Cadenas Del Alma

Amor Celestial II

Rafael fue asignado a una misión en un rincón remoto del universo, en un sistema estelar joven y lleno de caos. Los vientos cósmicos rugían alrededor de planetas recién formados y estrellas nacientes, reflejando el tumulto en el corazón del ángel. La soledad del espacio le brindó un respiro sombrío, lejos del bullicio del cielo, pero no pudo escapar del dolor que consumía su alma.

Cada estrella que brillaba en la lejanía le recordaba la chispa de amor que compartía con Asmodeo. Las noches eran interminables, y cada amanecer traía consigo una nueva oleada de melancolía.

Rafael pasaba sus días ayudando a dar forma al joven sistema, guiando a los cometas y cuidando de las nuevas estrellas, pero su mente y su corazón estaban en otra parte, con el demonio que había capturado su alma.

Una tarde, mientras contemplaba un planeta que acababa de estabilizarse, sintió una presencia a su lado. Se giró y vio a Gabriel, el arcángel de la compasión, con su aura dorada resplandeciendo suavemente en el vacío del espacio.

"Rafael," dijo Gabriel con una voz suave pero llena de autoridad, "he venido a hablar contigo."

Rafael bajó la mirada, sintiendo una mezcla de vergüenza y dolor. "Gabriel, ¿qué más puede decirme? ¿Acaso no es suficiente mi destierro?"

Gabriel se acercó, colocando una mano consoladora sobre el hombro de Rafael.

"No he venido a juzgarte, hermano. He venido porque creo que el amor verdadero merece ser comprendido, incluso si desafía nuestras leyes y costumbres."

Rafael levantó la vista, sorprendido por las palabras de Gabriel.

"¿Cómo puedes decir eso? El consejo ha decidido separarnos. Asmodeo está en las profundidades del infierno, y yo aquí, en este rincón olvidado del universo. ¿Qué esperanza nos queda?"

Gabriel suspiró, mirando las estrellas que rodeaban el sistema estelar. Sentía la intensa desolación de Rafael y le dolía ya que él era su hermano después de todo.

"El consejo tiene sus razones, pero no todos compartimos la misma visión. Yo he visto el poder del amor, Rafael. He visto cómo puede transformar y redimir. Y he decidido que, si hay una manera de ayudarte, lo haré."

Rafael sintió un rayo de esperanza atravesar la oscuridad de su desesperación.

"¿Qué puedes hacer, Gabriel? ¿Cómo puedes ayudarme?"

Gabriel sonrió levemente, sus ojos brillando con determinación.

"Conozco caminos que pocos han explorado. Existen lugares entre los reinos, donde las reglas no son tan estrictas. He oído de un antiguo portal, una grieta en el tejido del universo, donde los amantes separados pueden reunirse. No es un camino fácil, pero si estás dispuesto, puedo guiarte."

La esperanza de Rafael se transformó en una resolución ardiente.

"Haré cualquier cosa para estar con Asmodeo nuevamente. Guíame, Gabriel, y enfrentaré cualquier desafío."

Gabriel asintió, y juntos emprendieron el viaje hacia el misterioso portal. Atravesaron nebulosas de colores vibrantes y campos de asteroides, enfrentaron tormentas cósmicas y navegaron a través de vacíos sin fin. A medida que avanzaban, Rafael sentía una mezcla de ansiedad y anticipación, mientras Gabriel lo guiaba con calma y certeza.

Después de un viaje que pareció durar eones, finalmente llegaron a su destino: un lugar donde la realidad se desvanecía y el tiempo se distorsionaba. Frente a ellos, una grieta en el tejido del universo brillaba con una luz etérea, pulsante y viva.

"Este es el portal," dijo Gabriel. "No puedo acompañarte más allá de este punto, Rafael. Solo tú puedes cruzar y buscar a Asmodeo. Pero ten cuidado, el camino es traicionero y está lleno de pruebas."

Rafael asintió, con los ojos llenos de gratitud.

"Gracias, Gabriel. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí."

Gabriel sonrió y se desvaneció en la luz, dejando a Rafael frente a la grieta. Con el corazón palpitando, Rafael tomó una profunda respiración y cruzó el umbral.

El otro lado del portal era un mundo de sombras y luz entrelazadas, un paisaje surrealista donde las leyes de la física parecían no aplicar. Rafael avanzó, guiado por su amor por Asmodeo, enfrentando pruebas que desafiaban su fe y su fuerza. Cada obstáculo que superaba, sentía que estaba más cerca de su amado.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegó a un claro bañado por una luz suave y cálida. Allí, en medio del claro, estaba Asmodeo, su figura iluminada por la luz del portal. Al verlo, Rafael sintió que su corazón estallaba de alegría.

"Asmodeo," susurró, corriendo hacia él.

Asmodeo se giró y sus ojos se llenaron de incredulidad y felicidad al ver a Rafael. "Rafael, ¿cómo...?"

"No importa cómo," respondió Rafael, abrazando a Asmodeo con todas sus fuerzas. "Solo importa que estamos juntos de nuevo."

Los dos se abrazaron, dejando que la intensidad de su amor los envolviera. Aunque sabían que el camino por delante sería difícil y que tendrían que enfrentarse a muchas más pruebas, en ese momento, todo el dolor y la separación valieron la pena.

Rafael y Asmodeo permanecieron juntos en ese claro entre mundos, su amor brillando más fuerte que cualquier estrella. Sabían que, aunque los cielos y los infiernos los habían separado, su amor era un poder que ni siquiera los mismos dioses podían destruir.

Con la ayuda de Gabriel, habían encontrado un refugio, y juntos, comenzarían una nueva vida, desafiando el destino y las fuerzas que intentaban mantenerlos apartados.




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