Siempre he querido saber qué habrá visto Oliver en mí. Sé que no soy fea pero la gente no se enamora solo por tu cabello ¿O sí?
Es lo que no puedo evitar preguntarme cada vez que estoy desnuda en su cama.
Puedo sentir que me está mirando así que le devuelvo la mirada. Él baja sus ojos hasta mis pechos aún desnudos -¿Se te perdieron unos iguales?- enarco una ceja y el imbécil solo se ríe.
-No. Acabo de hacer gozar a unos muy parecidos a esos- los señala sin tocarlos. Yo vuelvo la mirada al frente pero su mano se traslada gentilmente hasta mi barbilla haciéndome girar para quedar nuevamente frente a esos ojos azules que me idiotizaban tanto cuando tenía 17.
Al demonio, ya voy a cumplir 20 y aún me gustan los ojos de mi ex. Vaya mierda. Mi único consuelo es que es sólo eso, un gusto. El color azul de su iris es precioso.
-¿Sienna, sigues aquí?- Oliver chasquea los dedos y yo ruedo los ojos, niega con la cabeza y aparta las sabanas de su cuerpo para ponerse el bóxer que dejo sobre la mesita de noche –A ti te pasa algo, te noto rara- cuando el bóxer está en su sitio busca en los bolsillos de la chaqueta que quedó en el piso. Saca un cigarrillo y el encendedor que le regalé un mes antes de terminar. Lo enciende y el olor a nicotina llena la habitación, inhalo un poco porque debo admitir que soy una fumadora pasiva. Mi acción no pasa desapercibida, es más, lo hace sonreír –No estás tan mal si aún te animas a fumar conmigo.
Trato de sonreírle y buscar cualquier cosa que pueda decirle. Lo que sea, menos que odio este maldito mes. El bastardo ya se llevó a mi abuelo y a Kristen. Aparto las sabanas y empiezo a buscar mi ropa mientras él me observa sentado en el filo de su escritorio aún en calzoncillos. –Tengo un problema pequeñito, no te preocupes.
-Me meto en tus pantalones, lo mínimo que quiero hacer es ayudar.
-Wow, no me dijeron que el paquete “Amigos con beneficios” incluía trabajo social- termino de abrochar mi brasier y volteo a verlo con las manos en mi cintura –En serio tengo que decirlo Oliver, porque si no lo hago moriré- una sonrisa burlona se asoma en su cara mientras baja la mano que sostiene el cigarrillo.
-Solo dispara, Angie, estoy más que listo.
-Fuiste el peor novio- lleva las manos a su pecho fingiendo estar ofendido -pero eres el mejor amigo.
-En primer lugar fui un novio decente y en segundo lugar como siempre alteras el orden de todo, Sienna. Se supone que debimos ser amigos y míranos, primero follamos y luego abrimos nuestro corazón- su tono burlón propicia que le saque la lengua. Me meto en el vestido y me paro delante de él. Oliver entiende la indirecta y empieza a subir la cremallera –Sé que quieres distraerme para no decirme que te pasa.
Carajo, tenía la esperanza de que lo dejara. Hago un rápido recorrido mental a través de mi patética vida y el problema más reciente y pequeño es…-No puedo entrar a mi correo electrónico y quiero ver mis notas del semestre.
Me paro frente al gran espejo de la habitación y él se arrima en el mismo, Oliver rueda los ojos –Sienna, eres una nerd, no sé por qué te preocupas- dicho esto camina hasta su pantalón que está en el piso y saca su celular del bolsillo.
-Tú lo dijiste, está en mi esencia de nerd.
-Debes agradecer que me caes bien- presiona las teclas y espera.
-¿Qué estás haciendo?
Oliver alza un dedo frente a mí exigiendo silencio -Hola amigo, ¿Cómo va todo?
Dejo de prestar atención a su conversación cuando me miro nuevamente en el espejo. Ahí está esa chica que incluso para mí resulta tan desconocida. El espejo me muestra a una joven alta, con caderas que debe agradecerle a su madre y ojos avellana heredados de su padre. Mi piel pálida es testigo de mi encierro y mi cintura producto de los años de gimnasia resalta en el vestido que elegí para ponerme hoy.
Me sigo mirando y de todo lo que bueno que acabo de mencionar respecto a mi apariencia lo único que me consuela es ver mis ojos.
La tristeza que encuentro ahí es el único indicio de que sigo viva.
¿Cómo llegué hasta aquí? Yo era una niña feliz, tenía un abuelo increíble, un hermanito adorable y dos padres que se amaban.
Hasta que llegó ese Diciembre y todo se fue al diablo. Ahora no me gusta estar ni siquiera dos horas en casa.
Yo sonreía y hablaba. Mucho, tanto que mi madre tenía que callarme. Estiro la mano hacia mi reflejo como si pudiera atravesarlo para traer de vuelta a esa chica. Muevo un poco más la mano, falta poco…
-¿Sienna?