Cada Verano Sin Ti

35: amor

 

Estoy de nuevo en la entrada de la casa de mi madre, esta vez su auto si está estacionado y cuando lo vi, mi corazón dio un salto. Por casi un año no vi a mamá, no hablé con ella, no escuché su voz.

Fue raro, no mentiré, llegué a extrañarla pero el dolor era más pesado que cualquier otro sentimiento. De nuevo la puerta se abre y Víctor sonríe aliviado de verme otra vez, seguramente pensaba que ya me había ido de Pearl.

—Está esperándote en el comedor —me avisa.

Hago mi cabello hacia atrás y con Juliette, entramos. Lo primero que noto es que los sofás han cambiado, ahora son unos de un tono marrón oscuro. La televisión es más grande y las paredes son un tono más claro. Camino lentamente hasta el fondo, tomando respiraciones lentas y recordándome de sus palabras en la carta.

Entro y la veo, ahora lleva el cabello corto, por debajo de la barbilla. En lugar de un vestido o falda, está usando unos pantalones que le llegan al tobillo color caqui con una blusa blanca. Se ve diferente, como si en un año ella hubiera dejado atrás su exterior llamativo y vibrante.

—Hola —me obligo a saludar.

Ella voltea dando un salto sobre su asiento, sus ojos se llenan de lágrimas automáticamente y se levanta hacia mí para darme un abrazo. Mi primer instinto es alejarla pero me dejo, por el tiempo que no nos vimos. Por la despedida que nunca tuvimos.

—Hija, mi bebé, mi vida —me toma entre sus brazos con fuerza—. Te amo, te amo, te amo, mi amor perdóname, perdóname por todo el daño que te causé —comienza a llorar—. Por favor perdóname, no te alejes de mamá, te necesito mi bebé, eres mi oxígeno.

Me separo de ella lentamente. —Mamá, necesito hablar contigo.

Ella se limpia las lágrimas y sorbe por su nariz. —Sí, claro, siéntate a mi lado.

Camino y puedo sentir como mis manos tiemblan. Aun si no es fácil todo esto, admitiré que sus abrazos me hicieron mucha falta. Al final, es mi madre y la amo.

—Dime —pide tomando mis manos después de sentarme en una silla al lado de la de ella.

Tomo aire. —Leí tu carta, ahora comprendo algunas cosas —aclaro mi garganta pues siento un nudo en ella—. ¿Dónde está ese hombre?

Mamá me mira y baja el rostro. —Estuvo en prisión unos meses pero luego salió —lo dice con una mezcla de furia e impotencia—. Yo… él tiene dos órdenes de restricción. No puede acercarse a esta casa ni a ti, no puede acercarse a otros lugares como su antiguo lugar de trabajo —suelta una risa irónica—. El idiota acosaba a algunas compañeras de trabajo y yo… bueno, le pagué a alguien para que indagara en su vida. Hice todo lo que pude para destruirlo.

— ¿Dónde está ahora? —pregunto sintiéndome incomoda con la idea que puede estar por ahí, afuera, tocando a otras niñitas o haciéndoles cosas peores.

Mamá parpadea. —Le perdí el rastro hace unos seis años, lo último que supe es que se fue del país —niega pasándose la mano por la cara—. Espero que esté muerto.

— ¿Por qué no se lo dijiste a papá inmediatamente? —siento como las ganas de llorar se acumulan en mí—. ¿Sabías que por culpa de eso rechazaba a papá cuando quería abrazarme? ¿Sabías que tenía miedo que él me hiciera eso? ¿Sabías que yo me alejé de papá pensando que él era el que me rechazaba?

Mamá vuelve a llorar. —Lo siento tanto —se enjagua las lágrimas—. Lo sé, lo siento tanto es por eso que tu padre siempre me reclamó, le dolía ver que te llevabas mejor con Víctor que con él.

Cierro los ojos. —Ya no podemos cambiar el pasado —eso es algo que aprendí en terapia—. Pero… ¿Qué esperas de mí? ¿Qué te diga que está bien?

Mamá niega. —No espero nada de ti, solo que seas feliz —deja caer su cabeza hacia atrás—. Quiero que seas feliz y que estés bien, aun si eso significa que estés lejos de mí.

—No creo que eso sea posible —le digo y ella regresa su mirada a mí—. Al final, eres mi mamá y tengo que admitir que hiciste muchas cosas para protegerme —pienso en todo lo que he aprendido durante este tiempo—. Mira mamá, aun no me siento lista como para quedarme aquí por semanas y fingir que está todo bien, pero… te amo.

—Ay, Fantasy —mamá me toma por los brazos y me acerca a ella, me acuna como si fuera un bebé y besa mi frente. Mis ojos se llenan de lágrimas y los cierro—. Perdón por hacerte sentir como si tú fueras la mala, no fuiste tú.

Mamá peina mi cabello. —Fui la mala.

Me separo de ella y niego. —Fue él. No fue mi culpa ni fue la tuya, fue de él —le recuerdo—. Aun si me hubieras dejado sola, nadie tiene derecho de hacerle algo así a nadie. Una persona normal, jamás haría eso.

Mamá sonríe tristemente. —Yo debería estar consolándote, no tú.

Niego limpiando mis lágrimas. —Estoy mejorando —sonrío—. Tengo a papá y a Juliette. Ahora tengo a otras personas en mi vida, ellos me hacen más fuerte.

Asiente y se limpia las lágrimas con la mano. —Eres tan valiente e inteligente, estoy tan orgullosa de ti. Te admiro tanto, mi bebé.

Su bebé.

Eso seré siempre para ella, su bebé. Aun si es cierto que mamá era la responsable de cuidarme, de medir las consecuencias y de protegerme de cualquier posible peligro, ella también sufrió. Tocaron a su bebé, dañaron a su hija. Eso le dolió profundamente, lo puedo ver en su mirada.

—Juliette está aquí —le aviso—. Ella me trajo, tengo que volver en unas horas.

Mamá asiente. —Lo entiendo —suspira—. ¿Vendrás de nuevo? ¿Puedo llamarte? ¿Contestaras mis mensajes?

—Creo que sí —respondo—. Sí, lo haré.

Mamá sonríe y se coloca de pie. —Te llamaré todos los días, contéstame cuando tengas ganas de hablar.

Me paro a su lado, ahora puedo observarla mejor y me doy cuenta que mamá ya no es la misma no solo de un año atrás, sino de diez. Siempre pensé que mamá no envejecía, que conservaba su rostro con un aire de juventud pero en esta luz puedo reconocer las finas arrugas que se le han formado por debajo de los ojos. Mamá está envejeciendo y solo Dios sabe cuánto tiempo más viviremos en el mismo planeta juntas, hoy he decidido perdonarla y dejar atrás el rencor pues no quiero perder tiempo mientras tengo la oportunidad de decirle que la amo.




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