Cada Verano Sin Ti

3: El tesoro del pirata

 

 

Cualquiera se sentiría intimidado por Víctor, hasta que pasas un minuto con él y luego descubres que tipo de persona es.

Víctor tiene cincuenta y cinco años, no obstante, conserva el secreto de la juventud al igual que mi madre. Él es un entrenador personal y tiene un canal de videos en internet con unos varios miles de suscriptores que pagan para ver su contenido. Es bastante conocido y ha hecho un par de comerciales. Tiene también su propia línea de proteína y hace unos años abrió su propio gimnasio.

Víctor me agrada y lo ha hecho desde que lo conocí. Mamá tuvo un par de novios antes de él pero ninguno me agradó tanto como él. No recuerdo mucho de ellos, solo sé que siempre preferiría a Víctor por encima de los anteriores.

Víctor es respetuoso, nunca me ha hecho sentir incomoda y siempre se asegura de no cruzar ningún límite que ha sido impuesto. Supongo que eso me agrada bastante ahora que he crecido y he leído sobre horribles historias en internet.

Como sea, Víctor también disfruta de la música latina, del bailar en la sala de estar con mi madre y de las barbacoas de fin de semana. Es fanático de levantarse antes que el sol y correr por la playa, disfruta beber jugos naturales con hielo al lado de mi madre en la mesa cerca de la piscina y cada año añade un tatuaje a sus brazos.

— ¡Marie! —Víctor sonríe cuando entra por la puerta, abre sus brazos y espera a que yo me acerque pues así es él.

Me acerco y le doy un abrazo corto. —Hola, Víctor.

— ¿Qué tal todo? —pregunta mientras se acerca a mi madre y besa su frente—, ¿Ya viste tu habitación? ¿Te gusta tu nuevo escritorio?

Mi habitación fue parcialmente renovada. Tengo una librera más grande, un escritorio blanco con apariencia más moderna, unas sábanas nuevas y una televisión más grande que no estaba ahí el año pasado.

—Sí, gracias —agradezco, sentándome en el brazo del sofá—, no tenías que hacer eso por mí.

Víctor mira a mi madre. — ¿Le dijiste que es mi regalo?

Mamá ríe y lo abraza por la cintura. —Fantasy está muy agradecida, es todo lo que importa, amor.

Víctor me hace una cara graciosa. —No creas que estoy comprando tu cariño.

Sonrío. —Ese ya lo compraste cuando me enviaste un suéter feo para navidad.

La ultima navidad recibí varios regalos por parte de mi madre y entre todos, venía una caja con la tarjeta indicando que ese era de parte de Víctor. Era un suéter con unos hombres de nieve en bikini, muy gracioso y perfecto para esos días pues de vuelta en mi ciudad, los inviernos allá son muy fríos, más que en cualquier otro lado.

—Ese suéter vale más que cualquier cosa, no lo olvides. —Víctor bromea.

Mamá se separa de él cuando se acuerda de algo. — ¡Lo olvidé! —Camina hacia mí—, hice una reservación en un restaurante, para tu primera cena de verano. Vamos, ve a vestirte guapa, desde ahora empieza tu verano de rompecorazones.

Víctor niega. —Amor, Marie aún está pequeña para salir con chicos.

Mamá bufa. —Mi hija es una señorita hermosa y tiene todo el derecho de romper los corazones que se le dé la gana —acaricia mi mejilla—, porque a las chicas Torres no nos rompen el corazón, nosotros se los rompemos a ellos.

Víctor resopla y nos hace reír a las dos.

Mamá me obliga a cambiarme antes que perdamos más tiempo así que corro a mi habitación y busco entre los nuevos vestidos que ella ha colocado para esta nueva temporada.

Hay unos muy lindos, con diseños florales y colores pasteles. Todos encajan en el estereotipo de atuendo veraniego y todos encajan con mi estilo. Aunque mamá sea un tanto alocada, aun es mi madre y me conoce bien. Sabe que prefiero los vestidos sobre las faldas pero únicamente en verano. En cualquier otra época del año, nadie me arranca los pantalones.

Escojo uno verde claro, es holgado y de manga hasta el codo. Me gusta cómo se me ve, combina con mi tono de piel ya levemente caramelizada, como dice Juliette.

Bajo y Víctor está viendo la televisión, un partido de algún equipo que desconozco. Mamá debe estar aun arreglándose por lo que aprovecho su ausencia para hacerle un par de preguntas.

— ¿Conoces al señor Kethon? —Me miro el vestido, intentando actuar desinteresada.

Víctor le baja volumen a la televisión y gira su rostro para verme. —Claro, él nos ayuda con la piscina, ¿no?

Asiento, tomándome unos segundos antes de continuar con mis preguntas. — ¿Tu sabias que tiene un hijo?

Víctor rasca su barba, pensando. —Me parece que lo vi una vez, vi al señor Kethon hace una semana y estaba con un chico como de tu edad, debe ser él, ¿Por qué?

Me encojo de hombros. —Pensaba que era un hombre soltero.

Víctor sonríe. —No, tiene esposa y sé que tiene tres hijos. Uno de ellos es ese chico que te digo, a los otros dos no los conozco.

Retuerzo un mechón de mi cabello entre mis dedos. —Sí, yo tampoco… hasta hoy conocí a su hijo.

Víctor entrecierra sus ojos y me observa. Quizás él no sea nada mío, ni siquiera puedo llamarlo padrastro, pero muchas veces me trata como si fuera un segundo padre. — ¿Te gusta?

Se me cortó la respiración pero disimulé estar bien. —No puede gustarme alguien tan rápido —contesto, sin creerme ninguna de mis palabras.

Sin duda, me gusta Ren.

Víctor cruza la pierna sobre la otra y niega. —Claro que sí, Marie. Cuando vi a tu madre por primera vez supe que tenía que estar a su lado.

Sonrío. Siempre he pensado que su historia es muy romántica. Mamá fue a una boda y era la fotógrafa oficial, Víctor era el padrino del novio. Ambos se vieron, sintieron fuegos artificiales según mi madre y el resto es historia. En menos de seis meses vivían juntos y nada los ha separado desde ese momento.

—Entonces, ¿Crees en el amor a primera vista? —pregunto sintiendo ansiedad por su respuesta.

Agradezco que Víctor pueda ser alguien con quien hablar de esto.




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