Pasaron los minutos, pero parecía que el sedante era bastante fuerte. Eso era algo preocupante, ya que algo que muchas personas no saben es que el sedante afecta a los hombres lobo durante la luna llena, haciéndolos o más débiles o más fuertes. Ninguna de las dos opciones era buena, así que el sedante debía pasar pronto.
El coche se detuvo. Alfred, mi chófer, me abrió la puerta y me dio la mano, ayudándome a bajar.
—Hazme un favor, Alfred. Dile a los muchachos que bajen al lobo y lo lleven a la habitación de seguridad —le ordené con un dejo de seriedad en mi voz.
—¿Cree que sea agresivo, señorita? —preguntó.
Yo lo pensé un momento. Desde mi experiencia, había hombres lobo muy agresivos o muy dóciles, pero jamás se sabía.
—No lo sé con certeza, pero... —miré al hombre lobo por el rabillo del ojo—. Nunca se es demasiado cuidadoso.
—Sí, señorita, le avisaré a sus hombres.
—Gracias, Alfred.
Caminé hacia mi hogar. Este no era una mansión gigante; no me gusta llamar tanto la atención por motivos de mi trabajo. Es mejor mantenerse distante, pero tampoco era pequeño. Aquí podrían vivir unas 30 o 40 personas, y eso era más que suficiente. Entré por la puerta y me topé con Yudi, mi criada de confianza.
—Bienvenida, señorita Bernard —me saludó Yudi, apresurándose a tomar el abrigo de peluche blanco alrededor de mis hombros.
—Gracias, Yudi. Por favor, avisa a la cocina que ya cené y prepárame un baño caliente.
—Sí, señorita. De inmediato —dijo antes de desaparecer rápido hacia la cocina.
Fui directo a mi habitación. Estaba cansada y algo estresada. Tenía cosas importantes por hacer. Primero debía descansar: trabajé todo el día y después fui a esa ridícula subasta simplemente por un sujeto que ni siquiera parece querer cooperar. Pero quién sabe, tal vez al final acepte. No lo sé. Después debo ver cómo rayos conseguir una estrategia para poder sacarle la información que necesito de ese hombre lobo.
—¡Ahg! —hundí mi cara entre mis manos, estaba algo estresada ya.
Llegué a mi habitación y, al entrar, pude oler el aroma a rosas que salía del baño.
—Su baño ya está listo, señorita —me avisó Yudi.
—Gracias, querida. Ve a descansar.
Yudi me dio una despedida silenciosa con la cabeza y después se fue.
Me dirigí al baño y, después de dejar ese hermoso vestido a un lado, me sumergí en el agua caliente con pétalos de flores. Debo admitir que ayudó en algo al estrés, pero, aun así, la tensión seguía allí.
—Siento que olvido algo... —di un suspiro. Había algo que me molestaba desde que llegué, pero ¿qué era? El recuerdo vino a mí como un shock—. ¡Yudi!
Me apresuré a salir de la tina y me puse mi bata antes de salir apresurada de mi habitación.
—¡Señorita! ¿Qué sucede? —me preguntó Yudi, algo preocupada.
—¡Ahg! Olvidé por completo a mis cachorros. Debo ir a ver cómo están.
Ni siquiera dejé a Yudi hablar antes de empezar a caminar a su lado, pero su mano sujetó mi muñeca con delicadeza, y no pude dar otro paso.
—No creo que sea buena idea, señorita. Ellos ya están dormidos, y nos costó bastante, créame, sobre todo con Teodoro.
Esa respuesta se me hizo muy lógica.
—Tienes razón...
—Vaya a descansar, señorita. Se nota que lo necesita.
Básicamente volví a mi habitación porque Yudi me arrastró hasta allí. No sentía las suficientes fuerzas como para ponerme la pijama, así que simplemente me tiré entre mis cómodas y suaves sábanas de seda y me quedé dormida entre ellas.
~°~°~°La mañana siguiente ~°~°~°
Desperté con los rayos del sol chocando contra mi rostro a través de mi ventana, pero ese despertar gentil y pacífico no duró mucho tiempo.
—¡Señorita! —Yudi entró a mi habitación con la respiración sobresaltada y agitada—. ¡Señorita, el hombre lobo despertó y se volvió loco dentro de la habitación!
Al escuchar eso simplemente rodé los ojos y di un suspiro. ¿De verdad? ¿Interrumpen mi mañana por algo tan trivial?
—Ya voy para allá, Yudi. Y cálmate, no es la primera vez que pasa esto —la miré con ojos severos, y después esta se fue.
Me levanté con paciencia y fui a ponerme un camisón de seda hasta las rodillas, uno de mis favoritos, una bata sencilla sobre mis hombros, y, después de ponerme mis pantuflas, fui hacia la cocina. No era la primera vez que tenía que lidiar con un hombre lobo vuelto loco, y no estaba de humor esa mañana para ponerme a pelear con él. Un buen desayuno siempre arregla las cosas, ¿no?
Al llegar a la cocina me recibió el chef.
—¡Señorita! Buenos días, ¿cómo amaneció? Aquí le tengo su favorito, disfrútelo. —El chico dejó el desayuno sobre la encimera.
Era algo simple: un croissant tostado con aguacate, queso y jamón, acompañado con un simple café negro. Para mí, eso era suficiente.
—Supe que su recién llegado ya se volvió loco —me comentó el chef.
—Sí, aún no he ido a ver qué está pasando, pero no creo que sea la gran cosa —le respondí con indiferencia.
Seguí comiendo en silencio, mirando en dirección hacia mi platillo. Al terminar, lo dejé allí mismo antes de levantarme.
—A ver, lobito, a ver cuántas garras tienes... —murmuré, algo curiosa, para mí misma mientras pasaba por un largo pasillo.
Mis pasos, aunque menos ruidosos por las pantuflas, aun así eran el único ruido, claro, aparte de los gruñidos y golpes del lobo.
Llegué a una puerta que al lado tenía un gran cristal de vidrio blindado. Pasé mis dedos por él: tenía grietas.
—Guau... Es sorprendente... —murmuré en voz baja.
Lo era. Estos vidrios eran muy difíciles de romper, tenían muchas capas de seguridad, unas 30 quizás. Fueron creados específicamente para esto, y el hecho de que tuvieran grietas por primera vez hablaba mucho de esta criatura y su fuerza. Miré por el cristal y pude ver al lobo. Se notaba que ya estaba cansado de dar tanta pelea; permanecía en una esquina de la gran habitación, agitado y gruñendo a través del micrófono.