Cada Instante En Este Planeta, En Esta Galaxia

El collar mágico

Los días pasan de manera muy lenta, la temporada de verano ha llegado. Decido caminar por la playa dando pasos lentos, mientras la cálida brisa arrulla mi rostro. En mi mente residen muchos pensamientos vagos acerca de mi vida. Más allá encuentro un poco de sombra, y me detengo a sentarme debajo de una palmera. Puedo observar de manera clara que a lo alto de mi derecha se encuentra un cerro en donde está el Santuario “Blanca Estrella de Mar”. Aquel atractivo turístico tiene forma de barco, por lo que acuden muchos fieles feligreses.

A mi alrededor no hay muchas personas, solo el silencio que se adueña de la playa. En frente de mí, puedo ver el infinito horizonte. Ojalá Bruno estuviera aquí conmigo observando tan majestuosa belleza. Ya ha pasado un año desde que se fue del país.

El hecho de extrañarlo tanto, me han convertido en una chica más reflexiva. Pienso en mi familia más que nada. Creo que la familia es la base y Dios la fortaleza para llegar al éxito. Es por ello que debo seguir mis sueños en este momento glorioso, donde tengo buena relación con todo mi alrededor. Espero que él también se sienta optimista por alcanzar sus sueños. Sé que eres un chico inteligente, a veces un poco raro, incluso anormal, pero perfectamente encajas en este imperfecto corazón.

Cierro mis ojos, visualizo una escena con él para sentirlo cerca. Nos encontramos en Venecia, cenando los dos solos en un barco, mientras navegamos aquellas aguas cristalinas.

—Eres excepcional, sin duda alguna. ¡Me haces feliz! —me sonrojo mostrando timidez, como si fuera nuestra primera cita— ¡Te amo mi Brunito!

—Te tengo una sorpresa —agarra una guitarra y la comienza a entonar—. Esta canción se llama Perfect de Ed Sheeran, es para ti —mi corazón late muy fuerte de felicidad y sonrío.

Otra vez, solo son alucinaciones que suceden en mi mente para no extrañarlo tanto. En mi cuello tengo el collar que me dejó de recuerdo,  siempre lo llevo conmigo a todas partes. Lo comienzo a tocar varias veces, noto algo extraño en la parte de en medio. Miro de curiosidad y descubro que en el interior de aquel digen de corazón hay una notita que dice: “Pide un deseo del corazón y se cumplirá”.

Vuelvo a cerrar los ojos, esta vez no solo pienso en Bruno, sino también en mi Niña. Quiero tenerlos a ambos de vuelta para que mi galaxia tenga sentido. Los abro, no noto ningún cambio. Tal vez, él lo puso para que en el rato que yo lo descubra me sienta bien.

El sol empieza a esconderse, el cielo se vuelve gris. Me levanto, y siento caer las gotas de agua sobre mi cuerpo. Aquel clima es mi favorito. Regreso por el mismo camino por donde vine, dando los mismos pasos lentos.

Encerrada en mi mundo, mientras camino, dibujo en mi mente los frondosos árboles del Oriente ecuatoriano, los volcanes, las lagunas de la Sierra. Incluso escucho el ruido de los animalitos de las Islas Galápagos, sintiendo la energía mágica de mi país.

Al llegar a casa, me siento un poco fatigada que luego de darme un baño de una vez caigo rendida a la cama, para entrar en un profundo sueño.

Unos golpes en la puerta, me despiertan. No me queda más remedio, que levantarme a abrir la puerta. Es mi madre, la dejo pasar.

—Samy, te busca Bruno. Está en la sala esperándote —muestro una cara de impresionada—. ¿Qué le digo?

—¿Dijiste Bruno? ­—pregunto casi tartamudeando.

—Sí, eso dije. ¿Te pasa algo? —trato de entrar en razón, no puedo creer, lo que me está diciendo.

—¿Tan rápido regresó del extranjero?, solo ha pasado un año. Él dijo, que regresaría en dos años más. —mi madre me mira de forma extraña.

—¿Cuándo te dijo eso? Apenas ayer se vieron y quedaron en que saldrían en este momento —me siento muy confundida que no se si esto es un sueño más.

Dejo suelta mi larga cabellera, y me coloco en los labios un labial mate color piel. Sin esperar más bajo los escalones con un poco de prisa. 

Mis manos están muy heladas como si estuviera en Alaska. Nada me detiene, solo camino y camino. Al llegar a uno de los muebles, me detengo. Ahí sentado está aquel individuo que por tanto tiempo había echado de menos, en sus piernas tiene a mi Niña.  

No sé si reír o llorar, quedarme ahí, o ir hacia aquel asiento. Comienzo a dar pasos muy lentos. De pronto ya me encuentro en frente de ellos.  

—¡Bruno! ¿Eres tú? —me acerco y con una de mis manos, acaricio el cuerpo de mi Niña.

—¡Soy tu Romeo encantador! jajaja  —se ríe de forma burlesca— Soy yo, mi amor. Aquí te traigo a tu perrita. Mientras venía hacia acá, se cruzó en mi camino y casi la atropello. Gracias a Dios no le pasó nada.




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