Cada Verano Sin Ti

27: El pasado

 

Es muy probable que no regrese el próximo verano, es más probable que no ponga un pie en Pearl en un tiempo.

Mamá llegará a visitarme, ya lo hemos acordado. Finalmente le dije todo a ella, le conté sobre mi primer beso con Ren, las cosas que John me dijo sobre Ren y el gran desenlace. El misterio sin resolver que ya se resolvió. Le dije también que John me usó para darle celos a Ren y que Ren al final, decidió volver con la chica que lo lastimó.

Evite ciertas partes, no le dije sobre el tipo en la fiesta, los recuerdos extraños que tuve o los insultos de mis antiguas amigas hacia ella. Le dije que lo único bueno de este verano había sido estar con ella, con Víctor, con Sam y con su familia.

La última llamada con Juliette duró tres horas. Si la había estado llamando pero no había mucho que quería contar, hasta que decidí ser honesta totalmente y le hable de todo, de absolutamente todo. A Juliette si le dije sobre las partes que omití con mamá.

No puedo creer que es la primera vez en todo este tiempo que no aguanto las ganas de regresar a esa fría ciudad sin playas ni gaviotas. Ese lugar ruidoso, atareado y aburrido. Ya no lo veo así, ahora solo quiero estar de vuelta a lo conocido.

Como este iba a ser mi último verano, decidí que me llevaría varias cosas que dejaba aquí, comenzando con mis libros. Mamá me avisó que en el sótano había unas cajas vacías que podía usar para empacar todo. Aún faltan un par de días para que me marche pero decidí comenzar a guardar todo desde hoy.

Sam me está ayudando en el sótano, vaciando algunas cajas que no tienen cosas interesantes para tirarlas o donarlas. Algunas prendas de ropa, flotadores que ya no sirven, sobreros viejos y ese tipo de cosas.

—Esta está pesada —me dice moviendo una caja de unos cincuenta centímetros.

Me acerco y comienzo a quitarle la cinta adhesiva ancha para ver que contiene.

La abro y lo primero que siento es un olor a viejo, seguido de una nube de polvo y mi nariz comienza a picar. —Son fotografías —anuncio.

— ¿Tuyas? —Sam toma un álbum de fotos negro.

Tomo otro, uno ancho y grande. Comienzo a ver foto por foto y ahora comprendo porque están aquí, son las fotografías de la boda de mis padres. Algunas parecen haber sido sacadas antes que se casaran, cuando eran mucho más jóvenes.

—Vaya —digo sentándome en el suelo—, esto es extraño. No recuerdo haber visto nunca una de estas.

Sam deja el álbum que estaba ojeando y se acerca a mí. — ¿Él es tu padre?

Asiento. —Sí, con veinte libras menos y más cabello —sonrío viendo sus caras juveniles, sus sonrisas y el brillo en sus ojos.

—Te pareces mucho a tu mamá de joven —me dice—, pero también a tu papá.

—Es porque soy su hija —le respondo riendo.

Sam me quita el álbum de las manos y él sigue viendo las fotografías mientras yo sigo sacando otro. Este es más reciente, en la primera fotografía aparezco yo de bebé con un sombrero de playa y un vestido de frutas.

Sam se acomoda a mi lado. —Ahí estás tú —sonríe—, que linda y adorable, lástima que ya cambiaste.

Le doy un empujón y él me pide que siga cambiando las páginas para ver otras fotografías. Son la mayoría de mí, en navidad, en cumpleaños, en el jardín y en una piscina. Nunca había visto estas fotografías, no sabía si quiera que existían. En la última estoy sentada en un sofá, con papá y mamá a mis lados, sonriendo hacia mí.

Veo el rostro emocionado de papá y siento una presión en mi corazón. Papá antes solía ser dulce, me abrazaba y besaba. Ahora no es más que alguien serio, que no le interesa como me va en la escuela o si estoy bien. Ojala papá volviera a verme de esa forma.

Parpadeo varias veces para alejar las lágrimas y cierro el álbum. —Deberíamos volver a guardarlos —le digo a Sam.

Sam asiente, acerca la caja para regresar todo pero se detiene. —Falta uno, es más pequeño —comenta sacando un álbum media carta y me lo entrega.

Abro para ver la primera fotografía y mi corazón se detiene.

Hace años aprendí el significado de la que ahora es mi frase favorita. “Un tenedor en el camino” cuando piensas literalmente en esa expresión, te imaginas lo inútil que un utensilio de comida esté en un camino pero su significado es muy interesante.

“Un tenedor en el camino” se refiere a un momento irreversible en tu vida, como una calle que se ha interrumpido por el momento donde tienes que tomar una decisión, tomas el camino de la derecha o de la izquierda, sea cual sea ya no habrá vuelta atrás.

Esa metáfora me parece hermosa y temiblemente real. En nuestras vidas, hemos encontrado tenedores en el camino varias veces. Algunas ocasiones, encontramos un retorno no tan lejano, pero el tiempo ocupado en la dirección equivocada jamás será repuesto. Ahora, si no encontramos el retorno, nos preguntaremos por el resto del viaje qué hubiera pasado si hubiéramos tomado el otro camino.

Así que, cuando el verano comenzó, nunca me imaginé que mi vida se llenaría de tenedores, unos más pequeños que otros pero todos dirigiéndome hacia una dirección que no había planeado.

Y así fue como descubrí más de lo que me hubiera gustado cuando el verano acabó y la historia de mi vida jamás volvió a ser la misma.

Mis ojos se abren al ver su rostro y una sensación extraña me recorre todo el cuerpo y estoy segura que comencé a temblar.

Mis ojos se llenan de lágrimas, no quiero estar aquí, necesito salir, me estoy sofocando.

Lanzo el álbum a un lado y cierro los ojos con fuerza.

No es cierto.

No es cierto.

No es cierto.

Aprieto los puños, mis ojos se oscurecen, no veo nada. No escucho nada. No siento nada. No puedo.

Lo veo, ese hombre. Lo recuerdo ahora, todo este tiempo ha estado enterrado como el álbum de fotografías, hasta el fondo para que tal vez así, todos pretendamos que nunca pasó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.