Cadenas Del Alma

Hermanas Del Dolor

En una antigua mansión victoriana, oculta en el corazón de un bosque perpetuamente envuelto en niebla, vivían tres hermanas conocidas como Las Hermanas del Dolor. Sus nombres eran Eliza, Seraphina e Isolde. Sus cabellos rosados, largos y sedosos, contrastaban con el opaco entorno de la mansión. Vestían vestidos de época, con profundos escotes y telas que parecían flotar alrededor de sus cuerpos esbeltos.

La leyenda decía que éstas hermanas eran espíritus vengativos, condenados a vagar eternamente por la mansión después de un trágico suceso que las había dejado atrapadas entre el mundo de los vivos y los muertos.

La tragedia había comenzado cuando un joven artista, obsesionado con la belleza de las tres hermanas, decidió hacer de ellas sus musas. Día tras día, las pintaba, capturando su esencia en lienzos que parecían vibrar con vida propia. Sin embargo, el joven artista no tenía intenciones inocentes.

Eliza, la mayor, había sido la primera en notar algo extraño en las pinturas. Cada vez que el artista completaba un cuadro, las hermanas sentían una extraña opresión en el pecho, como si parte de su alma fuera arrancada y atrapada en la tela. Con cada nuevo retrato, sus energías vitales se drenaban más, y una profunda tristeza y dolor comenzaban a consumirlas.

Una noche, incapaz de soportar más el sufrimiento, Eliza confrontó al artista. Descubrió que él había hecho un pacto con un oscuro ente que le había otorgado la capacidad de capturar almas en sus pinturas.

Desesperada por salvar a sus hermanas, Eliza trató de destruir los cuadros, pero el artista, enfurecido, la mató. Sus últimas palabras fueron una maldición que condenó a las tres hermanas a vagar eternamente por la mansión, mientras sus almas estaban atrapadas en los retratos.

Con la muerte de Eliza, Seraphina e Isolde quedaron solas y aterrorizadas. Sabían que su hermana mayor había intentado salvarlas, pero ahora estaban aún más atrapadas en la desesperación. La noche siguiente, el artista, consumido por su locura, se ahorcó en el salón principal, justo frente a las pinturas malditas.

Desde entonces, cada noche, los espíritus de Eliza, Seraphina e Isolde se manifiestan en la mansión. Los visitantes desprevenidos que se aventuran en la casa suelen ser atraídos por la belleza etérea de las hermanas, solo para descubrir demasiado tarde la verdad detrás de sus sonrisas melancólicas y sus ojos llenos de sufrimiento.

Una noche, un joven historiador llamado Thomas decidió investigar la leyenda. Al entrar en la mansión, fue recibido por las tres hermanas. Fascinado por su belleza y los misterios que escondían, decidió quedarse. Durante días, estudió las pinturas y las historias de la familia. Sin embargo, pronto comenzó a experimentar las mismas opresiones en el pecho que las hermanas habían sentido. Las visiones de Eliza, Seraphina e Isolde lo acosaban, sus susurros llenos de dolor y desesperación.

Una noche, mientras estudiaba un retrato de Eliza, Thomas sintió una presencia detrás de él. Al volverse, vio a las tres hermanas, sus rostros pálidos y ojos tristes mirándolo fijamente.

"Ayúdanos," susurraron al unísono. Thomas, con el corazón acelerado, comprendió que debía liberar sus almas. Desesperado, comenzó a destruir los retratos, uno por uno, mientras las hermanas observaban en silencio.

Cuando finalmente destruyó el último cuadro, una explosión de luz llenó la habitación. Las almas de Eliza, Seraphina e Isolde fueron liberadas, y por primera vez en siglos, las hermanas sonrieron con alivio. Thomas cayó al suelo, exhausto pero satisfecho, sabiendo que había puesto fin a su sufrimiento.

Desde ese día, la mansión quedó en silencio, sus oscuros secretos disipados. Sin embargo, se dice que en noches de luna llena, el eco de una suave risa y la melodía de una canción triste pueden escucharse, un recordatorio del amor y sacrificio que finalmente liberó a las hermanas del dolor eterno.

Con las almas de las hermanas aparentemente liberadas y la mansión sumida en un silencio pacífico, el pueblo cercano creyó que el oscuro capítulo de Las Hermanas del Dolor había llegado a su fin. Sin embargo, la historia estaba lejos de terminar.

Meses después de que Thomas destruyera los retratos, una familia se mudó a la mansión, atraída por su belleza arquitectónica y su precio sorprendentemente bajo. Los nuevos residentes, los Montgomery, estaban encantados con la mansión y comenzaron a renovarla con entusiasmo, ignorando las advertencias y las leyendas locales.

La hija menor de los Montgomery, Lily, era una niña curiosa y sensible. Desde el primer día, sintió una extraña conexión con la casa y, especialmente, con un viejo espejo que encontró en el ático. Este espejo, con un marco dorado ornamentado, parecía pulsar con una energía propia.

Cuando Lily miró por primera vez en él, vio fugazmente el reflejo de tres mujeres de cabello rosado, sus ojos llenos de tristeza y súplica.

Intrigada, Lily comenzó a pasar cada vez más tiempo frente al espejo. Cada vez que miraba, las visiones se volvían más claras y las voces más audibles. Las hermanas Eliza, Seraphina e Isolde no habían sido completamente liberadas; sus almas estaban atrapadas en fragmentos de un espejo maldito que el joven artista había utilizado para sus rituales oscuros. Sus retratos habían sido solo una parte de la trampa.

Una noche, mientras Lily dormía, fue despertada por un suave susurro. Siguiendo el sonido, llegó al ático donde el espejo la llamaba. Al tocar el vidrio, una oleada de visiones la abrumó.

Vio el momento de la muerte del artista, la maldición lanzada por Eliza y el sufrimiento interminable de las hermanas. Decidida a ayudarlas, Lily comenzó a investigar sobre el espejo y sus propiedades mágicas.

Descubrió que para liberar completamente a las hermanas, debía reunir los fragmentos dispersos del espejo original y realizar un ritual de purificación en la noche de luna llena. Con la ayuda de su hermano mayor, Jake, y su madre, quien era una experta en historia del arte, Lily emprendió la búsqueda de los fragmentos.




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