El tiempo había pasado, Killari los primeros días trató de luchar con todas sus fuerzas, gritaba y maldecía pero nada podía hacerse ya, al quinto día se dio por vencida.
Lo único que podía comer era un pedazo de pan duro y un vaso con agua, claro que Killari siempre le daba su porción a Libiak, diciendo que no tenía hambre o que había comido una ración que escondió la noche anterior. Los días se habían hecho semanas, ahí abajo no estaba segura de cuánto tiempo pasó, lo que sí sabía es que su pelo estaba más largo, llegando hasta más debajo de su cadera, y el de Libiak llegaba a los hombros.
Habían dejado de alimentarlos hace unos cinco días, según ellos porque se estaban quedando sin comida, por lo que apenas tenían fuerza para mantenerse despiertos, hace mucho tiempo dejaron de ver la luz del sol o de la luna, por suerte no había tenido altercados con los tripulantes según Libiak logro escuchar y traducir, era porque consideraban que el valor de Killari aumentaba si seguía siendo pura, algo que él no entendió pero que a ella la atemorizó.
Ambos jóvenes se despertaron asustados ante los gritos de los hombres, Libiak también pareció un poco feliz.
—Llegamos, llegamos. —Susurraba sin fuerzas.
Ellos siguieron allí abajo por otros tres días, aunque esta vez si los alimentaron, un poco mejor que otras veces, se llenó un barril con agua y les indicaron que se asearan, según lo que le explico Libiak, porque al parecer había un hombre interesado en comprarlos.
Esa misma tarde un hombre algo mayor, entre 40 y 50 años llegó al barco, su cabello completamente blanco y regordetas mejillas rosadas.
—Oh Baron Brown, que honor tenerlo aquí. —Nicholas lo recibió con una sonrisa.
—Si, si, a lo que vine, donde está eso tan espectacular que quieres ofrecerme.
—Claro, tú, traelos. —Le indico a uno de sus hombres.
—¿Cuantos son? —Miro algo interesado.
—Lo entenderá cuando los vea.
Desde abajo salió primero Libiak, se veia mas presentable que antes pero seguía estando delgado, sus ropas eran las misma que usaba en el imperio, llevaba un taparrabo y nada más, el barón no parecía muy impresionado, detrás de él y siendo empujada salió Killari, se notaba cansada pero eso no quitaba el hecho de que aún se veía hermosa, su ropa era una falda un poco más arriba de la rodilla, y una tela de colores recta que cubría sus pechos. La joven no pudo evitar estremecerse ante el frío del lugar, nada comparado al clima cálido de su hogar.
El barón se acercó hasta ella, empezando a tocar su cara y sus brazos sin permiso, ella intentó golpearlo pero las cadenas detrás de su espalda se lo impedían.
—Qué espléndido ejemplar. —Tocaba su cabello y algo que la alarmó fue sentir la mano de aquel hombre bajando por su cintura, aunque fue detenido por Nicholas.
—Un momento barón, si quiere tocar, debe comprar.
—¿Cuanto por ella? No quiero a el niño.
—El niño va incluido. —Al ver que el hombre iba a negarse a su petición siguió hablando. —Pregúntele algo a ella.
El hombre pareció dudoso pero lo hizo. —¿Cual es tu nombre? —Cuestiono con autoridad.
La chica lo miró sin entender, entonces Nicholas le dio un pequeño golpe a Víctor. El niño habló con Killari en su lengua y ella respondió mirando al hombre mostrando una expresión enojada. El rubio suspiró y miró al hombre.
—Ella dice que…que prefiere morir ahogada antes de que usted pronuncie su nombre, también dijo que va a hacer que se trague esa cosa. —Apuntó hacia el pañuelo en su bolsillo. —Si alguna vez se atreve a pronunciarlo.
El barón miró a Nicholas sin entender y este río con ganas.
—El niño es el único ser en todo este lugar que puede entenderla, ni siquiera nosotros la entendemos por completo, así que deben irse los dos.
—500 piezas de oro.
—2000.
—1000
—Suba a 1500 y tendremos un trato.
—De acuerdo.
Estrecharon sus manos y firmaron un contrato donde decían que tanto Killari como Víctor, nombre que volvería a usar, ahora eran propiedad del barón William Brown, sellado, firmado y pagado, así de rápido y fácil fue.
Antes de bajar del barco, Nicholas tomó por los hombros a Killari y desde atrás le susurro en la lengua de la morena “Larga vida a nuestra princesa”, entre risas la empujó para que siguiera caminando.
“Que los dioses los maldigan a ustedes y a todo aquel que haga daño a la familia real del gran Imperio de Suyay” Escupió al suelo donde estaba parado el de cabellos negros. Si no se cumplía lo que decía al menos quedó satisfecha con la mirada de miedo que pudo sacarle.
Ya abajo había una gran cosa jalada por animales que Killari no supo explicar “Carruaje”, es lo que Víctor había dicho, aquel hombre que los había comprado subió a ese aparato, otro sujeto que estaba sentado enfrente bajo de su lugar y se acercó a ellos, los tomó de una manera nada cortés, hace apenas unos segundos les habían sacado las cadenas pero ahora ese sujeto les ató las manos con una cuerda, también enrollo una cuerda más larga en sus cuellos que terminó atada en la parte trasera del carruaje. El hombre volvió a su lugar correspondiente y el carruaje empezó a andar, mientras que el barón iba feliz de su nueva adquisición, los dos jóvenes iban caminando detrás del carruaje, sus pies descalzos dolían al sentir las piedras sobre sus plantas, la cuerda en sus cuellos ardía y asfixiaba, pero lo que más le dolió a Killari no fue aquello, el dolor más profundo fue a su alma, separada de su tierra, de su familia, ver a Víctor en esta situación, verse a sí misma en esta situación, fue un gran golpe emocional a su alma y a su orgullo.
Llegaron a una zona poblada, Killari tuvo la pequeña esperanza de que alguien los ayudara pero eso no ocurrió, la gente ni siquiera los volteaba a ver y los que lo hacían solo se quedaban mirando interesados pero seguían su camino luego de 2 segundos, entonces lo entendió, nadie los ayudara, estas personas eran malvadas, una creación del mismo dios del mal, gente tirada en la calle alcoholizadas, mujeres siendo golpeadas por sus esposos enfrente de todos, niños muy delgados y sucios pidiendo comida, hombres golpeándose unos contra otros, todo era tan diferente, tan horrible, en sus tierras jamás se hubieran permitido que pasase esto, en sus tierras solo se bebía en fechas importantes, en sus tierras el matrimonio y respeto por la pareja eran importantes, en sus tierras los niños eran protegidos, en sus tierras todo era paz, ahora estaba en el mismo infierno.