangre de mi boca y nariz, además, me deja morado uno de mis ojos.

—¡Líder! —grita Annastasia poniéndose de pie y empuñando su báculo hacia el piromante.

—¡No! ¡Tu trabajo es protegerlos, no lo hagas! —ordeno a mi amiga a todo pulmón, sólo para recibir otro golpe en el pecho. Es así como el hombre de la capucha me hace callar.

Luego, este inhumano patán se acerca a mí viendo cómo apenas puedo respirar por su último golpe, toso a duras penas expulsando sangre de mi boca. Ya enfrente, el piromante se pone en cuclillas y me toma del cabello, me levanta a la par que él se coloca erecto en su postura.

—Aquí es donde todo se acaba. Ahora voy a matarte, después mataré a cada uno de los miembros de tu querida Elite de fuego y acabaré con todo este lugar. Usaré el fuego azul que está aquí para emplearlo contra el mundo y así cumpliré mi sueño de construir ese Reino del fuego que tanto he anhelado —comenta sus planes el piromante cargando una poderosa llamarada en su brazo izquierdo, la cual piensa usar para terminar de matarme—. No dejaré que escapen, nadie puede salir o entrar de esta habitación. Ya es el final. Hiciste un buen trabajo y te esforzaste, te admiro por eso. Aunque sigues siendo patética para mí, para ser un piromante. —Termina de decirme aquel hombre, justo cuando la poderosa luz que formaba nuestras piromancias por fin se está apagando, cuando todos ven con las esperanzas rotas mi final.

Un destello es creado de aquel choque de llamas azules, dicho ciega a todos en un momento en el cual todo iba a terminar. ¿Terminó acaso?

El fuego azul atravesaría mi cuerpo y lo haría añicos. Todo por lo cual peleé alguna vez se convertiría en cenizas azules y sería olvidado en el tiempo. No volveré a ver a mis amigos, a mis camaradas de la Elite de fuego, a las nuevas personas que conocí en Gaia II. Todo aquello se desvanecerá en un instante. Todo por lo cual luché, por lo que sacrifiqué mi felicidad, y vida se convertirá en nada, en cenizas.

Nada ya importa, el viento sólo seguirá soplando. Perdónenme amigos, les he fallado. Al final termino siendo yo quien se volvió cenizas al final de la cacería.

La luz se despejó al fin.

Pasaron los segundos más largos de mi vida. La última lágrima cae de mi rostro y entonces abro mis ojos para encarar mi destino de frente, para contemplar cómo el fuego azul acaba conmigo.

Mas lo que veo es algo muy distinto. Caigo al suelo, la mano que sujetaba mi cabello me ha soltado, el cuerpo del piromante ha sido partido por un haz de luz, el cual lo divide en dos en diagonal desde su hombro derecho hasta su cadera. La expresión en el rostro de aquel hombre ha cambiado de una llena locura a una repleta de terror.

Me desplomo en el suelo y sostengo mi cuerpo con mi brazo derecho para levantar el rostro y ver detrás del piromante, a la par él también voltea a ver quién está detrás de él, qué es aquello que lo ha lastimado.

Se encuentra ahí parado usando una chaqueta negra con varios dobleces por enfrente, un pantalón de mezclilla celeste bastante roto. Sus dos largas espadas katana brillan con una poderosa luz: una de color rojo y la otra de color dorado. El cabello del joven se mueve suave al igual que sus ropas y su silueta resplandece bajo la luz de las bestias sagradas. Xeneilky se ha hecho presente.




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