El amor entre Azrael y Belial, nacido de la luz y la redención, pronto se vio ensombrecido por las sombras persistentes en el corazón del demonio. Aunque Belial había dado pasos significativos hacia la luz, la oscuridad que había sido parte de él durante tanto tiempo aún acechaba en su interior. Esa oscuridad comenzó a manifestarse de manera sutil al principio, pero con el tiempo se volvió más evidente y destructiva.
Belial se encontraba cada vez más celoso y posesivo con Azrael. Su amor, que al principio había sido una fuente de fortaleza y esperanza, se transformó en una necesidad desesperada de control. Azrael, siempre paciente y comprensivo, intentó razonar con Belial, pero la lucha interna del demonio parecía estar ganando terreno.
Una noche, mientras Azrael estaba en los jardines de Eironia hablando con otros ángeles, Belial lo observaba desde las sombras, sus ojos llenos de sospecha. La ira y la inseguridad lo consumían, y decidió que ya no podía permitir que Azrael estuviera fuera de su alcance. Con una decisión tomada en el calor del momento, Belial se acercó a Azrael y lo tomó de la mano con firmeza.
—Vámonos, Azrael —dijo Belial, su voz tensa.
Azrael lo miró con sorpresa y preocupación.
—¿Qué ocurre, Belial? Estaba conversando con los otros guardianes.
Belial apretó su agarre, su mirada intensa provocándole un gran dolor físico al hermoso y compasivo ángel quien hizo un gesto de dolor.
—No me gusta que estés con ellos. No saben lo que es mejor para ti. Yo lo sé.
Azrael sintió una punzada de alarma. La oscuridad en los ojos de Belial le recordó al demonio que había enfrentado en el pasado. Sin embargo, decidió no confrontarlo en público y asintió, siguiendo a Belial de regreso a su morada. Dejándose llevar por él mas bien.
Al llegar, Belial cerró la puerta con un golpe y se volvió hacia Azrael, su expresión dominada por una mezcla de amor y desesperación.
—Azrael, te amo más que a nada en este mundo. No puedo soportar la idea de perderte. No quiero que nadie más se acerque a ti.
Azrael se acercó a él, intentando calmarlo.
—Belial, no tienes que preocuparte. Yo estoy aquí contigo. Pero debes confiar en mí, en nuestra relación.
Las palabras de Azrael parecieron calmar a Belial por un momento, pero la semilla de la desconfianza ya estaba plantada. Los días siguientes se volvieron una prueba constante de la fuerza de su amor.
Belial comenzó a mantener a Azrael cerca, siempre vigilándolo, siempre asegurándose de que no hablara con otros ángeles sin su presencia. Azrael, aunque comprendía las inseguridades de Belial, empezaba a sentirse atrapado.
Una tarde, Azrael intentó hablar con Belial sobre su comportamiento.
—Belial, esto no está bien. Debes confiar en mí. No puedes controlarme de esta manera.
Belial lo miró, sus ojos llenos de dolor.
—No puedo evitarlo, Azrael. La idea de perderte me aterra. Tú eres la luz en mi oscuridad.
Azrael suspiró, sintiendo una mezcla de compasión y frustración.
—Pero este amor no puede ser una prisión, Belial. Debemos ser libres para elegir estar juntos. Si no me das esa libertad, este amor se convertirá en una tortura.
Belial pareció considerar sus palabras, pero la oscuridad dentro de él seguía luchando por el control. Esa noche, mientras Azrael dormía, Belial tomó una decisión desesperada.
Usando sus poderes, creó una barrera mágica alrededor de su hogar, asegurándose de que Azrael no pudiera irse sin su permiso.
Cuando Azrael despertó y se dio cuenta de lo que Belial había hecho, sintió una oleada de desesperación. Intentó hablar con Belial, pero este se negó a escuchar, cegado por el miedo y la inseguridad.
—Esto es por tu propio bien, Azrael —dijo Belial, con una mezcla de amor y desesperación en su voz— No quiero que nada te aleje de mí.
Azrael se sintió prisionero, su amor por Belial comenzaba a sentirse como una condena. Sabía que Belial no era completamente responsable de sus acciones; la oscuridad seguía siendo una parte de él. Sin embargo, no podía permitir que esto continuara.
Durante semanas, Azrael intentó razonar con Belial, pero cada intento solo parecía reforzar la determinación del demonio. Los otros ángeles notaron su ausencia y comenzaron a preocuparse.
Finalmente, Azrael supo que debía hacer algo drástico para liberarse y, quizás, ayudar a Belial a confrontar su oscuridad de una vez por todas.
Una noche, mientras Belial dormía, Azrael usó su propia luz para debilitar la barrera mágica. No fue fácil, pero finalmente logró romperla. Con el corazón apesadumbrado, dejó una nota para Belial explicando que debía partir para salvar lo que quedaba de su amor.
Azrael voló hacia el Consejo Celestial, donde los otros ángeles lo recibieron con preocupación. Explicó la situación y pidió ayuda para salvar a Belial de la oscuridad que aún lo mantenía prisionero. El Consejo, sabiendo del amor que Azrael sentía y del potencial de redención en Belial, accedió a ayudar.
Con la guía del Consejo, Azrael regresó a la morada que una vez compartió con Belial. Esta vez, no estaba solo. Llevaba consigo un fragmento de la luz divina, una última esperanza para sanar el corazón dividido de Belial.
Belial, al despertar y descubrir la ausencia de Azrael, sintió una desesperación abrumadora. Cuando Azrael regresó, acompañado por los otros ángeles, Belial se arrodilló, lágrimas de dolor y arrepentimiento corrían por su rostro.
—Azrael, por favor, perdóname. No quería perderte. La oscuridad… no puedo controlarla.
Azrael se arrodilló frente a él, colocando una mano en su mejilla.
—Belial, nuestro amor no puede sobrevivir si está envuelto en sombras. Pero creo en ti. Y juntos, podemos enfrentarlo.
Con la ayuda de los ángeles, Azrael canalizó la luz divina hacia Belial. La oscuridad dentro de él luchó, pero finalmente, la luz prevaleció. Belial sintió como la oscuridad se desvanecía, reemplazada por una claridad y paz que nunca había conocido.