En lo profundo del bosque de Sombras Verdes, donde los rayos del sol apenas lograban penetrar el denso follaje, existía un secreto conocido solo por unos pocos. En ese lugar, habitaban las gemelas Elyra y Lyanna, dos jóvenes de belleza sobrenatural, con cabellos plateados y ojos azules que brillaban como estrellas en la noche.
Elyra y Lyanna no eran humanas comunes; eran las Guardianas de la Luz Eterna, encargadas de proteger una joya mística que colgaba de sus cuellos. Estas gemas, de un azul resplandeciente, albergaban el poder de la Luz Eterna, una energía ancestral capaz de mantener el equilibrio entre la luz y la oscuridad en todo el reino de Erildor.
Las gemelas habían sido entrenadas desde su nacimiento para dominar la magia de la luz y proteger el bosque de Sombras Verdes de cualquier amenaza. Sus vidas estaban entrelazadas con la joya que llevaban, y su destino estaba sellado por la profecía que sus ancestros habían dejado inscrita en los anales de la historia.
Un día, mientras caminaban entre los árboles antiguos, sintieron una presencia oscura que se aproximaba. Un escalofrío recorrió sus cuerpos. Sabían que la sombra de Zarek, el señor de la oscuridad, había regresado. Zarek había sido desterrado siglos atrás, pero la ambición de sumergir el mundo en tinieblas nunca había abandonado su corazón.
"El momento ha llegado, Lyanna", dijo Elyra, apretando su joya con fuerza. "Debemos enfrentarlo."
"Estamos listas, hermana", respondió Lyanna, con determinación en sus ojos.
Las gemelas invocaron sus poderes y una luz brillante envolvió sus cuerpos. Juntas, avanzaron hacia el claro central del bosque, donde las sombras ya empezaban a agitarse. Allí, en medio de la penumbra, se erguía Zarek, envuelto en un manto de oscuridad, con ojos que ardían con odio.
"Guardianas", rugió Zarek, "vuestra luz no puede detenerme. El mundo caerá bajo mi sombra."
"¡No mientras nosotras vivamos!", exclamaron las gemelas al unísono.
La batalla fue feroz. Las gemelas se movían con una gracia etérea, lanzando destellos de luz que cortaban las sombras. Zarek, con su poder oscuro, contrarrestaba cada ataque, intentando romper la barrera de luz que protegía a las gemelas. Pero Elyra y Lyanna, unidas por el vínculo de la Luz Eterna, eran imparables.
En un último esfuerzo, las gemelas fusionaron sus gemas, creando un rayo de luz tan puro que atravesó la oscuridad de Zarek, desintegrándolo en un torbellino de sombras y ceniza. El bosque de Sombras Verdes se iluminó, y la paz fue restaurada.
Elyra y Lyanna cayeron de rodillas, exhaustas pero victoriosas. Sabían que su misión nunca acabaría, pues la oscuridad siempre buscaría maneras de regresar. Pero mientras tuvieran la Luz Eterna y su vínculo inquebrantable, estarían listas para proteger su hogar y todo el reino de Erildor.
Y así, las gemelas siguieron siendo las guardianas del equilibrio, manteniendo la luz en el corazón de su bosque, donde solo los valientes se atrevían a aventurarse.
FIN