Cada Verano Sin Ti

20: Una oficina

 

Es lunes de nuevo y ahora todo es completamente diferente.

Aun si el sol sigue brillando tan intensamente como siempre, aun si ese pequeño pájaro camina con sus dos patas delgadas sobre el techo de esa casa buscando algo para su nido como probablemente lo ha hecho cientos de veces antes, aun si las hojas se siguen meciendo con el delicado viento de verano y aun si el mundo entero pareciera seguir igual que siempre, mi mundo no es igual que antes.

Había ignorado todas las llamadas de mis amigas, bueno, de mis supuestas amigas. Aun si Lea no estaba involucrada en todo eso, también dejaba el teléfono a un lado cuando su nombre aparecía en mi pantalla. En un par de ocasiones recibí llamadas de números no registrados y estoy segura que alguna de ellas estaba utilizando el teléfono de alguno de los chicos para llamarme.

Mamá está preocupada por mí y ha tratado de animarme pero no cambia nada sobre mi humor. Le expliqué sobre las cosas que ellas dijeron de mí y evité hablar sobre mamá, mi mamá no necesita saber las tonterías que ellas estaban escupiendo detrás de mis espaldas. No puedo creer que después de todo lo que mamá ha hecho por ellas, cada vez que las recibía con los brazos abiertos y las veces que mamá se alegraba por los logros de mis antiguas amigas, tuvieron el descaro de hablar sobre mi madre.

Creo que eso me fastidia más que cualquier otra cosa que pudieron haber dicho, el hecho que hablaron de mi mamá. Puede que mis padres no sean perfectos pero me hierve la sangre cuando alguien se atreve a hablar de ellos. Tampoco me gusta que critique o juzguen a Víctor o a Juliette y mucho menos a mis hermanos.

Ren había llamado para que fuéramos a ese concierto que me había invitado pero le dije que estaba enferma, que me dolía el estómago y que no iba a salir por varios días. Ren no insistió y me pidió que me cuidara, que tomara mis medicinas y aseguró que estaría pensando en mí.

Yo no quería pensar más en Ren.

John por otro lado, ha tratado de contactarme pero ahora mismo no quiero hablar con nadie ni pensar en nada. No puedo entender lo rápido que todo ha caído en mi vida. Pensé que este verano sería inolvidable, que daría mi primer beso y que disfrutaría muchos momentos asombrosos al lado de mis amigas.

En su lugar este verano será uno de esos que querré olvidar, di mi primer beso pero a un chico que no es nada de lo que yo pensaba, perdí a mis amigas y ahora tendré que encontrar como divertirme sola por otras semanas más hasta que regrese con papá y Juliette.

Como hoy es lunes he decidido pasar el tiempo en la oficina de Víctor dentro de su gimnasio para evitar cruzarme con Ren y su padre. Víctor ha dejado que traiga mi computadora portátil, varias bolsas de frituras y una botella de Coca Cola. Normalmente las personas que vienen al gimnasio huyen de todo esto pero como yo no vine a ejercitarme sino a ocultarme, todo está bien.

Víctor me avisó que hoy vendría un nuevo empleado y le dije que no hay ningún problema, según me explicó será quien ayude en el área de contabilidad así que estará en esta oficina pero en el otro escritorio, el que está al fondo.

— ¿Necesitas algo más? —pregunta Víctor.

Niego. —Nada, estoy bien aquí. Gracias.

Víctor sonríe. Pensé que daría la vuelta para irse pero en su lugar, suspira y camina hacia el frente del escritorio en donde yo estoy sentada. —Marie —habla inclinándose—, nunca he dicho esto pero eres como una hija para mí. Haría cualquier cosa para protegerte.

Sonrío agradecida. —Gracias Víctor.

Asiente dos veces y ahora sí, sale por la puerta y yo presiono la tecla de espacio para que el primer episodio de mi serie se reproduzca.

 

Mientras miro como el oficial del estado de Texas intenta resolver el primer de un nuevo asesino serial en la ciudad, se abre la puerta y entra un chico con pantalones planchados, una camisa blanca de manga larga y botones, una corbata negra, gafas cuadradas y el cabello peinado hacia un lado.

Ese atuendo se ve demasiado incómodo para un lugar como este. En Pearl la mayoría de los chicos de mi edad parecen surfistas, vagos o niños ricos mimados. Hay excepciones, como Ren y como John, ellos parecían normales.

El chico cierra la puerta mientras sostiene unas carpetas bajo su brazo derecho y una maleta negra en su mano. Cuando gira y se encuentra con mi mirada frunce el ceño y después de analizar mis alimentos arruga la nariz.

Genial, ahora me está juzgando un desconocido.

—Hola, soy Marie —saludo incomoda.

El chico asiente. —Me llamo Sam, bueno, Samuel pero todos me llaman Sam —explica mientras intenta que sus carpetas no se le caigan.

—Tu vienes por lo de la contabilidad —no es una pregunta realmente, es obvio.

Aun así Sam asiente. —Así es, en realidad mi hermano mayor se encarga de eso pero por ahora está ocupado, yo también soy bueno, bueno quiero ser bueno en eso no soy tan bueno —se ajusta las gafas inclinando su rostro hasta su mano—, bueno, si soy bueno te lo prometo, no es como si estuviera aquí haciendo algo que no sé.

Sonrío por su forma de hablar. —Está bien, has lo tuyo —señalo mi computadora—, yo haré lo mío.

Sam se mueve al escritorio del fondo y deja sus cosas así, se queda parado un segundo y luego camina hasta mí. —Ahora sí me presentaré formalmente —extiende su mano—, Soy Samuel Michaels, hermano de Lenny Michaels, el contador de tu papá y pues, nada, tengo diecinueve años pero soy asombroso con los números.

Estrecho su mano y aunque quiero reír, no lo hago. —Soy Marie y… Víctor no es mi papá, es como… —Víctor no está casado con mi mamá así que no es mi padrastro, ¿no? —, es como mi papá —concluyo.

Sam sonríe. —Pues me dijo antes de entrar “Mi hija está en la oficina, es amigable y te caerá bien”

Asiento y tomo mi bolsa de frituras picantes. — ¿Quieres una? —pregunto.




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