Cada Diciembre

CAPITULO VII

SIENNA

Hoy es Nochebuena y no sé a dónde largarme. No estoy de ánimos como para sentarme a la mesa con mis padres, sonreír, agradecer por un maravilloso año y tomarnos las manos a la medianoche. Es un circo del que me quiero librar.

Estoy terminando de hacer el mercado de la semana para la hacienda esperando mi turno para pagar cuando el título de una revista llama en sobremanera mi atención.

“La verdadera compasión no solo significa sentir el dolor de otra persona, sino estar motivado a eliminarlo”

Mi mente no puede evitar volar hasta el día de ayer.

 

-Tenías razón, Sienna. A tu jefe no le importa.

Qué sorpresa. –Ya en serio, ¿Por qué compró todos los panes?

-¿Dónde está el esposo de la anciana que atiende ahí?

Trato de hacer memoria –El Sr. Wilson enfermó de cáncer hace dos años y tuvo que mudarse al continente para recibir tratamiento ¿Por qué pregunta?

-Pues le iban a quitar las medicinas sino pagaba.

-¿Cómo sabe eso? Porque si le soy sincera creí que él ya había fallecido.

-Escuché una llamada cuando entré al negocio.

James vuelve a apresurar el paso hacia el resto de los negocios y no me queda otra que seguirlo. Por lo visto las compras para reparar la aspiradora se fueron al diablo.

Cuando por fin lo alcanzo no puedo dar crédito a las indicaciones que le está dando John y a las que James está muy atento.

-Tomas esta calle, largo, cuando hayas recorrido seis cuadras giras a la derecha y tomas el sendero de las Rosas, ellos las plantan así que camina recto y verás la casa.

No creo que lo haga.

Sí, hizo algo gentil por mí, pero eso no cuenta. Soy su empleada y es probable que quiera una relación laboral decente, después de todo hago su comida.

-Muchas gracias, amigo- él deja las bolsas sobre una mesa vacía dentro del local y estrecha gustosamente las manos llenas de tierra de John –una pregunta ¿El negocio de a lado también es tuyo?

John asiente

-Véndeme treinta litros de leche.

Mientras cargo las bolsas de los panes, él lleva los garrafones de leche. Parece no importarle ensuciarse la chaqueta, que sigue luciendo más cara que toda la comida que ha comprado hoy. Porque después de la leche encargó tres pavos horneados para que lleguen exactamente a las diez de la noche, hora que por lo general se empieza a servir la cena de Navidad.

Trato de pensar en lo que sea.

Drew no limpió el patio como lo prometió porque descubrió que papá le pidió a mamá que se lo dijera.

Kristen no me ha llamado.

No he llamado a Oliver.

Le debo 100 peniques a mamá.

No quiero ser concertista de piano como sueña papá a pesar de que sí amo la música.

El aniversario de la muerte de mi abuelo es en cuatro días.

Trato de pensar en lo que sea para no darle importancia a este gesto de James.

Sus acciones le están dando una bofetada a todas mis suposiciones de que es un estirado burgués egoísta.

Trato de caminar a su lado sin mirar la sonrisa que trae. Es demasiado peligrosa. Es serena, es la sonrisa de una buena persona.

-Camina, Sienna, debemos apresurarnos.

Ni siquiera puedo rechistar, solo redoblo la velocidad de mis pasos.

Aún sigo aturdida ante este lado compasivo de él. Abre la puerta y vuelve a tomar los garrafones de leche. Como me duelen las manos descanso las fundas de panes y chocolate en unos asientos, aún huelen delicioso.

Conozco a la mujer que sale a recibirnos. Es la esposa de un amigo de papá y si mi memoria no me falla, no se han acostado. Mamá fue muy detallista con los nombres en la carta que encontré por error.

-Buenos días, jóvenes. Bienvenidos al orfanato St. Joseph ¿En qué puedo ayudarlos?

 

-Sienna, tu turno.

Regreso al ahora. Michelle, la empleada del mercado me sonríe.

Saco el dinero y cancelo. Mientras salgo quedo frente a la panadería. La compasión te mueve a ayudar al resto, la compasión también te motiva a seguir para hacer la vida de alguien un poco mejor. La compasión y el amor son lo que ha evitado que el mundo se vaya a la mierda.

En un minuto, James quiso ayudar a una anciana desconocida y sin querer, en dos minutos, terminó ayudando a más de 100 personas.

¿Y ahora? ¿Quién tendrá compasión de él?

Miro mi reloj. Son las 16:00. Debo apurarme. Reviso mi billetera y me tranquiliza ver la cantidad suficiente.



#45593 en Novela romántica

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Editado: 30.08.2022

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