Largos meses pasaron para los 3 amigos, los primeros fueron los más difíciles sin dudar, no tenían dinero, ni un lugar donde quedarse, además de que eran perseguidos por un maniático, se mudaron a una ciudad lejana, allí los tres tuvieron que conseguir trabajos, Erek trabajaba ayudando a un sastre, Víctor trabaja en una granja, ayudando a unos ancianos, mientras que a Killari la emplearon en una lavandería.
No era fácil, con los tres sueldos apenas y si alcanzaba para pagar un pequeño cuarto donde debían dormir los tres, y una comida al día, la situación era difícil aunque mucho no podían hacer hasta que a los 6 meses de trabajar, durante un día libre a Erek se le ocurrió una brillante idea, vender los remedios caseros de Killari, en el pueblo no había ningún doctor, el más cercano estaba a al menos 40 kilómetros, y era demasiado caro pagar sus consultas.
Con esa idea en mente se pusieron manos a la obra, juntaron el poco dinero que tenían y compraron todo lo necesario para empezar con algunas medicinas sencillas, Killari hacia los remedios junto con Víctor, y Erek se encargaba de salir a venderlas al pueblo, el negocio poco a poco fue prosperando, el único que seguía manteniendo su trabajo era Erek ya que Víctor y Killari se dedicaban todo el día a hacer remedios e incluso se arriesgaron a hacer algunos remedios para la fertilidad y uno que otro frasco de afrodisíaco, que eran pedidos con anticipación, también Killari se encargaba de hacer perfumes para las mujeres. Pero la paz terminó, rumores de un hombre calvo y con una gran marca de quemadura atormentando a la ciudad vecina habían llegado, esa fue la señal de que los chicos debían partir, tan pronto como tuvieron todo listo compraron un coche de camino y se fueron del pueblo.
Viajaban de pueblo en pueblo durante mucho tiempo, ofreciendo sus productos y ganando dinero, a veces regalaban algunos a los más necesitados y otras, cuando debían irse sin avisar, dejaban un saco con diferentes frascos como regalo para los pueblerinos que fueron amables con ellos.
Nadie sabía sus nombres, ni de dónde venían, ellos solo llegaban, vendían sus cosas, ayudaban a la gente y al mes volvían a partir, los rumores de los 3 vendedores milagrosos o los 3 ángeles llegaron a todo el reino, todos sabían que sus remedios eran de buena calidad y siempre tenían un precio accesible para las personas de la baja sociedad. Cuando llegaban a algún pueblo, los ciudadanos los recibían contentos, los trataban bien y muchas veces les daban comida.
Claro que esto no alegró mucho a los doctores y a algunos millonarios que financiaban cocinas donde se hacían los medicamentos, por lo que algunas personas de la alta sociedad ahora sabían de la existencia de estos vendedores nómadas.
Su última parada era en el pueblo de las aves, habían dejado el carro cerca de los límites con el bosque a las afueras de la entrada de la ciudad, llegaron por la noche así que nadie los noto, dejaron todo listo y por la mañana Víctor y Erek salieron a vender todos los productos. La morena se quedó sola en su mini campamento, prendió una fogata para cocinar algo, mientras el fuego tomaba forma se sentó, estaba machacando algunos ingredientes para un pedido que habían tenido temprano, la pelinegra ya entendía porque lo llamaban el pueblo de las aves, podían escucharse claramente el cantar de varios tipos de aves, era algo hermoso sin dudar.
En otra parte del bosque, algo cercana, un grupo de hombres, vestidos con ropas precarias, estaban cazando, llevaban arcos y flechas con ellos, eran al menos unos 5 hombres.
—Majestad, deberíamos volver a….
—Jasón, Cian, soy Jasón—El pelirrojo miró algo molesto a su mejor amigo y mano derecha para luego seguir persiguiendo sigilosamente a su presa—Mientras estemos afuera simplemente soy Jasón.
—De acuerdo, Jasón—Resalto la última palabra con molestia—Deberíamos volver, es peligroso estar aquí, estamos cerca de un pueblo, si alguien lo viese habría un gran escándalo.
—Cian, solo quiero cazar tranquilamente—Paro para ver a su amigo— ¿Es mucho pedir?
El más alto se quedó callado, el oji-azul parecía satisfecho, siguió su camino, perdió de vista a su presa, estaba enojado, habían tardado mucho en encontrar a un animal, se giró molesto para emprender el camino hacia los caballos, Jasón iba a la cabecera, Cian venía un metro detrás de él y los guardias iban más atrás, viendo que no pasase nada, aunque un grito los desconcertó a todos, el Rey cayó en un pozo algo profundo, al asomarse, se podía ver al pelirrojo con raspones en sus brazos, cara y pierna también algo de sangre en una de sus piernas.
Los guardias lo sacaron rápidamente de ahí, Cian se estaba tragando las ganas de decirle “Se lo dije”, ahora debían llegar al palacio de descanso del Rey, aunque ese lugar quedaba bastante lejos.
—Hay un pueblo en las cercanías, podemos llevar a Su Majestad allí—Uno de los guardias opinó, todos estuvieron de acuerdo pero la última palabra la tenía el rey, cuando él aceptó tomaron los caballos y se dirigieron al pueblo más cercano.
La morena estaba terminando de poner unas piezas de pollo a la sopa que estaba haciendo en la olla, no era muy buena en la cocina, pero tampoco era mala, el mejor cocinero entre ellos era Erek sin dudar. Killari estaba esperando la llegada de sus amigos, aunque unos ruidos la pusieron alerta, se veía por el sendero un grupo de hombres, algunos venían a pie y otros a caballo, siguió en sus asuntos creyendo que eran algunos viajeros que tenían como destino el pueblo.
— ¡Oye tú!—La voz de un hombre la llamó— ¿Dónde está el doctor?
—No lo sé, no soy de aquí—Ni siquiera se volteo a verlos.
—Mujer insolente, ten más respeto—Uno de los guardias se acercó a ella molesto, pero antes de que le hiciese algo otro guardia, más joven, se interpuso.
—Yo la conozco, es uno de los ángeles—El joven parecía bastante emocionado de verla, tomó sus manos delicadamente—Usted, salvó la vida de mi hermanita, sus remedios la curaron, le estaré eternamente agradecido, soy Tomás.