Cada Verano Sin Ti

32: La carta de mamá

 

—Oye, ¿Qué tan ocupado estarás el siguiente viernes? —le pregunto a Sam mientras estamos sentados en el sofá de mi sala de estar, cada uno leyendo un libro.

Sam cierra su libro y me mira. —Nada, bueno… siempre vengo a verte, así que… estar con Marie.

Sonrío. — ¿Estar con Marie? ¿Así lo apuntas en tu agenda? —Sam tiene una agenda, es la clase de personas que organiza todo y me parece tierno.

Sam asiente y se acerca a mi rostro. —Así es, siempre hago espacio para estar con Marie, es mi momento favorito de la semana.

Mi corazón late un poco más rápido, no puedo esperar a graduarme de la escuela y empezar a ir a la universidad para verlo más seguido. —Que interesante, entonces ¿Si estarás libre?

Sam retira un mechón de mi cabello que caiga cerca de mi ojo. —Sí, ¿Quieres hacer algo en específico?

—Pues —sonrío—, es el baile de graduación y antes no quería ir pero antes no existías en mi vida, ahora sí.

Sam toma mi mejilla entre su mano. —Por supuesto, me pondré guapo para ti.

Me acerco a él y le doy un beso rápido en los labios. —Ya eres lo suficientemente guapo para mí.

Sam me mira a los ojos, con una pequeña sonrisa y mi corazón sigue palpitando rápido. —Te quiero, Marie —susurra, se acerca de nuevo a mí y me da otro beso.

Escucho un auto estacionándose y estoy segura que es papá. Nos separamos y sus mejillas están rosadas, seguramente las mías también. Antes que papá entre, se inclina y me da un beso en la mejilla. Yo sonrío.

Papá abre la puerta y entra, nos ve sentados y sonríe. —Hola chicos.

Sam se coloca de pie. —Buenas noches, señor Jefferson.

Papá se acerca a él y le da una palmada en el brazo. —Sam, ya te dije que no tienes que ser tan formal conmigo.

Sam sonríe. —Ah, lo siento… me acostumbré a ser así.

Papá se deja caer en el otro sofá. — ¿Y los demás?

Se refiere a Juliette y a los chicos. —Un chico de la otra calle está cumpliendo años y todos fueron a cenar pizza para celebrar, ya regresarán en unos treinta minutos —le explico.

Asiente. — ¿Estaban solos entonces? —mira a Sam y luego a mí.

Sam se vuelve a parar. —Le prometo que no hacíamos nada, solo estábamos leyendo.

Papá suelta una risa. —Marie, me agrada Sam, ¿cuídalo, bien? —me dice.

Yo frunzo el ceño. — ¿No se supone que tu deberías pedirle eso a Sam?

Sam se sienta a mi lado de nuevo. —Ya escuchaste, cuídame. Ya no hacen muchachos como yo.

Ruedo los ojos. — ¿Esos que lloran con Titanic?

Papá levanta una ceja y está tratando de no reír. — ¿Lloras con Titanic? No es una buena película, Marie siempre se quedaba dormida cuando la mirábamos con Juliette.

Sam niega. —No… bueno, no es que llore por la historia de amor, lloro por la desinformación que existe sobre el verdadero Titanic.

Le doy un empujón suave. —Sí, claro.

Papá ríe. —A ver, eso no lo sé —se acomoda en el sofá—, cuéntame.

—Ay no —me quejo sabiendo que Sam está a punto de dar un discurso de veinte minutos sobre un montón de información que se ha memorizado. Sin embargo, eso me parece lindo también.

Aun si Sam puede pasarse una hora entera hablando de cualquier cosa pues le encanta investigar a profundidad de absolutamente todo, sigue pareciendo el chico más increíble que he conocido. No necesita vestirse a la moda, no necesita tener miles de seguidores o saber tocar algún instrumento para que lo considere el mejor de todos.

Sam es solo Sam y eso lo hace, como él me dijo un día, ilógicamente perfecto.

Luego de charlar con papá, llegaron los chicos y Juliette. Ella nos dijo que compró una pizza para todos nosotros. Los chicos se sentaron a mi lado y al lado de Sam y no dejaban de hablar sobre la fiesta de cumpleaños, todos los premios que se ganaron y de cómo, el siguiente cumpleaños, quieren celebrarlo ahí.

Yo subo a mi habitación para dejar el libro que estaba leyendo y antes de regresarlo a la librera, se cae un sobre blanco.

La carta de mamá.

La recojo y dudo si estoy lista para leerla, ya ha pasado tiempo y me estado sintiendo mucho mejor pero, ¿Puedo hacerlo? No quiero.

Lo dejo a un lado de mi cama y bajo, llego hasta el comedor y papá, Sam y Juliette están sentados charlando de algo que los hace reír. Antes de sentarme veo esta imagen un segundo, asegurándose que mi mente la recuerde para siempre. Este es un momento muy importante, uno donde papá ya no es como un extraño para mí, Juliette es tan dulce como siempre y ahora, Sam es parte de mi vida.

—Ah, Marie —Juliette me mira y sonríe—, ven aquí, mi niña, te traje pizza con carne, tu favorita.

Me siento al lado de Sam y recibo un plato de porcelana con dos pedazos de pizza por parte de Juliette.

—Sam nos estaba diciendo que irá al baile de graduación contigo —Juliette expresa, sonriéndole a papá con una mirada cómplice.

Le doy una mordida a la pizza. —Ah, sí —me encojo de hombros—. Es el próximo viernes.

Papá, comiendo su pizza con tenedor y cuchillo, me dice: —Tienes permiso hasta las doce, no más tarde.

Le muestro una sonrisa y señalo a Sam con un movimiento de cabeza. —Él se duerme a las diez en punto, dudo mucho que vengamos tarde.

Sam frunce el ceño y me mira. —Perdóname por cumplir con mis horas de sueño, las cuales son básicas para el ser humano y su correcto desarrollo.

Juliette suelta una carcajada. —Ay Sammy, sin duda eres un chico único —tu madre me ha dicho tantas cosas buenas de ti.

Sam arruga su nariz avergonzado. —Espero no haya revelado secretos de mi infancia, como que solía amar tanto una mantita que hasta me bañaba con ella.

Yo río, al igual que Juliette y mi padre. Escucho unos pasos rápidos bajando las escaleras y en menos de diez segundos, mis hermanos están parado a un lado de la mesa.

—Sam, ¿nos llevas al parque de diversiones el próximo fin de semana? —pregunta Seth.




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