Cada Verano Sin Ti

2: Un paréntesis en el universo

 

Luego de casi tres horas y media de camino, con un par de paradas al baño y una visita rápida al autoservicio de un restaurante de hamburguesas, llegamos.

Mi padre se irá después de dejarme con mi madre, sé que no es un viaje que a él le encante pero legalmente está obligado a compartirme y la única forma que yo llegué aquí a salvo, es con él al volante.

Mi madre ya me esperaba en la mesa fuera del pórtico, una demasiado pequeña como para que quepa únicamente una taza de café y un libro de tamaño regular.

Ella como siempre, se ve preciosa. Su cabello largo y ondulado, hasta la cintura del tono más oscuro que he visto en toda mi vida, tanto que parece azul algunas veces. Su piel bronceada, que más que por los rayos del sol, es por su genética y su vestido blanco largo, sin mangas y un montón de pulseras brillantes.

Mi madre, Teresa Torres, la dueña de suspiros y ladrona de miradas. Ella, la mujer que ha vivido libremente toda su vida y que me llama “la mejor decisión de su vida” pues según ella, fui más que planeada, fui rogada al cielo, fui solicitada a las estrellas fugaces y fui encomendada al universo entero. Mi madre quien tiene mi nombre tatuado en su espalda, pues así es ella, la mujer que más me ama en el mundo entero.

Desde el auto la veo y quiero correr a abrazarla. Vivir lejos de ella no es fácil y por mucho que quiera a Juliette, jamás habrá otra mujer como mi madre.

No puedo entender como mi padre la dejó ir aunque, conociendo a mi mamá, él no tenía opción. Cuando Teresa Torres quiere irse, nada la detiene. Ella es la definición de libertad, de decisiones esporádicas e impredecibles. Mi madre, quien ama la libertad, no iba a dejarse encadenar por un hombre metódico, serio y frío.

Mi padre es como el invierno pero mi madre es la primavera, como la última semana de ella, cerca del verano. Cerca de los anhelos, las ilusiones y de lo más emocionante que puede traerte la vida.

Ella saluda felizmente con ambas manos desde el pórtico y baja las pequeñas escaleras sin quitarme la mirada. Yo abro la puerta y salgo corriendo hacia ella, quien me toma entre sus brazos y cierro los ojos dejando que su aroma a brisa marina me inunde completamente. Besa mis mejillas, mi frente y me vuelve a abrazar.

Teresa Torres podrá amar la libertad pero sin duda ama a su hija más.

—Te amo, mi bella Fantasy —Mi madre es la única persona con permiso de llamarme por mi primer nombre, nadie más lo hace pues les corrijo para que usen el siguiente, ese que suena más decente.

Papá acerca mis dos maletas sin muchos ánimos, dando unas miradas al interior de la casa, seguramente buscando a Víctor y preparándose para darse la vuelta si es que sale por la puerta.

Mi madre lo nota y suspira sin soltarme de sus brazos. —Víctor está en el trabajo, tranquilo.

Mi padre no responde, en su lugar regresa al auto por mi bolsa y yo lo sigo, para guardar mi teléfono y algunas cosas que saqué durante el trayecto. La tomo y regreso al lado de mi madre quien acaricia mi cabello y como es costumbre, tenemos un extraño silencio de despedida.

Él me mira y asiente. —Entonces, nos vemos en unas semanas. Llámame si te quieres ir antes.

Siempre ha ofrecido eso de irme antes y jamás he aceptado su propuesta, en realidad, he deseado que mi estadía aquí durara más. Nunca es suficiente y este verano, sin duda me hará falta horas en el día y fechas en el calendario por eso, aprovecharé todo el tiempo que tenga.

—Está bien, nos vemos —le digo, sonriendo un poco.

Él asiente y me da una palmada en el hombro, esa es su forma de decir adiós. Esa ha sido su forma de decirme adiós desde hace mucho tiempo cuando los abrazos que él me daba eran cada vez menos y la distancia entre nosotros era más grande. Mi padre le da una mirada a mi madre, asiente su rostro y se da la vuelta pues ya no queda nada más por hacer aquí para él.

Una vez lejos de mi campo de visión, mi madre me abraza de nuevo y me pide que entremos avisándome que tiene muchas cosas que contarme. Ella y yo hablamos por teléfono todos los viernes pero jamás es igual a sentarnos en su sofá de líneas coloridas y quitarnos los zapatos mientras me cuenta sobre los últimos eventos en su vida, unos más significantes que otros.

Ella me ayuda con las maletas y sonríe al ver que llevo el collar que me regaló el verano pasado, el que tiene un sol de plata colgando de la delgada cadena plateada. Ella lleva uno igual y sé que cada vez que lo ve en el reflejo de su espejo, siente lo mismo que yo.

La conexión que nadie podrá romper.

—Están limpiando la piscina ahora pero mañana ya podremos nadar en ella, te he comprado unos bañadores lindísimos, Fantasy. —afirma con emoción.

Aunque no sé nadar, me gusta pasar tiempo en la piscina que no es lo suficientemente profunda para ahogarme, por suerte.

— ¿El señor Kethon está limpiándola? —El señor Kethon ha venido por tres veranos a limpiar, bueno, es probable que también venga en otras estaciones pero yo lo veo solo durante estos días.

Mamá se deja caer en el sofá y yo la acompaño. —Sí, solo que ahora tiene ayuda. El señor Kethon está grande, cariño, me alegra que su hijo le ayude.

¿El señor Kethon tiene hijo? —No sabía que tenía hijos, siempre lo he visto ocupado, no pensaba que tenía familia.

Ella se encoje de hombros. —Así es la vida, o trabajas o pasas tiempo con tus hijos. Creo que por eso lo tiene trabajando con él durante el verano, para pasar tiempo con el chico y al mismo tiempo, ganar dinero.

Mamá es fotógrafa y su trabajo consiste en realizar sesiones de fotos para muchas personas, algunas son bodas otras son revistas locales de moda. Un poco de todo, supongo.

No estoy segura de cuanto le paguen pero de lo que si estoy segura es que mi madre tampoco ha sufrido mucho por el dinero, ella viene de una familia adinerada, una que le ha dejado una herencia grande.




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