Cadenas Del Alma

Amor Celestial III

En las profundidades del infierno, donde las llamas nunca se extinguían y la oscuridad era absoluta, Asmodeo se encontraba en su propio abismo de dolor. Su piel roja, normalmente vibrante y llena de vida, se había apagado, reflejando la tristeza que invadía su ser. La ausencia de Rafael era un tormento constante, un dolor que atravesaba su alma como una herida abierta.

Los días y las noches se fundían en una eternidad sin fin. Asmodeo vagaba por su dominio, sus pensamientos siempre girando en torno a los momentos compartidos con Rafael. Recordaba cada caricia, cada mirada, cada palabra susurrada en la intimidad de su claro secreto. Sin Rafael, el infierno era aún más infernal.

Una noche, mientras contemplaba las llamas danzantes, una presencia familiar se acercó. Luzbel, el arcángel caído y antiguo príncipe del cielo, se materializó frente a él. Con sus alas negras como el ébano y su semblante enigmático, Luzbel era una figura de poder y misterio.

"Asmodeo," dijo Luzbel, su voz resonando como un eco profundo, "he visto tu sufrimiento. He sentido tu agonía. Y he venido porque sé lo que es perder a alguien que amas."

Asmodeo levantó la vista, sorprendido por la aparición de Luzbel. "Luzbel, ¿por qué te importa mi dolor? ¿Qué interés tienes en mi sufrimiento?"

Luzbel suspiró, sus ojos reflejando siglos de sabiduría y melancolía.

"Porque, a pesar de nuestra naturaleza, compartimos un lazo común: el amor y la pérdida. Y porque, en esta guerra eterna entre luz y oscuridad, el amor es una fuerza que puede trascender incluso nuestras diferencias."

Asmodeo sintió un atisbo de esperanza mezclado con desconfianza.

"¿Qué puedes hacer por mí, Luzbel? ¿Qué solución puedes ofrecerme?"

Luzbel sonrió levemente, una expresión rara en su rostro endurecido.

"Hay un lugar, un claro secreto más allá del tiempo y el espacio, donde los amantes separados pueden reunirse. Es un portal antiguo, conocido por muy pocos. Te puedo guiar hasta allí, pero el camino es peligroso y lleno de pruebas."

La esperanza en el corazón de Asmodeo creció, iluminando su oscuridad interior.

"Haré cualquier cosa para reunirme con Rafael. Llévame a ese lugar, Luzbel, y enfrentaré cualquier desafío."

Luzbel asintió, y juntos emprendieron el viaje hacia el portal. Atravesaron los vastos y tenebrosos reinos del infierno, enfrentando criaturas y obstáculos que desafiaban incluso a los demonios más poderosos. Luzbel, con su conocimiento y su fuerza, guió a Asmodeo con destreza y determinación.

Finalmente, llegaron a la entrada del portal, un vórtice de sombras y luces entrelazadas, pulsando con una energía antigua y misteriosa. Luzbel se detuvo ante el portal, mirándolo con una mezcla de respeto y cautela.

"Este es el portal," dijo Luzbel. "Más allá de este punto, estarás solo. Deberás enfrentar tus miedos y tus dudas para llegar al claro donde te espera Rafael. Pero recuerda, el amor es tu guía y tu fuerza."

Asmodeo miró a Luzbel con gratitud. "Gracias, Luzbel. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí."

Luzbel esbozó una sonrisa antes de desvanecerse en las sombras, dejando a Asmodeo frente al portal. Con el corazón lleno de determinación, Asmodeo cruzó el umbral y se adentró en el desconocido mundo del portal.

El paisaje al otro lado del portal era una mezcla surrealista de luces y sombras, un laberinto de ilusiones y realidades entrelazadas. Cada paso que daba, Asmodeo enfrentaba visiones de sus miedos más profundos y recuerdos dolorosos. Sin embargo, el amor por Rafael lo impulsaba a seguir adelante, sin detenerse.

Después de lo que pareció una eternidad de pruebas y desafíos, Asmodeo llegó al claro, un lugar bañado por una luz suave y cálida. Al centro, vio a Rafael, su figura irradiando una luz serena. Al verlo, el corazón de Asmodeo estalló de alegría y alivio.

"Rafael," murmuró, corriendo hacia él.

Rafael se giró, sus ojos llenos de incredulidad y felicidad al ver a Asmodeo. "Asmodeo, ¿cómo...?"

"No importa cómo," respondió Asmodeo, abrazando a Rafael con todas sus fuerzas. "Solo importa que estamos juntos de nuevo."

Los dos se abrazaron, dejando que la intensidad de su amor los envolviera. Aunque sabían que el camino por delante sería difícil y que tendrían que enfrentarse a muchas más pruebas, en ese momento, todo el dolor y la separación valieron la pena.

Asmodeo y Rafael permanecieron juntos en ese claro entre mundos, su amor brillando más fuerte que cualquier estrella. Sabían que, aunque los cielos y los infiernos los habían separado, su amor era un poder que ni siquiera los mismos dioses podían destruir.

Con la ayuda de Luzbel y Gabriel, habían encontrado un refugio, y juntos, comenzarían una nueva vida, desafiando el destino y las fuerzas que intentaban mantenerlos apartados.

En ese claro, entre la luz y las sombras, Asmodeo y Rafael descubrieron que el amor verdadero no conoce límites ni barreras.

Su unión era un faro de esperanza en un universo de conflictos y guerras eternas, una prueba de que, al final, el amor puede vencer cualquier adversidad.

FIN




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