Cada Verano Sin Ti

30: Sus padres

 

SAM.

El padre de Marie conducía con la mandíbula apretada. Seguramente muchas cosas le están dando vueltas por la cabeza ahora mismo.

— ¿Cómo fue que lo recordó? —me pregunta sin quitar los ojos de la calle.

Lamo mis labios. —Necesitábamos unas cajas para sus libros, estábamos en el sótano y nos encontramos con álbumes de fotografías —le digo—. En un álbum guardado había una foto de él, no pude verla pero parecía que estaba ese hombre con la madre de Marie en la playa.

Él le da un golpe al volante. — ¿Por qué rayos aún guarda una estúpida fotografía de esa porquería de ser humano? Dios, me odio tanto, Marie no… ella es una niña buena, es dulce. ¿Por qué le hicieron algo así?

Bajo la mirada. —Mamá pasó por algo similar —explico—. Ella nos dijo que cuando lo hablas, empiezas a sanar. Marie necesita eso, no ocultarlo más en su mente.

Asiente. —Necesito llevármela a casa, necesito que se sienta segura de nuevo.

Dudo un momento pero finalmente le digo: —Este verano Marie pasó por otras cosas, momentos malos… perdió a sus amigas y… cosas así —evito hablarle de Ren y de John—. Es mucho estrés pero mi familia y yo queremos estar ahí para ella, nosotros también somos de Porthsware.

Su padre me mira por un segundo. — ¿Samuel, verdad? Mira, no sé… siempre he tenido miedo que alguien dañe a Marie, ¿sabes? No solo como ese estúpido, sino de cualquier forma. No quiero que le rompan el corazón, que le hagan daño —respira profundamente—. No sé pero, Marie… puedo ver en sus ojos que confía en ti, por favor Samuel, no la dañes.

Mis ojos se abren. Nunca le haría daño a Marie, ella es muy especial para mí. —Señor, le prometo que dañar a Marie es lo último que haría —trago saliva—. Ella es mi amiga, es muy gentil y divertida. Lo único que quiero es protegerla.

Parpadea varias veces y noto que está tratando de evitar que se le salgan las lágrimas. —Entonces hazlo, no te conozco pero tu familia la recibió y tu madre es muy amable, seguro que tú también lo eres.

Llegamos a la casa de la madre de Marie y antes de salir, su padre me pide que ignore cualquier cosa que pase, que vaya a la habitación de su hija y tome todo lo que ella me pidió.

Bajamos y nos movemos hasta la entrada. Él golpea la puerta varias veces con el puño hasta que Víctor abre la puerta y lo ve sorprendido.

— ¿Dónde está Teresa? —pregunta molesto.

Víctor niega. —Escucha, no tenemos que hacer las cosas de esta forma.

El padre de Marie entrecierra los ojos. —Disculpe señor pero usted no tiene nada que ver con mi hija. Esto es entre mi ex mujer y yo, ¿Dónde está Teresa?

Víctor suspira. —Ella no está bien, la ha pasado muy mal y…

El señor Jefferson entra a la casa y yo dudo si seguirlo o no, Víctor me da una mirada triste y yo me encojo de hombros.

— ¡Sam! —Me llama—. Ve por las cosas de Marie, tenemos que irnos.

Yo asiento y en ese momento, la madre de Marie se aparece. Ella siempre lucia tan brillante y feliz pero hoy su cabello está tomado en una media cola de caballo, con ojeras y los ojos hinchados y rojos.

—Déjame hablar con ella —se acerca al señor Jefferson.

Él suelta una risa irónica, yo me alejo de todos ellos y subo las escaleras. — ¡Mira lo que le hicimos! Es tu culpa, Teresa. ¿Cómo se te ocurre aun guardar una fotografía de ese animal? —escucho como grita.

— ¡Solo quería protegerla! —le grita de vuelta.

Yo abro la puerta y por suerte ya habíamos empacado un par de cosas. Tomo los libros que hicieron falta, acomodándolos con cuidado para no dañarlos. Escucho unos pasos y luego entra el padre de Marie conmigo. Él toma la maleta de su hija, la abre y comienza a llenarla con todo lo que se encuentra en los cajones.

—Iré a dejar esto —le aviso cargando los libros.

Él asiente y sigue guardando todo. Bajo y Víctor está consolando a la señora Torres entre sus brazos, agacho la cabeza pero antes de salir, ella me pide que me detenga.

—Sam —corre a una mesa pequeña, abre el cajón y regresa con un sobre blanco—. Dale esto a Marie por favor, prométeme que lo harás.

Asiento. —Lo haré… lo siento.

Víctor me pregunta: — ¿Cómo está ella?

Suspiro. —Está más tranquila —bajo la voz para que el padre de Marie no se moleste conmigo por hablar con ellos—. Solo, necesita algo de espacio.

Su madre cierra los ojos. —Dile que la amo, Sam. Dile que ella siempre ha sido lo más importante en mi vida.

Asiento una vez más pero no digo nada, salgo y regreso al auto. Acomodo los libros en el asiento trasero y cuando cierro la puerta, el padre de Marie está regresando con la maleta y una bolsa plástica.

—Es todo —me avisa dándome una palmada en la espalda—. Lo que sobra son cosas que se pueden remplazar, vámonos ya.

Me subo al asiento del copiloto y por el retrovisor puedo ver una figura conocida, pero tal vez solo es mi imaginación. De todas formas ahora ya no hay tiempo para nada más, Marie necesita alejarse de todo lo que este verano le trajo.

Todo el dolor.

Bajo la mirada a mi cicatriz y recuerdo cuando ella la tocó, la suavidad de sus dedos sobre los bordes irregulares de esta marca. Algunas personas llevamos las cicatrices por fuera, pero otras llevan marcas profundas y dolorosas por dentro, esas son las más peligrosas porque puedes ocultarlas.

Marie vio esta cicatriz mía, la externa, pero también conoció las heridas internas, todo lo que traté de ocultar por muchos años. Marie no huyó de mi vida cuando comenzó a conocerme, ella se quedó.

Yo me quedaré con ella.




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