En el corazón del bosque, donde la niebla se aferra a los árboles como un susurro de antiguas memorias, yace el pueblo de Blackwood. Fundado hace más de dos siglos, Blackwood ha sido siempre un lugar envuelto en misterio y temor. Los ancianos del pueblo hablan de noches en las que la luna desaparece del cielo, dejando a la oscuridad gobernar.
Cuentan historias de espíritus que vagan sin descanso, y de criaturas que acechan en las sombras, esperando a los incautos.
Una de las leyendas más antiguas de Blackwood narra la historia de tres demonios antiguos, desterrados de su reino y condenados a vagar en busca de anfitriones mortales.
Se dice que estos demonios, conocidos como Astaroth, Belial y Marchosias, solo podían entrar en nuestro mundo a través de aquellos nacidos bajo ciertas circunstancias. Durante generaciones, los habitantes del pueblo han mantenido rituales y amuletos para protegerse, pero siempre con el temor latente de que algún día, los demonios encontrarían su camino de regreso.
Los registros más antiguos hablan de una noche similar a la que marcó el nacimiento de los trillizos. Una tormenta feroz azotó Blackwood, y tres niños nacieron bajo el rugido de los truenos. Esa noche, la partera juró haber visto sombras moverse con vida propia y escuchado murmullos en lenguas desconocidas.
A la mañana siguiente, los niños y su familia desaparecieron, y el pueblo entero quedó marcado por una presencia oscura que nunca se desvaneció del todo.
Con el paso del tiempo, estas historias se convirtieron en advertencias para los jóvenes y en cuentos para asustar a los niños. Sin embargo, el nacimiento de Anna, Becca y Carl en una noche tormentosa reavivó antiguos miedos. Los viejos comenzaron a susurrar nuevamente sobre los demonios y los oscuros presagios que traían consigo.
Los padres de los trillizos, Harriet y Tom, desconocían la magnitud de lo que se avecinaba. Creían que las historias eran solo supersticiones, hasta que comenzaron a notar comportamientos extraños en sus hijos.
Mientras el resto del pueblo observaba con recelo, la atmósfera en Blackwood se volvía cada vez más densa y opresiva. Lo que nadie sabía era que las viejas leyendas estaban a punto de cobrar vida de nuevo, y los demonios, después de siglos de espera, finalmente habían encontrado su puerta de entrada al mundo de los vivos.
El pequeño pueblo de Blackwood, conocido por su densa niebla y antiguos bosques, tenía una atmósfera tan cargada de misterio que los locales evitaban hablar de ciertas historias y con razón.
Una de esas historias, sin embargo, había vuelto a ser contada en susurros desde el nacimiento de los trillizos: Anna, Becca y Carl. Nacidos en una noche de tormenta, las parteras susurraron que la llegada de tres niños en una sola noche traía consigo un oscuro presagio.
Desde muy pequeños, los trillizos mostraron comportamientos extraños. Mientras los demás niños jugaban en el parque, ellos preferían deambular por el cementerio al final del pueblo, murmurando palabras en un idioma desconocido.
Los padres, Harriet y Tom, notaron que sus hijos parecían saber cosas que nunca se les habían enseñado, y las sombras en su casa parecían moverse de forma antinatural.
Una noche, Harriet escuchó ruidos provenientes del ático. Subió las escaleras lentamente, sintiendo un frío inexplicable. Al abrir la puerta, encontró a Anna, Becca y Carl sentados en un círculo, con los ojos en blanco y murmurando en sincronía.
El aire era denso y Harriet sintió un terror indescriptible. Al encender la luz, los niños se detuvieron y la miraron con una intensidad aterradora. Harriet se desmayó.
Tom la encontró y la llevó a su cama, atribuyendo su desmayo al estrés. Sin embargo, Harriet sabía que algo oscuro se cernía sobre sus hijos. Decidida a encontrar respuestas, contactó a la anciana Meredith, conocida por sus conocimientos sobre lo oculto.
Meredith, al escuchar la historia, palideció.
"Debemos actuar rápido. Estos no son niños normales. Han sido marcados por tres demonios antiguos que buscan una puerta al mundo de los vivos."
Al anochecer, Meredith llegó a la casa con sus herramientas de exorcismo. Encendió velas, dibujó círculos de protección y comenzó a recitar antiguas oraciones. Los niños se retorcieron y gritaron en lenguas desconocidas. Los muebles temblaron y una fuerza invisible trató de apagar las velas. Meredith mantuvo su concentración, pero sabía que esto solo era el principio.
A medida que las oraciones avanzaban, los demonios comenzaron a manifestarse. Anna, Becca y Carl se elevaron en el aire, sus cuerpos contorsionados en posturas imposibles de hacer. Los demonios hablaron a través de ellos, burlándose de Meredith y proclamando su dominio sobre los niños. Sin embargo, la anciana no cedió. Debía saber a los pequeños a como de lugar.
Una noche, Meredith decidió llevar a los niños a la antigua iglesia de Blackwood, un lugar consagrado y olvidado por muchos. El viento soplaba con furia, y la luna llena iluminaba el camino. Al entrar en la iglesia, las puertas se cerraron de golpe, atrapándolos dentro.
Meredith comenzó el ritual final. Las palabras sagradas resonaron en las paredes, y las sombras danzaron con furia. Los niños, poseídos, intentaron escapar del círculo de protección, pero fueron detenidos por una fuerza invisible. Con un grito desgarrador, los demonios fueron arrancados de sus cuerpos y absorbidos por el suelo sagrado.
El silencio cayó sobre la iglesia. Anna, Becca y Carl cayeron al suelo, inconscientes. Meredith, agotada, los llevó de vuelta a su hogar. Harriet y Tom, llenos de gratitud, abrazaron a sus hijos, ahora libres del mal.
Sin embargo, en los días que siguieron, una inquietante sensación permaneció en Blackwood.
Los niños, aunque aparentemente normales, nunca hablaron de lo sucedido. La gente del pueblo seguía evitando el cementerio y los bosques, y las sombras en la casa de los trillizos nunca dejaron de moverse de forma antinatural.