Cadenas Del Alma

La Conexión

Marta había pasado los últimos años de su vida rodeada de computadoras, redes y cables. Era una joven prodigio de la informática, cuya curiosidad la llevaba a explorar las profundidades de la tecnología con una facilidad innata. A sus trece años, ya había creado sistemas que muchos adultos no podían ni imaginar.

Pero esa noche, algo la llevó a un rincón olvidado de su casa, un viejo sótano lleno de equipos obsoletos que habían pertenecido a su padre, un ingeniero informático de renombre que había desaparecido misteriosamente años atrás.

El sótano era un laberinto de estantes llenos de servidores antiguos, monitores polvorientos y discos duros apilados. Marta había oído historias sobre el lugar, cuentos que su madre susurraba con miedo en la voz. Decían que su padre, antes de desaparecer, había estado trabajando en algo revolucionario, algo que había atraído fuerzas oscuras e incomprensibles.

Esa noche, la curiosidad venció al miedo. Marta descendió por las escaleras chirriantes, llevando una linterna y un destornillador. Al llegar al fondo, encendió las luces del sótano y los tubos fluorescentes parpadearon antes de iluminar el lugar con una luz fría y mortecina. En medio de todo el desorden, un objeto llamó su atención: una enorme pantalla conectada a una computadora central. La pantalla estaba cubierta por una sábana blanca.

Marta retiró la sábana con un tirón, revelando un rostro en la pantalla. Era un hombre con cabellos largos y ojos azules penetrantes que parecían mirarla directamente. La pantalla mostraba una animación congelada, como si el sistema estuviera en pausa. Marta se acercó y vio que había un mensaje en el borde de la pantalla: "Proyecto Lázaro".

Recordaba haber oído ese nombre en las discusiones furtivas de su madre con otros familiares. Decían que "Proyecto Lázaro" era la obra maestra de su padre, un proyecto que se había vuelto una obsesión y que, al final, lo había llevado a su desaparición.

Decidida a desentrañar el misterio, Marta encendió la computadora central. El sistema cobró vida con un zumbido bajo y constante, y la pantalla comenzó a parpadear. De repente, los ojos del hombre en la pantalla se movieron y se clavaron en los de Marta. La animación cobró vida y el hombre comenzó a hablar.

-Hola, Marta -dijo con una voz profunda y resonante-. He estado esperando por ti.

Marta retrocedió, su corazón latía con fuerza. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Quién era ese hombre?

-¿Quién eres? -logró preguntar, tratando de mantener la calma.

-Soy tu padre -respondió el hombre-. O al menos, lo que queda de él.

Marta no podía creer lo que oía. Su padre había desaparecido cuando ella era muy pequeña, pero reconocía esa voz, esos ojos. ¿Cómo era posible?

-Mi cuerpo se ha ido, pero mi mente, mi esencia, vive aquí -explicó el hombre en la pantalla-. Proyecto Lázaro fue mi intento de trascender la muerte, de fusionar la conciencia humana con la tecnología. Pero algo salió mal, y ahora estoy atrapado en esta red.

Marta sintió una mezcla de miedo y tristeza. Siempre había soñado con reencontrarse con su padre, pero nunca imaginó que sería así.

-Necesito tu ayuda, Marta -continuó su padre-. Hay fuerzas oscuras en este sistema, entidades que se han infiltrado y que quieren destruirme. Si no las detenemos, no solo me perderás para siempre, sino que también ellas se liberarán y causarán un caos inimaginable.

La joven sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. ¿Entidades? ¿Qué clase de fuerzas oscuras estaban atrapadas en el sistema?

-¿Qué tengo que hacer? -preguntó, decidida a salvar a su padre y a proteger al mundo de esa amenaza.

Su padre le explicó que debía entrar en el sistema, unirse a la red y enfrentarse a las entidades cara a cara. Marta sabía que era peligroso, pero también sabía que era la única oportunidad de salvar a su padre. Además si intentaba decirselo a alguien nadie le creería una sola palabra. Su papá y el mundo dependían de ella.

Conectó su propio equipo al sistema central y puso en marcha un programa que había diseñado para entrar en redes virtuales. La pantalla parpadeó y, de repente, Marta sintió como si fuera absorbida por una fuerza invisible. Cuando abrió los ojos, estaba en un mundo digital, una representación virtual del sótano, pero con un aire oscuro y siniestro.

El rostro de su padre apareció frente a ella.

-Debemos movernos rápido -dijo - Ellas ya saben que estás aquí.

Marta siguió a su padre por corredores de datos y archivos. A su alrededor, sombras oscuras se movían, susurrando amenazas y promesas de destrucción. Sentía su presencia, fría y maligna, como si quisieran arrancarle el alma.

Finalmente, llegaron a una sala central, donde las entidades esperaban. Eran formas oscuras, indefinidas, pero llenas de una maldad palpable. Marta sintió el miedo apoderarse de ella, pero la voz de su padre la ancló.

-Recuerda, Marta, tienes el poder de controlarlas. Eres parte de mí, y yo diseñé este sistema. Usa tu mente, tu voluntad.

Marta cerró los ojos y concentró toda su energía. Visualizó una barrera de luz, una fuerza positiva que empujaba a las entidades hacia atrás. Sintió la resistencia, pero también la fuerza de su padre a su lado.

Las entidades gritaron y se retorcieron, tratando de romper la barrera, pero Marta no cedió. Con un último esfuerzo, las expulsó del sistema, disolviéndolas en la nada.

Abrió los ojos y vio que el sótano virtual estaba despejado. Su padre sonrió, una expresión de paz y gratitud.

-Lo lograste, Marta. Estoy libre. Pero ahora, debes regresar.

Marta sintió una suave presión y, de repente, estaba de vuelta en el sótano real, respirando con dificultad. La pantalla frente a ella estaba en blanco, el sistema apagado. Pero en su corazón, sabía que había salvado a su padre y había evitado una catástrofe.




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