Cadenas de oro

Capitulo 11

— ¿Buscan un cuarto?—La voz gruesa del hombre se escuchó firme.

— ¿Usted es Aleksander Lefebvre?—La pregunta salió en voz baja de los labios de la morena.

—Lo soy, ¿Quiénes son ustedes?—Salió de la posada, cerrando la puerta tras de sí, haciendo retroceder aún más a los jóvenes.

—Nosotros somos amigos de Mary, la señora que trabaja para el Barón Brown.

—Mary—Susurró el hombre, abrió la puerta y les hizo señas para que entrasen al lugar—Rápido, adentro.

Al estar los dos chicos dentro, aquel hombre alto cerró la puerta con llave, pero antes se fijó que nadie estuviese cerca, la noche ya se había hecho presente, por lo que varias velas alumbraban el interior de la posada. Guió a la morena y al rubio hasta la cocina, los tres se sentaron en unas sillas, Killari y Víctor, sentían como si estuviesen siendo regañados o interrogados, el mayor se sentó frente a ellos.

— ¿Cómo conocen a Mary?—Puso dos vasos con agua frente a los chicos.

—Nosotros trabajamos con ella, fuimos compañeros un año y poco más—La morena volvió a hablar.

— ¿Y por qué están aquí? ¿Por qué los envió conmigo?

—Nosotros somos esclavos del Barón, escapamos hace algunas semanas. La señora Mary nos descubrió y nos dijo que viniéramos con usted.

—Esa mujer siempre me mete en sus problemas. —Tiró su cabello hacia atrás con un gesto cansado, cerró los ojos para pensar por unos segundos— ¿Tienen dinero? No se quedarán aquí gratis.

—Sí, tenemos algo—Hablo Víctor.

—Bien, 5 monedas de plata la noche—Los miro—Por cada uno.

— ¡¿5?! Eso es mucho—Killari golpeó la mesa molesta—Hemos estado en mejores posadas y por menos dinero.

—Entonces busquen otro lugar para quedarse, esta es la única que encontrarán en toda la ciudad.

La chica comenzaba a perder la calma. El viaje había sido largo, habían tenido muchos problemas para vender las cosas que robaron, siempre les ofrecían menos dinero de lo que valían las cosas, no habían comido hace un par de días, ya no se sentía con los ánimos para tratar con otra persona que quería aprovecharse de ellos.

—Qué le parece si le damos 2 monedas de plata y trabajamos para usted—Víctor trataba de ser la voz de la razón.

El hombre lo pensó un poco, miró a la morena, la cual parecía bastante molesta y terminó por asentir—De acuerdo—Se levantó de su asiento y caminó hacia la parte de arriba de la casa—Esas dos son sus habitaciones, esta es la mía y la del fondo es la de mi nieto—Señaló cada una y después suspiro—Pónganse cómodos, en unos minutos los llamaré para que bajen a comer.

Cada uno fue a su habitación indicada, desempacaron los pocos objetos personales que llevaban con ellos, Víctor sin darse cuenta se había quedado dormido, hace mucho no tocaba una cama tan suave, Killari por otro lado estaba sentada en la cama, sus pertenencias eran un peine algo viejo, un vestido de color gris y algunas botellas de vidrio pequeñas, algunas contenían remedios, y otras, perfumes que había hecho con flores.

Se recostó en su cama por unos minutos, miraba el techo con nostalgia, estaba insegura, no sabía que harían de ahora en adelante, podían quedarse aquí por el momento pero cuando Aleksander se cansara de ellos, ¿Qué harían?, debía planear algo, debían sobrevivir a como diera lugar, no se iba a rendir tan fácilmente. Estaba cansada, sus pies estaban hinchados y lastimados por la caminata, su respiración se fue calmando y en unos minutos, un sueño profundo la invadió.

El ruido de la puerta siendo golpeado la despertó alarmada, cuando se acerco a abrir había un niño de más o menos la edad de Víctor, aunque era un poco más bajo que el rubio, tenía el pelo oscuro, y ojos de un color raro, un ojo era de color celeste y el otro de color café. La pelinegra solo pudo pensar en una palabra “tierno”.

—Em. Mi abuelo dice que es hora de comer—Decía las palabras despacio mientras la miraba con detenimiento— ¿De dónde vienes? Tu piel es hermosa.

—Qué lindo niño—Se agacho un poco para estar a su altura, prefería que nadie supiera mucho de su pasado por lo que desvió el tema de conversación— ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Erek Lefebvre—Parecía decirlo con mucho orgullo.

—Es un placer Erek, yo soy Killari.

—Ese es un nombre raro—Lo dijo sin malas intenciones—Tengo que despertar a la persona que vino contigo.

—Sí, Víctor debe de seguir durmiendo—Mientras caminaban al cuarto del chico siguió hablando—Viajamos mucho.

—Ese Víctor ¿Es tu pareja?—Toco la puerta, esperando que alguien abriera.

—No, no, él es mi amigo—Un rubio, con el sueño aún sobre él, abrió la puerta. Su pelo estaba enmarañado, sus ojos aún no se abrían por completo y dejó salir un gran bostezo— ¿Qué pasó?

El pelinegro se escondió detrás de Killari, eso le pareció algo extraño a la chica pero supuso que el joven era algo tímido.—El señor Lefebvre dice que es hora de comer, vamos.

Bajo las escaleras con los dos niños a su lado, Víctor iba caminando casi en automático con los ojos algo cerrados, en cambio Erek solo cuidaba que el chico no pisase mal y se lastimara. Al llegar al comedor pudieron ver a Aleksander sirviendo los platos con comida y dejándolos sobre la mesa, cada uno tomó asiento y empezaron a comer en silencio.

Cuando terminaron de cenar el dueño del lugar empezó a hablar.

—Bien como ya sabrán él es mi nieto Erek, vive aquí conmigo—Apuntó al chico, el cual solo saludo con la mano—Por otro lado, el trabajo que hará cada uno aquí será sencillo, ayudarán a limpiar y a atender a las personas que vengan, la temporada de florecimiento está cerca y muchos viajeros vienen a pasar los días.

Y así fue como Víctor y Killari iniciaron otra vida, los meses pasaban y ellos estaban felices, con el tiempo Aleksander y Killari comenzaron a llevarse bien, hasta se podría decir que el hombre mayor la veía como a una hija. Por otro lado Víctor y Erek se habían vuelto muy unidos, siendo el pelinegro un año menor que el rubio, se había cumplido ya casi dos años desde su escape, el rubio cumplió 13 años y la morena 21, muchas mujeres del pueblo decían que ya debía casarse porque se estaba haciendo vieja, muchas chicas de su edad ya estaban casadas y tenían hijos, incluso varias de las señoras llevaron a sus hijos a la posada para intentar entablar una relación con la pelinegra, eso no había puesto para nada contentos a Víctor y Aleksander. El más joven había mencionado que aún era joven para casarse y el mayor en pocas palabras decía que ninguno de aquellos hombres era un buen partido, la única persona que no se metía en aquellos asuntos era Erek, él solo decía que la apoyaría en todo cuando decidiese desposar a alguien a quien realmente ame.




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