Cada Instante En Este Planeta, En Esta Galaxia

Una inesperada enfermedad

Después de tener la consulta, me envía a realizar unos exámenes con urgencia. Ahora que los exámenes están listos, espero al llamado del médico en la sala de espera. Mis manos tiemblan, presienten que algo malo va a pasar.  El tiempo se me hace eterno, minutos después escucho mi nombre para entrar al consultorio.

—¡Pasa! —dice con una voz muy apenada— He analizado tus exámenes, no sé cómo decirte esto —mi corazón comienza a latir tan fuerte que parece que se va a salir.

—¿Qué me pasa doctor?, dígame sin rodeos —extrae de uno de sus cajones, un folleto y me lo da. En la primera página resalta la palabra “leucemia aguda”.

—Según los exámenes, padeces esta enfermedad desde hace un tiempo, y no te habías dado cuenta porque recién se están presentando los síntomas —fue inevitable llorar, y golpear mi puño contra el escritorio—, además presentas graves problemas cardíacos.

—¡No!, esto no puede ser verdad. Solo tengo diecinueve años. Quiero vivir y envejecer como todo el mundo —bajo la mirada, no digo nada más.

—No te queda mucho tiempo de vida muchacha. ¡Es una lástima! —me retiro con el alma destrozada y salgo sin rumbo.

Es como salir de una pesadilla para entrar en otra. Al menos mi mamá, Bruno y mi Niña están conmigo, motivo suficiente para sonreír. No sé cómo contarle a mi madre. Saco mi celular de la cartera y marco a Bruno, él me va a entender. Lo cito en una cafetería que queda a la vuelta de la casa.

—¡Hola bebé! —me da un beso saludándome y toma asiento— ¿Qué harías si me voy a un lugar muy lejos de aquí? —le pregunto muy seria.

—¿Por qué me dices eso? —la conversación torna a tensa— ¿Vas a viajar?,  a donde vayas, yo iré. Tuve que pasar por muchas barreras para estar contigo, nunca te voy abandonar, a menos que tú lo quieras.

—¡Tengo Leucemia! —las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos— Me acabo de enterar, no sé cuánto tiempo me queda. Seguro no podré terminar mi carrera universitaria, tampoco estaré presente el día que te gradúes como un profesional. Cuando ya no sea parte de este mundo, desde allá arriba velaré por ti. Encuentra una buena mujer que te quiera tanto como yo, ten muchos hijos. ¡Lo siento! —expreso con la voz entre quebrada.

—El Señor, está con nosotros. No permitirá que nada malo te pase, bebé —coloca su brazo en mi hombro—. ¡Todo estará bien! Yo te voy a proteger…

Su compañía, me hace bien, me hace olvidar de este dilema. Soy la más afortunada de que me ame en la salud y en la enfermedad. Me dejó en claro, que estará conmigo hasta mis últimos días, tal vez sea en años, en meses o semanas. Ojalá me alcance el tiempo para casarme con él algún día.

Me siento un poco más calmada, debo contarle a mi madre, cuando llegue a casa sobre la situación.

Después de decirle, saldré con Bruno a un parque de diversiones.

Toco el timbre varias veces, mi Niña comienza a ladrar. Luego de unos segundos mi madre abre la puerta y me deja pasar. Es el momento ideal para entablar la conversación.

Estamos en la sala, ella en una mecedora en donde se relaja cuando siente estrés.

—¡Mami! Te quiero mucho —me sonríe—. ¿Qué sería de mí si no te hubieras escapado de ese hospital hace años atrás, en donde papá te estaba obligando a abortarme? Eres la mejor mamá del mundo —me acerco y le doy masajes en los hombros.

—Hice lo correcto. Eras una criaturita inocente, no tenías la culpa de nacer en este mundo poblada de gente cruel, con un padre irresponsable y egoísta —dejo de masajear sus hombros y le doy un beso en la frente como forma de agradecimiento.

—Tengo algo importante que decirte —me muestro nerviosa—.  Ayer me sentí muy mal,  fui donde el doctor. Parece que estoy enferma.

—¿Qué tienes? —me mira directo a los ojos— ¿Es algo grave?

—Bueno…—doy un profundo suspiro—. Me detectaron leucemia aguda —mi madre empieza a llorar mientras me da un abrazo muy sincero.

—¿Cómo es posible?, pero si eres una  chica sana —con la palma de mi mano empiezo a golpear su espalda de manera delicada para tranquilizarla.

—No lo sé. Dios quiere que así sean las cosas. Hay que aceptar esta realidad  —me abalanzo hacia ella, nos damos un abrazo, como si nos estuviéramos despidiendo.




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