—¡Papá, cuéntame otra historia!
—Está bien, pero esta es la última, ¿está bien? —La pequeña asiente sonriente.
—En un lugar muy, muy lejano con un nombre desconocido, se encontraba una oveja y nada más. Estaba rodeada de pasto para poder alimentarse, pero eso era todo, se encontraba sola, no existía otra oveja en ese gran y desolado planeta. Así era esa galaxia, sus hábitats eran únicos, cada planeta se encontraba conformado por un ser, sin importar sus características y una sola especie de planta, el alimento del único animal.
—¿De verdad no había nada más?
—Bueno, eso eran lo que esos pobres seres creían, en realidad ellos estaban atrapados en una galaxia conformada por ilusiones, donde todo lo que tocas y ves no es real, como leer un libro por el resto de tu vida olvidando que tienes que levantar la cabeza para ver la realidad. La oveja no era como los demás atrapados, ella sentía cosas, cosas que si estuviera verdaderamente sola no sentiría, se percataba de olores que no podía ver de donde provenían, todo era tan extraño para ella, vivía déjà vus en los que estaba con más ovejas, como momentos vagos que alguna vez vivió, no sabía qué hacer, se estaba volviendo loca y se puso a pensar, empezó a conectar ideas y unir las piezas faltantes, se dio cuenta que todo lo que le pasaba no era una simple coincidencia. Cuando se dio cuenta se encontraba en otro lugar, lleno de animales e incluso personas atrapadas en sus pensamientos no sabía cómo ayudarlos o como salir de ese lugar...
—¿Y qué paso papá?¿Qué hizo la oveja?
—Te lo contare otra noche querida, es hora de dormir, descansa —. Sale del cuarto no sin antes besarle la frente y apagar la luz tras de él.