—Necesito un favor —estoy sentada terminando mi arroz con pollo hecho por Juliette, a su lado y disfrutando del silencio que nos brindan las lecciones de soccer de los chicos.
Juliette bebe un poco de jugo de mango que yo preparé luego de regresar de la escuela, sé que a ella le encantan estos jugos. —Claro querida, dime que necesitas.
Siento lo ácido y dulce del jugo cuando le doy un sorbo. —Pues, no es algo tan sencillo —tomo otro sorbo—. Necesito que me lleves a algún lugar.
Ella levanta una ceja. — ¿A comprar vestidos para el baile? —su rostro se ilumina y me hace recordar todas las veces que me ha dicho lo mucho que siempre quiso tener una hija.
Juego con un par de arroces sueltos con mi tenedor. —Claro, si quieres —regreso mí mirada a ella—. Pero en realidad, estaba pensando en otra cosa… necesito que me lleves a Pearl Coast.
Juliette frunce el ceño, no dice nada por unos minutos, pienso que tal vez le pregunté a la persona equivocada pero no tengo a quien acudir. Papá está ocupado, Sam lo haría pero sus exámenes se acercan y ya le quité tiempo con lo del baile. Yo aprendí a conducir pero aun no tengo un auto, tendría que usar el de Juliette o el de papá, podría hacerlo pero no quiero ir hasta allá sola. No quiero afrontar todo sin nadie más a mi lado físicamente.
—Marie —Juliette habla finalmente—, ¿Estas segura? El último verano te pasó muchas cosas, no digo que no debes volver pero solo quiero asegurarme que estarás bien.
Sonrío. —Lo estaré si estás conmigo.
Su rostro se llenó de ternura. No es chantaje, es verdad. Juliette siempre ha sido cariñosa conmigo, siempre me ha consentido y protegido. Después de todo lo que pasó, ella se volvió como una roca en mi vida. Nunca he estado tan cerca de ella como lo estoy ahora.
—Marie —estira su mano para tomar la mía—, te quiero tanto, mi niña. ¿Sabías que yo no puedo tener más hijos? —mis ojos se abren, eso no lo sabía. Pensaba que papá y ella simplemente no querían más hijos de los que ya tenían—. Siempre quise varios hijos, quería tener por lo menos una niña pero eso no ocurrió hasta que me enamoré de tu padre y te conocí.
Sonrío, me levanto sin pensarlo y la abrazo por sobre los hombros. Juliette huele a un perfume de rosas, uno que papá le da todos los días de las madres. —Te quiero Juliette, gracias por todo.
Ella se voltea y besa mi frente, nos separamos y se limpia un par de lágrimas que le han salido con una servilleta. —Vamos a Pearl, ¿Cuándo quieres ir?
Suspiro. — ¿Mañana?
Sus ojos se abren. — ¿Mañana? —baja la mirada y asiente—. Bien, supongo que los chicos se pueden quedar en casa de los Michaels, estarán encantados con Isaac ahí —sonríe—. Déjame hablar con tu padre, ¿Qué hay de la escuela?
Niego. —Esta semana no hay mucho que hacer, hemos terminado con los exámenes y solo quedan las actividades finales pero ya hemos básicamente terminado. No importa si no voy un día.
Ella asiente. —Bien, querida. Vamos entonces, no soy una persona de playa pero por ti haré una excepción.
— ¿Vas a regresar? Ay Dios, ¿Quieres que te acompañe? Espera… si me apresuro tendría tiempo, me da tiempo a… —Sam comienza a decir por el teléfono.
Suelto una risa. —No, está bien. Juliette estará conmigo, no te preocupes, solo necesito hablar con mamá.
Él suspira, puedo escucharlo a través de la línea. —Lamento no poder ayudarte pero estoy muy orgulloso de ti —hace una pausa corta—. Te… yo… eh, Marie…
— ¿Sí? —me dejo caer en la cama.
—Marie, te amo tanto que a veces, yo, sueño con pasar el resto de mi vida contigo —suelta—. Ay, lo dije. ¿Es muy pronto? Lo siento, no te enojes.
Me llevo una mano al corazón. —No me enoja —cierro los ojos sintiendo los latidos a través de mi piel—. Yo te amo, Sam. También quiero eso.
¿Es muy pronto?
Decir te amo y soñar con un futuro juntos no debería estar limitado a condiciones de tiempo, decir algo tan puro y profundo debería hacerse cuando se siente. El amor es difícil de definir pero fácil de sentir. Sé que amo a Sam cuando él logra acelerar mi pulso cada vez que está a mi lado, pero también, cada vez que me sonríe. Sé que amo a Sam no por lo que ha hecho por mí o lo que seremos, sino por lo que es.
—No debí decírtelo por teléfono, debí hacerlo en persona —se regaña—, te lo diré de nuevo cuando te vea el viernes, te lo diré cada vez que te vea.
—Suenas como un poeta —sonrío—. Pero me gusta, deberías escribir historias de amor.
Sam se queda en silencio y luego mi teléfono me avisa que está tratando de conectarse con video llamada, me acomodo en la cama y aliso mi cabello con los dedos antes de aceptar.
Su rostro aparece sonriendo, está acostado en su cama y de lado, con poca iluminación. —No puedo escribir historias de amor, no es lo mío. La única historia de amor que conozco es la nuestra, y está co-escrita por ti.
Yo también me acomodo en la cama para recostar mi rostro sobre la almohada, sosteniendo el teléfono recostado a un lado. —Es una buena historia, me enamoré del chico con corbatas, ¿Buen título, no?
Sam rueda los ojos. —Mejor, “Mi novia no sabe dividir tres dígitos”
Se abre mi boca y él ríe. —Eres tan presumido, Samuel. Si no fuera tan guapo ya te habría botado por mi compañero de historia del mundo.
Sam entrecierra sus ojos. —No me hables de Brad, que bueno que ya no lo verás nunca más en tu vida.
Brad es un chico que se sienta a mi lado en esa clase, él es parte del equipo de futbol y es el típico guapo deportista que todos aman. Aun sí él es uno de los más populares, es bastante agradable. A las tres semanas de ser compañeros, me invitó a salir.
En ese tiempo yo no estaba saliendo con Sam y quizás, no estaba muy segura de lo que sentía por él pero en mi corazón ya no había espacio para nadie más que Sam, aun si no lo podía admitir completamente. Le dije que no y seguimos siendo solo compañeros sin ningún problema.
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Editado: 04.01.2024