En la vasta y luminosa mansión de los Devereux, la opulencia del siglo XVIII se desplegaba en todo su esplendor. Las velas chisporroteaban en candelabros dorados, iluminando las caras sonrientes de la aristocracia congregada para una noche de baile y derroche. Entre las sombras y luces, dos miradas se cruzaron, sellando un destino tan antiguo como prohibido.
Gabriel, el joven que aparentaba tener dieciséis años, se movía con una elegancia sobrenatural. Su piel pálida y sus ojos de un verde profundo parecían ocultar siglos de secretos y tormentos.
En realidad, Gabriel llevaba doscientos años caminando entre los vivos, alimentándose de sus miedos y deseos, ocultando su verdadera naturaleza bajo una fachada impecable.
Su vida había sido una sucesión de noches interminables, siempre huyendo del sol y de la soledad que le acompañaba desde que fue convertido en vampiro. Había amado antes, pero cada relación terminaba en tragedia, reforzando su convicción de que el amor era un lujo que no podía permitirse.
Anthony, en cambio, era un joven aristócrata de dieciocho años, recién introducido en la alta sociedad. Su celestina mirada reflejaba curiosidad, y una inocencia que contrastaba con la sofisticación de su entorno.
Vestido con un traje de terciopelo azul, su presencia era imponente y atrajo la atención de Gabriel, quien no pudo evitar sentirse intrigado por aquella figura resplandeciente. Anthony había sido educado en la riqueza y el privilegio, pero a pesar de su posición, sentía un vacío que las fiestas y las posesiones materiales no podían llenar. Anhelaba aventuras, conocer el mundo más allá de los muros de su hogar, y en sus sueños, imaginaba amores apasionados y misteriosos.
La fiesta transcurría en un vaivén de música y risas, pero para Gabriel y Anthony, el tiempo parecía detenerse cuando se encontraron cara a cara. Un escalofrío recorrió la espalda de Anthony al contemplar los ojos de Gabriel, que lo observaban con una intensidad que nunca había experimentado.
"Buenas noches," dijo Gabriel, inclinándose ligeramente. "No creo haber tenido el placer de conocerte antes. Mi nombre es Gabriel."
Anthony respondió con una sonrisa tímida. "Soy Anthony, de la familia Devereux. Es un honor conocerte."
Las palabras fueron intercambiadas con cortesía, pero ambos sentían que algo más profundo se desarrollaba entre ellos. A medida que la noche avanzaba, encontraron momentos para conversar, alejados del bullicio de la fiesta.
Hablaron de libros, música y sueños, compartiendo una conexión que parecía desafiar las barreras del tiempo y la naturaleza.
El entorno era un reflejo de la opulencia de la época. Los salones de la mansión estaban decorados con tapices finos y obras de arte, y los jardines exteriores, iluminados por la luz de la luna, ofrecían un refugio tranquilo donde los dos jóvenes podían conocerse mejor. Los aromas de flores exóticas llenaban el aire, y el sonido de una fuente cercana proporcionaba una melodía serena que acompañaba sus conversaciones.
Sin embargo, Gabriel sabía que su atracción por Anthony era peligrosa. La naturaleza vampírica de Gabriel no permitía amores con humanos; tal vínculo solo traería sufrimiento y muerte. Pero, cada vez que miraba a Anthony, sentía un ardor en su corazón muerto, una chispa de humanidad que creía perdida para siempre.
La revelación de su amor imposible llegó en una noche oscura, lejos de la mirada de la sociedad. Gabriel y Anthony paseaban por los jardines, cuando Gabriel decidió revelar la verdad. Con voz temblorosa, le contó a Anthony sobre su verdadera naturaleza, esperando rechazo y miedo.
Para su sorpresa, Anthony no se apartó. En cambio, lo miró con una mezcla de tristeza y determinación.
"Sé lo que eres, Gabriel. Lo supe desde la primera vez que te vi. Pero eso no cambia lo que siento por ti. Estoy dispuesto a enfrentar cualquier cosa, incluso la eternidad, si eso significa estar a tu lado."
Gabriel, conmocionado por la valentía de Anthony, sintió lágrimas no derramadas en siglos surcar sus mejillas. Sabía que aceptar el amor de Anthony significaba condenarlo a una vida de peligros y oscuridad.
Pero también sabía que negarse sería negar la única chispa de luz que había encontrado en siglos de soledad.
El conflicto interno de Gabriel se intensificó. Cada noche que pasaba con Anthony, su amor crecía, pero también su miedo. Temía por la seguridad de Anthony, sabía que el mundo de los vampiros era cruel y despiadado.
Además, enfrentaba su propio dilema moral: convertir a Anthony y condenarlo a una vida de oscuridad, o mantenerlo humano y arriesgarse a perderlo.
La tensión culminó en una noche tormentosa. Los relámpagos iluminaban el cielo, y la lluvia caía en torrentes sobre la mansión Devereux. En un refugio improvisado en los establos, Gabriel tomó la decisión más difícil de su vida. Mirando a los ojos de Anthony, le habló con voz firme.
"Anthony, no puedo condenarte a la vida que llevo. No puedo arrastrarte a la oscuridad que me envuelve. Nuestro amor es imposible, pero eso no significa que no sea real. Debo dejarte, por tu propio bien."
Anthony, con lágrimas en los ojos, se negó a aceptar semejante decisión.
"No, Gabriel. Prefiero una vida corta contigo que una eternidad sin ti. Por favor, no me apartes de tu lado."
Pero Gabriel sabía que debía ser fuerte. Con un último beso, lleno de amor y dolor, se despidió de Anthony, desapareciendo en la noche.
Anthony quedó destrozado, pero con el tiempo, comprendió el sacrificio de Gabriel. Su amor se convirtió en una leyenda, una historia susurrada entre las antiguas mansiones de la aristocracia, donde las sombras y las luces aún guardan secretos de amores perdidos y encontrados.
Años después, Anthony, ya anciano, contaba la historia de su amor imposible a sus nietos, siempre con una mirada melancólica y una sonrisa triste.