La ciudad de Villamar estaba sumida en el miedo. La noticia corría de boca en boca: un asesino en serie acechaba en las sombras, vistiendo un traje gris y una máscara que ocultaba su rostro. Nadie sabía quién era, pero su firma era inconfundible: en cada escena del crimen, dejaba una nota con la palabra "Géminis" escrita en sangre y una rosa amarilla.
La primera víctima fue encontrada en el parque central, un hombre de negocios conocido por su integridad y éxito. Al principio, la policía pensó que se trataba de un robo que salió mal, pero la nota y la rosa cambiaron todo. Después vino una joven estudiante, luego un maestro de escuela. Cada vez, la misma firma: "Géminis" y una rosa amarilla.
Las sospechas pronto recayeron en los gemelos Müller, una familia aristocrática conocida en toda la ciudad. Los hermanos, Alexander y Nicholas, eran jóvenes, rubios y prácticamente idénticos, salvo por una pequeña cicatriz en la mejilla de Alexander, herida de una travesura de la infancia. Su presencia en cada evento social de la ciudad los hacía visibles, pero también los rodeaba de misterio.
La policía los interrogó, revisó sus coartadas y no encontró nada concluyente. Sin embargo, la duda estaba sembrada. La gente comenzó a evitarlos, sus amigos se distanciaron, y los rumores se intensificaron. La mansión de los Müller, antes centro de fiestas y reuniones, ahora parecía una fortaleza sombría.
Una noche, en medio de una tormenta, la madre de los gemelos, la señora Helena Müller, fue encontrada muerta en su propia habitación. La policía no tardó en llegar y, como era de esperar, encontraron una nota con la palabra "Géminis" y una rosa amarilla. Esta vez, la situación era insostenible. Alexander y Nicholas fueron arrestados y llevados a la comisaría para un interrogatorio más exhaustivo.
Durante horas, los gemelos mantuvieron su inocencia, sin dejar de acusarse mutuamente en un desesperado intento por encontrar la verdad. Sin embargo, cuando las luces se apagaron en la comisaría y la electricidad falló por la tormenta, un grito desgarrador resonó por los pasillos. La puerta de la celda de los gemelos estaba abierta, y en el suelo, yacía el cuerpo sin vida de Nicholas, con una rosa amarilla en su mano y una nota que decía:
"El gemelo culpable ha sido castigado".
Alexander, en estado de shock, fue liberado pero decidió abandonar Villamar. Nadie supo qué fue de él, y la identidad del asesino de Géminis sigue siendo un misterio.
La ciudad, aunque aliviada por el fin de los asesinatos, nunca volvió a ser la misma. La mansión de los Müller quedó abandonada, y la leyenda del asesino de gris y su macabra firma persiste hasta hoy, recordando a todos que el mal puede esconderse detrás de las más respetables fachadas.
FIN