Ya el sol estaba en el cielo con todo su esplendor y los dos hombres de alta cuna estaban parados frente a la puerta de la mansión, su respiración cansada, el sudor sobre sus frentes y el temblor de sus piernas hacía saber que estuvieron mucho tiempo caminando sin descanso.
Al tocar la puerta esperaron que alguien fuese a abrir pero para sorpresa de ambos, en lugar de ser una sirvienta la que abriera la puerta, enfrente de ellos estaba Eliza, la princesa menor, esta tenía una mirada algo angustiada pero al mismo tiempo parecía feliz al ver a su hermano al fin en el lugar.
—Jasón ¿Por qué demoraste tanto?—Se abalanzó sobre él para darle un abrazo.
—Yo también me alegro de verte, pequeña—Le devolvió el abrazo y miro hacia adentro— ¿Los demás dónde están? ¿Por qué abriste tú la puerta?
—Las cosas no están muy bien hoy—Los dejo entrar mientras los guiaba a la sala donde estaba el resto de su familia—Dos esclavos del Barón Brown escaparon, el Barón ésta muy enfadado.
Llegaron a la sala principal donde estaban todas las mujeres, parecían algo aburridas, la única que se quejaba en voz alta era Rebecca diciendo algo como que ahora moriría de la curiosidad, aunque todo ese asunto se olvidó al ver a su hermano e hijo. Todas se acercaron a recibirlo con abrazos y besos, claro que a Cian también lo recibieron alegremente.
— ¿Por qué están todos de tan mal humor?
—Oh hermano, se acaba de ir la fuente de entretenimiento más grande que nunca vi en mi vida.
— ¿Alguna puede traducir eso?
—El Barón Brown compró a dos esclavos y pagó una gran cantidad por ellos, ambos fueron traídos de tierras que jamás han sido exploradas, por lo que tienen un gran valor, pero escaparon anoche—Catherine explicó resumidamente todo.
— ¿Dónde está el Señor Brown ahora?—Cian quiso saber más por curiosidad que por preocupación.
—Está en la parte trasera con los sirvientes, él cree que ellos tuvieron algo que ver con el escape—Eliza se mostraba preocupada por aquello.
—Por favor, esto es absurdo, si quiere encontrarlos debería mandar a alguien a buscarlos en lugar de hacer interrogatorios inútiles—Camille parecía molesta por todo este asunto—Podría estar comiendo una de esas ricas tartas que preparan aquí pero en su lugar solo estamos hablando de dos esclavos sin importancia.
El pelirrojo decidió ignorarla y dijo que iría a ver al Barón, para hacerle saber de su llegada, Cian se ofreció a acompañarlo pero este se negó, mencionando que debía tomar un descanso.
Al ir acercándose a la parte trasera de la casa pudo ir escuchando cómo incrementaba el sonido de los gritos del hombre mayor, al joven príncipe jamás le fue de su completo agrado el Barón, siempre lo considero un viejo absurdo y manipulador que se colgaba de la buena relación que tenía con su padre, siempre que cometía algún error era su padre quien lo resguardaba bajo su ala, había sido así desde que él era pequeño y no dudaba que lo seguiría siendo hasta que su padre decidiese retirarse. Al pasar por la puerta pudo ver claramente la figura del viejo hombre, quien tenía un látigo en su mano, y la figura de 3 mujeres arrodilladas en el suelo con las manos extendidas.
—Lo diré por última vez, ¡¿A dónde fueron esa maldita zorra y el renacuajo?!—Dejó caer un azote sobre la mano de Emma.
— ¡Se que una de ustedes lo sabe!—Otro azote se escuchó sobre la piel de Emily.
—Vamos Mary, años de trabajar para mi, creí que eras más fiel—Iba a golpearla pero en ese momento la voz del príncipe se dejó escuchar.
—Barón, creo que este comportamiento es completamente innecesario—Se acercó para quitarle el látigo de sus manos— ¿Qué culpa tienen estas mujeres?—Miró hacia las 3 figuras y preguntó— ¿Alguna de ustedes sabe a dónde se fueron esos dos esclavos?
—No, Alteza—Hablaron las 3 mujeres a coro.
—Ve, ellas no saben nada ¿Por qué mentirían?—Miro a las mujeres con una sonrisa—Ya pueden irse.
—Gracias, Alteza—Se levantaron apresuradas para luego entrar a la casa.
—Príncipe, creo que esto está fuera de sus manos—Lo miró con rencor—Acabo de perder a dos esclavos por los cuales pagué mucho, estoy en todo mi derecho de interrogar a mis empleados.
—Así es barón son sus empleadas, no sus esclavas, no puede tratarlas así—Sonrió con inocencia fingida—Si quiere encontrarlos yo sugeriría que contrate a alguien—Dejó caer el látigo a los pies del hombre mayor y se fue.
Ingresando de nueva cuenta a la casa, se dirigió a donde estaban las mujeres junto con Cian esperándolo.
—Entonces dudo que sean ellos—Pudo escuchar la voz de su amigo al ingresar a la habitación.
— ¿De quienes hablan?
—La princesa Catherine me decía cuales eran los nombres de los esclavos, les hable del encuentro que tuvimos antes, pero los nombres no coinciden.
—Se llaman Killari y Víctor, una es una chica morena de pelo negro y el otro es un niño rubio—Eliza hablo mientras dibujaba algo en su cuaderno— ¿Puedo hacerles un retrato si lo desean? He mejorado mi habilidad.
—Eso sería de mucha ayuda Princesa, gracias—El Barón entró diciendo aquellas palabras—Ya mande a Jacob a contratar al mejor cazador de fortunas que hay y un retrato seria de mucha ayuda.
—No puedo creer que haya sido capaz de mentirle a mi hijo, ¡Al príncipe por todos los cielos!—Habló la reina mientras se ventilaba con un abanico.
—Vamos madre, si yo fuese ellos haría lo mismo—Se sentó en una de los sofás de la habitación esperando que la más pequeña de la familia terminase su retrato.
Unas horas pasaron y la joven Eliza ya tenía hecho el retrato de ambos fugitivos, el príncipe solo pudo apreciar con asombro como la difusa imagen que recordaba ver en la oscuridad resultaba siendo aún más hermosa en el papel y no dudaba que a la luz del despampanante sol fuese aún más brillante su encanto.
Por otro lado, tanto Víctor como Killari ya se encontraban bastante lejos de la propiedad Brown. Lograron que un amable señor los llevase en su carreta, así que la distancia era aún mayor. Tenían el nombre de la ciudad, Ville Fleurie, y de la persona que los ayudaría, Aleksander.