Cada Verano Sin Ti

11: Ren y John.

Ren llegó por mí a las cuatro y media de la tarde.

Llevaba una camiseta azul, unos pantalones cortos y el cabello un poco más peinado que de costumbre. De cualquier manera, siempre se ve bien.

—Gracias por venir conmigo, solo, quiero que pasemos tiempo para conocernos — afirma, mientras caminamos por el paseo marítimo.

Yo traté de verme como si no me hubiera arreglado demasiado, llevo un vestido amarillo pastel con el cabello recogido en una coleta de lado. Apliqué solo un poco de sombras de ojos, mascara y labial en mis labios. También me cepillé los dientes dos veces por si hoy decide dar un paso más.

Ren me dijo que en la mañana estaba trabajando con su papá y que el señor Kethon casi cae al agua cuando el Pastor Alemán de la familia se le lanzó encima pero no para atacarlo, sino para lamerle la cara.

—Lo lamento mucho por tu padre —suelto una risa.

Él asiente. —Papá atrae a los animales, en especial a los perros.

Ahora mismo estamos caminando juntos, con nuestras manos casi rozándose, buscando un buen lugar para sentarnos. No quiero que se note como volteo constantemente en búsqueda de mis amigas y los chicos, Michelle y Ester estarán aquí con los demás y no sé qué excusa podría darles si me atrapan en esta… cita con Ren.

Llegamos a la arena y nos sentamos sobre unas rocas redondas y grandes que hay a un lado.

Esta parte de la playa está un poco más desocupada que el resto, normalmente las familias prefieren más para el centro, donde no hay tantas rocas y más arena para correr y divertirse.

—Entonces, ¿Te espera un novio en casa? —pregunta.

Niego. —No, no tengo novio.

Asiente y baja la mirada, puedo notar que sonríe. Tal vez esta es la razón por la cual no me besó ayer pero ahora que sabe que estoy soltera, quizás lo intente. Espero que lo intente.

— ¿Tú tienes novia? —pregunto nerviosa.

Me sentiría como una gran tonta si me responde que sí, me haría sentir tan pequeña y quizás correría mar adentro para que me arrastrara.

—No —responde finalmente con el rostro serio—. ¿Cuándo fue tu última relación?

Acomodo un mechón que se salió de la coleta. —No he estado en una relación —confieso.

Ren me mira pero no parece sorprendido, solo asiente y luego me sonríe. —Es mejor, ¿Sabes? Si eres muy joven te decepcionas rápido y bueno, tampoco es que las relaciones adolescentes duren, mi primera novia fue a los doce y su papá me gritó en la cara que la dejara. Duramos como dos semanas.

Suelto una risa. —Hablas como mi papá, eso que las relaciones adolescentes no duran.

Él suspira. —Es la verdad, tu papá es un hombre sabio.

No tanto.

—Entonces, una novia a los doce, ¿Y luego? —pregunto esperando que me diga que ya perdió la cuenta.

Los chicos como Ren tienen a cientos haciendo fila. Yo soy una de ellas supongo.

Cuenta con los dedos. —A los quince, salí con una chica por unos meses. Nada especial —afirma—. Luego… tal vez un par de citas, hasta los dieciséis.

Ren tiene dieciocho años, eso fue hace dos años más o menos. Puedo ver que esa última relación fue diferente para él, se quedó en silencio y movió la mirada hacia el mar. ¿Quién sería esa chica especial?

Mi corazón se raja pensando en que quizás, esa chica fue el verdadero primer amor de Ren. De la misma manera en que yo me estoy enamorando de él, él experimento eso con ella.

Mi corazón no está feliz pensando en algo que me dijo Julieta una vez: “los primeros amores nunca se olvidan”

Ren sonríe en mi dirección. —Entonces, ¿Nunca te ha gustado alguien?

—Si pero no como para salir con ellos, es como sí, al principio me agradan y luego paso tiempo con ellos y terminan haciendo bromas machistas o usan la palabra “Gay” como insulto.

Ren niega. —Detesto que hagan eso —aclara su garganta—, mi hermano mayor es gay. Durante la secundaria aguantó muchas burlas, fue un asco.

Asiento apretando los labios. —Lo imagino, no entiendo como la sociedad puede seguir así. Estamos en el siglo veintiuno, ya pasamos por mucho como para que el racismo y la homofobia sigan existiendo.

Ren me mira y asiente con una sonrisa. —Exacto —estira su mano y toma la mía, que estaba reposando en la roca donde estamos sentados—, me alegra que no seas de mente cerrada.

Miro nuestras manos y trato de permanecer calmada. —Somos seres humanos todos —luego lo veo y confieso—: mi madrastra, ella es una mujer de piel oscura al igual que sus hijos. Aunque ella no es mi mamá biológica, es como mi segunda madre. La amo y a mis hermanos también. A veces la gente hace comentarios que… son horribles.

Ren me mira con comprensión. Sé que entiende lo que se siente ver a tu familia recibiendo insultos y burlas, tal vez incluso agresiones físicas. El hermano de Ren lo ha tenido que soportar solo por su sexualidad y Juliette con los chicos, han pasado por eso solo por su color de piel.

Ni su hermano ni ellos eligieron lo que automáticamente los convirtió en “minorías” me frustra que el mundo siga siendo tan intolerante y sobre todo, ignorante.

—La gente es cruel, no todos pero, muchas veces he perdido fe en la humanidad —admite.

Muerdo mi labio inferior. —Un día… regresé de la escuela y había un muñeco de felpa tirado en la puerta, era de un gorila, tenía una nota que decía algo como: “fuera de aquí monos” yo, solo lo tiré a la basura y le dije a mi papá, él se enfureció y descubrió que fue el hijo del vecino de enfrente, una familia de racistas. No sé qué les dijo pero jamás se aparecieron frente a nosotros.

No sé porque le estoy contando esto a Ren, quizás es porque me entiende. Esta historia me rompe el corazón. Nunca le dije nada a Juliette y mucho menos a los chicos, papá me hizo prometerle que no les diría nada y no quería hacerlo tampoco.

Es el único secreto que papá y yo guardamos.

Ren acaricia mi brazo con su otra mano y sonrío, levemente, sintiendo la presión en el pecho.




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