—Ya estoy harto de esa maldita familia real, de ese maldito niño que se pavonea con ellos, ¿Porque debo trabajar mientras él “aprende”? ¡Debería estar trabajando como todos los demás! —Gritaba un hombre de pelo negro y ojos color azul.
Tanto él como el grupo de hombres que lo acompañaban estaban hartos de este lugar, debían trabajar como esclavos en los cultivos, las siembras, y la pesca, ellos eran gente de mar.
Pero no estaban cansados solo de la familia real sino que también de todo el pueblo, que se daban de santos, en la ciudad no podían beber a menos que fuese un evento especial, no había prostitutas, ni siquiera había apuestas, se volverían locos en cualquier momento.
—¿Y qué sugieres Nicholas? Estamos atrapados en este lugar, nadie vendrá a buscarnos, seguramente ya nos dieron por muertos.
—Además en el supuesto caso de que nos encuentren, que no va a pasar, no tenemos dinero para sobrevivir cuando lleguemos, además de que estamos endeudados hasta el cuello, desaparecimos con mercadería que valía más de 100.000 monedas de oro, nos asesinaran apenas pongamos un pie fuera del barco. —-Mencionó otro hombre.
—Pues hoy es su día de suerte. —Vio que lo miraban como si estuviera loco. —Lo encontré, nuestro barco, está a unos kilómetros de aquí, la marea lo trajo de vuelta. Lo he visto, no está muy dañado, en unos meses creo que lo tendremos listo para irnos. Y respecto al dinero. —Miró al hombre que lo había mencionado antes. —¿No has visto cómo viven los malditos aquí? Hasta el más pobre está rodeado de oro, cargamos el barco con todo ese oro y joyas, y luego a vivir la gran vida en nuestras tierras.
Uno de los hombres que había estado callado, habló por primera vez. —No se ustedes pero yo estoy harto de este lugar, yo entro en este plan.
Uno a uno empezaron a confirmar su participación, solo había una regla, no comentarle esto a nadie, ni siquiera a sus otros compañeros, ellos estaban muy felices viviendo aquí, no querían arriesgarse a que abrieran la boca.
Y así fue como el plan comenzó, durante las noches llevaban todo el material necesario para arreglar el barco y en el día seguían con su vida normal. Claro que los jefes empezaron a quejarse con la familia de Killari del poco trabajo que hacían estos hombres, ya que apenas llegaban se quedaban dormidos o se negaban a trabajar, cargando de más trabajo a sus compañeros.
El emperador junto con su hijo estaban demasiado ocupados, los rumores decían que pronto se acercaba una guerra contra un imperio lejano que deseaba tener sus tierras, por lo que los asuntos de la ciudad quedaron a cargo de la emperatriz y su hija, siendo la última la encargada de ver por este asunto. Claro que Libiak iba junto a ella para traducir sus palabras.
En el camino a los campos, iban encontrando a gente de la ciudad, y los saludaba con alegría, estos le transmitían sus preocupaciones por los rumores y ella intentaba calmarlos, al llegar a su destino se encontraron con los 8 hombres de los que se habían estado quejado, estos hicieron una reverencia al verla, pero luego la miraron como si fuese una simple mosca, y no la hija del emperador. Sabía que esos hombres nunca se adaptaron a diferencia de sus compañeros, estaba cansada de tratar de hablar con ellos, no habían sido pocas las veces en que recibió quejas y habló con esos hombres, por lo que decidió pasar a la acción.
—Libiak, podrías traducir lo que digo, por favor. —Este asintió a lo que ella dijo, mirando con algo de temor a los otros hombres.
—La gente y mi familia ha tratado de ser lo más paciente posible con ustedes, pero a la vista de que su actitud no ha mejorado no me han dejado más opción. —Suspiro tratando de decir las palabras. —Sus pagas serán revocadas temporalmente, sus jefes les darán dos comidas al día, si su comportamiento mejora se les devolverá su pago por el contrario si empeora serán llevados a la prisión por tiempo indefinido.
Libiak terminó de traducir todo lo que ella había dicho, en ese momento la cara de los hombres pasó de indiferencia a una de furia. Ellos empezaron a reclamar en su lengua y quisieron tomar al niño por su ropa, el pequeño asustado se escondió detrás de Killari, ella no se movió ni un centímetro ante los gritos de los hombres más bien escondió a Libiak detrás de ella y cuando uno de ellos trato de golpearla ella logró tirarlo al suelo, puso su pie sobre la cabeza del sujeto haciendo que esta se incrustara más sobre la tierra arada.
—¡Yo soy su princesa y deben obedecer y respetar lo que digo! ¡Nunca lo olviden! —Odiaba llegar a esas alturas y tener que usar su título para imponer respeto, se alejó unos centímetros del hombre que había dejado tirado en el piso, el niño rubio había terminado de traducir lo que ella dijo, luego tomó la mano de la morena y se alejaron del lugar.
—¿Por qué no pueden ser como sus compañeros? Míralos se han adaptado tan bien, hasta algunos de ellos se han unido con nuestra gente ante los dioses.
—No todas las personas son iguales Killa.
—Supongo que es verdad, sigamos con las tareas.
El tiempo pasó y por suerte no hubo más reclamos sobre aquellos hombres. Ya había pasado un año y poco más de la llegada de los hombres, muchas cosas habían pasado como la celebración de nacimiento de los hermanos de la realeza, Illari cumpliendo 21 y Killari 18, Libiak también había tenido su celebración aunque este cumplio 10 lunas, aunque claro que no todo era celebración y buenas noticias.
Hace apenas dos semanas, la guerra había sido declarada entre el Imperio del Norte y el Imperio del Sur, siendo ellos del sur, podía sentirse la tensión en todo el imperio, la última guerra contra esta tierra había durado 5 años, tiempo en el que ninguna mujer había visto a sus esposos, hijos o hermanos. Todo volvió a repetirse, los hombres empezaron a crear muchas armas, las mujeres se pusieron manos a la obra y empezaron a hacer comida para que estos pudiesen comer al menos por un tiempo, también empezaron a crear ungüentos, todo tipo de medicina para que éstos se llevasen.